Beth La Sacerdotisa Curso de cábala oculta en el Tarot

Beth La Sacerdotisa

Beth La Sacerdotisa Curso de cábala oculta en el Tarot
Beth La Sacerdotisa

Beth, La Sacerdotisa, expresa jeroglíficamente la boca del hombre como órgano de la palabra. La palabra es una elaboración interior del ser. Por esto la Beth representa todo lo que es interior, central, tal como una habitación donde podemos aislarnos sin ser molestados.

De aquí las ideas de Santuario, mansión inviolable del hombre y de Dios. Además, la beth expresa también toda producción emanada de esta misteriosa morada, toda acción interior y activa; de aquí las ideas de enseñanza, de elevada ciencia, de ley, de gnosis, de ciencia oculta o cábala.

La beth corresponde al número 2 y astronómicamente a la luna. Este nombre es el que ha dado nacimiento a todas las significaciones “pasivas” emanadas del binario, de donde las ideas de reflejo, de mujer aplicado a la luna por referencia al sol y a la mujer por referencia al hombre. El mismo Dios, o Dios el padre, se refleja y produce el nacimiento de Dios el hombre o Dios el hijo, negativo en relación a su creador. El hombre es el receptor divino, por lo tanto esta segunda lámina del Tarot expresará todas las ideas de la primera concebida negativamente.

La primera lámina representaba a un hombre de pie; ésta, en cambio, representa lo contrario: una mujer sentada. (Primera idea de pasividad representada por la mujer y por la posición.)

El hombre estaba revestido con los atributos del poder y situado en el medio de la naturaleza. La mujer se halla ornamentada con los atributos de la autoridad y de la persuasión y se halla colocada bajo el pórtico del templo de Isis, entre dos columnas. Idea de recinto sagrado, de receptor divino.

Significados y relaciones:

Jeroglífico primitivo: La boca del hombre

Cábala: Chocmah

Astronomía: La Luna

Día de la semana: Lunes

Archeómetro: Beth (doble)

Significaciones: Reflejo de Dios el Padre u Osiris, Dios, El hijo, Isis, reflejo de Adam, Eva la mujer, reflejo de la naturaleza.

Las dos columnas expresan lo positivo y lo negativo tal, como los brazos del mago.

La mujer se halla coronada con una tiara, sobre la que descansa el creciente lunar, y envuelta por un velo transparente, cuyos pliegues caen sobre su rostro. Lleva sobre el pecho la cruz solar y sobre sus rodillas un libro abierto que cubre a medias con su manto.

Tal es la imagen de Isis, la naturaleza, de la cual no hay que levantar el velo ante los profanos. Las enseñanzas de Isis son de orden oculto, tal como lo indica el libro; es ella la que enseña al mago los secretos de la verdadera cábala y de las ciencias ocultas. Este profundo símbolo merece toda nuestra admiración.

La primera lámina expresaba a Osiris en los tres mundos, la segunda nos dará la significación de Isis, compañera de Osiris: “En Dios, es el reflejo de Osiris, el reflejo de Dios el padre: Isis o Dios el hijo. En el hombre es el reflejo de Adán, del hombre absoluto: Eva, la mujer, la vida. En el Universo es el reflejo de la naturaleza naturante: la naturaleza naturada”.

La ciencia es la posesión absoluta y completa de la verdad.

Así, pues, los sabios de todos los tiempos han temblado ante esta palabra absoluta y terrible; todos han temido abrogarse el primer privilegio de la divinidad, al atribuirse la ciencia, por lo cual se han contentado, en lugar del verbo saber, con el que expresa conocimientos, y en lugar de la palabra ciencia, adoptaron la de gnosis, que solamente quiere indicar la idea de conocimiento por intuición.

¿Qué sabe el hombre, en efecto? Nada, y sin embargo, no le es permitido ignorar nada.

No sabe nada, y está llamado a conocerlo todo.

Ahora bien, el conocimiento supone el binario.

El binario es el generador de la sociedad y de la ley; es también el número de la gnosis. El binario es la unidad, multiplicándose a si misma para crear, y es por esto por lo que los símbolos sagrados hacen salir a Eva del mismo pecho de Adam.

Adam es el tetragrama humano que se resume en el jod misterioso imagen del falso cabalístico. Agregad a ese jod el nombre ternario de Eva y formaréis el nombre de Jehová, el tetragrama divino, que es la palabra cabalística y mágica por excelencia:

HÉ- VAU-HÉ   IOD

que el gran sacerdote en el templo pronunciaba Jodchéva.

Así es como la unidad completa en la fecundidad del temario forma, con él, el cuaternario, que es la clave de todos los números, de todos los movimientos y de todas las formas.

El cuadrado girando sobre sí mismo, produce el círculo, y es a la cuadratura del círculo lo que el movimiento circular de cuatro ángulos iguales girando alrededor de un mismo punto.

Lo que está arriba —dice Hermes— iguala a lo que está abajo; he aquí el binario sirviendo de medida la unidad, y la relación de igualdad entre lo de arriba y lo de abajo es lo que forma el temario.

El principio creador es el falo ideal, y el principio creado el cteis formal.

La inserción del falo vertical en el cteis horizontal forma el stauros de los gnósticos, o la cruz filosófica de los masones. Así, el cruzamiento de dos produce cuatro, que moviéndose, determina el circulo con todos sus grados.

Aleph es el hombre; Beth es la mujer, I, es el principio; 2, es el verbo; A, es el activo; B, es el pasivo; la unidad es Bohas y el binario Jakin. En los tetragramas de Fohi, la unidad es el yang; el binario es el yin. (I chin)

Bohas y Jakin

Son los nombres de dos columnas simbólicas que estaban delante de la puerta principal del templo cabalístico de Salomón.

Estas dos columnas explican en cábala todos los misterios del antagonismo, sea natural, sea político, sea religioso, como asimismo la lucha entre el hombre y la mujer, porque, según la ley de la naturaleza la mujer debe resistir al hombre y éste debe encantarla o someterla.

El principio activo busca al principio pasivo; la plenitud está enamorada del vacío. Las fauces de la serpiente atrae su cola y, al girar sobre sí misma, se huye y se persigue.

La mujer la creación del hombre y la creación universal es la mujer del primer principio. Cuando el ser principio se ha hecho creador, ha erigido un jod o un falo, y para abrirle camino en la plenitud de la luz increada, ha debido cavar un cteis o una fosa de sombra igual a la dimensión determinada por su deseo creador y atribuida por él al jod ideal de la luz radiante.

Tal es el lenguaje misterioso de los cabalistas en el Talmud, y a causa de las ignorancias y maldades del vulgo, no es imposible explicar o simplificar algo más.

¿Qué es, por consiguiente la creación? Es la casa del Verbo creador. ¿Qué es el cteis? Es la casa del falo. ¿Cuál es la naturaleza del principio activo? La de expandirse. ¿Cuál la del principio pasivo? La de reunirse y fecundar. ¿Qué es el hombre? El iniciador, el que rompe, trabaja y siembra. ¿Qué es la mujer? La formadora, la que reúne, riega y cosecha. El hombre hace la guerra y la mujer procura la paz; el hombre destruye para crear; la mujer edifica para conservar; el hombre es la revolución; la mujer es la conciliación; el hombre es el padre de Caín; la mujer es la madre de Abel.

¿Qué es la sabiduría?

Es la conciliación y la unión de dos principios; la dulzura de Abel dirigiendo la energía de Caín; el hombre siguiendo las dulces inspiraciones de la mujer; es el vicio vencido por el legítimo matrimonio; la energía revolucionaria dulcificada y domada por las suavidades del orden y de la paz; es el orgullo sometido al amor, es la ciencia reconociendo las inspiraciones de la fe.

Cuando la ciencia humana se hace prudente por su modestia, y se somete a la infalibilidad de la razón universal, enseñada por el amor o por la caridad universal, puede tomar entonces el nombre de Gnosisporque conoce, por lo menos, lo que aún no puede vanagloriarse de saber perfectamente. La unidad no puede manifestarse más que por el binario; la unidad por sí sola y la idea de la unidad son ya dos. La unidad del macrocosmos se revela por los dos vértices opuestos de los dos triángulos de Salomón.

La unidad humana es completa por la derecha y por la izquierda. El hombre primitivo es andrógino. Todos los órganos del cuerpo humano están dispuesto por pares, excepto la nariz, la lengua, el ombligo y el jod cabalístico. La divinidad, es una en su esencia, tiene dos condiciones esenciales, como bases fundamentales de su ser; la necesidad y la libertad. Las leyes de la razón suprema necesitan de Dios y regulan la libertad, que es necesariamente razonable y sabia. Para hacer visible la luz, es por lo que únicamente Dios ha impuesto la sombra.

Para manifestar la verdad, ha hecho posible la duda. La sombra es la tenaza de la luz, y la posibilidad de error es necesaria para la manifestación temporal de la verdad. Sí el broquel de Satanás no detuviera la lanza de Miguel, el poder del ángel se perdería en el vacío, o debería manifestarse por una destrucción infinita, dirigida de arriba a abajo. Y si el pie de Miguel no detuviera en su ascensión a Satanás, Satanás iría a destronar a Dios, o más bien se perdería él mismo en los abismos de la altura. Satanás es, por tanto, necesario a Miguel, como el pedestal a la estatua, y Miguel es preciso a Satanás como el freno a la locomotora.

En dinámica analógica y universal no se apoya uno más que en lo que resiste. Así el universo está contrabalanceado por dos fuerzas que le mantienen en equilibrio; la fuerza que atrae y la fuerza que repele. Estas dos fuerzas existen en física, en filosofía y en religión. Ambas producen: en física, el equilibrio; en filosofía, la crítica; en religión, la revelación progresiva. Los antiguos han representado este misterio por la lucha de Eros y de Anteros; por el combate de Jacob con el ángel; por el equilibrio de la montaña de oro, que está sujeta, con la serpiente simbólica de la India; los dioses de un lado y del otro lado los demonios.

Se encuentra también figurado por el caduceo de Hermanubis, por los dos querubines del Arca, por las dos esfinges del carro de Osiris, por los dos Serapis, el blanco y el negro. Su realidad científica está demostrada por los fenómenos de la polaridad y por la ley universal de las simpatías y de las antipatías.

Los discípulos de Zoroastro, que eran inteligentes, dividieron el binario sin referirse a la unidad , separando así las columnas del templo y queriendo descuartizar a Dios. El binario en dios no existe más que por el ternario. Si concebís lo absoluto como dos, es preciso concebirle inmediatamente como tres para encontrar el principio unitario. Por esta razón, los elementos materiales análogos a los elementos divinos, se conciben como cuatro, se explican como dos y no existen. Finalmente más que como tres.

El binario

La revelación es el binario; todo verbo es doble y supone, por consiguiente, dos. La moral que resulta de la revelación, está fundada en el antagonismo, que es la consecuencia del binario. El espíritu y la forma se atraen y se repelen como la idea y el signo, como la verdad y la ficción. La razón suprema necesita el dogma al comunicarse con las inteligencias finitas, y el dogma, al pasar del dominio de las ideas al de las formas, se hace partícipe de ambos mundos y tiene, necesariamente, dos sentidos que hablan sucesivamente, o a la vez, sea al espíritu, sea a la carne.

Así, pues, en el dominio moral hay dos fuerzas; una que espera y otra que reprime o expía. Estas dos fuerzas están figuradas en los mitos del Génesis por los personajes típicos de Caín y Abel. Abel oprime a Caín por su superioridad moral; Caín, para librarse de esa opresión inmortaliza a su hermano dándole muerte, y se convierte en víctima de su propia acción. Caín ha podido dejar que Abel viviera, y la sangre de Abel no deja dormir a Caín. En el Evangelio, el tipo Caín está reemplazado por el del hijo pródigo, a quien su padre perdona, porque vuelve al hogar después de haber sufrido mucho.

En Dios hay misericordia y justicia; hice justicia a los justos y emplea la misericordia con los pecadores. En el alma del mundo, que es el agente universal, hay corriente de amor y corriente de cólera.

Ese fluido ambiente  sol y fijado por el peso de la atmósfera y por la fuerza de atracción central, ese cuerpo de espíritu santo que nosotros llamamos el agente universal, y que los antiguos representaron bajo la forma de una serpiente que se muerde la cola, ese éter eléctrico-magnético, ese calórico vital y luminoso está figurado en los antiguos monumentos por el cinturón de Isis que se tuerce y se retuerce en un nudo de amor, alrededor de dos polos y por la serpiente que se muerde la cola, emblema de la prudencia y de Saturno.

El movimiento y la vida consisten en la tensión extrema de dos fuerzas.

¡Plugue a Dios —dice el maestro— que fueseis todo frío o todo caliente! En efecto, un gran culpable está más vivo que un hombre cobarde o tímido, y su retorno a la virtud estará en razón con la energía de sus compromisos. La mujer que debe aplastar la cabeza de la serpiente es la inteligencia que flota siempre sobre la corriente de las fuerzas ciegas, es, dicen los cabalistas virgen del mar, a la que el dragón infernal viene a lamer los pies húmedos con sus lenguas de fuego, y la cual se duerme de voluptuosidad.

Tales son los misterios hieráticos del binario. Pero hay uno que no puede ser revelado y este es el último de todos. La razón de la prohibición está, según Hermes Trimegistro en que la inteligencia del vulgo daría las necesidades de la ciencia todo el alcance inmortal de una fatalidad ciega. Es preciso contener al vulgo dice una vez más por el espanto de lo desconocido. El Cristo decía también, no echéis perlas a los cerdos, por miedo de que no escarben con los pies y volviéndose contra vosotros os devoren. El árbol de la ciencia del bien y del mal cuyo frutos causaban la muerte, es la imagen de ese secreto hierático del binario.

Ese secreto en efecto, si se divulgase no podría sino ser mal comprendido y hasta podría llegarse a la negación impía del libre albedrío que es el principio moral de la vida. Es pues en la esencia de las cosas como la revelación de ese secreto que causa la muerte y no es sin embargo este el gran arcano de la magia, pero el secreto del binario conduce al del cuaternario o más bien procede de él y se resuelve por el ternario que contiene la palabra del enigma de la esfinge, tal cual ha debido encontrarse para salvar la vida, espiar el crimen involuntario y asegurar el reino de Egipto.

El libro jeroglífico de Hermes, que se llama también el libro de Thot, el binario está representado, sea por una gran sacerdotisa que tiene los cuernos de Isis, la cabeza cubierta con un velo y un libro abierto, que oculta a medias con su manto, o, por la mujer soberana, la diosa Juno de los griegos, teniendo una mano elevada hacia el cielo y la otra descendiendo hacia la tierra, como si formulara por ese gesto el dogma único y dualista, que es la base de la magia, y que comienza los maravillosos símbolos de la tabla de esmeralda de Hermés.

Apocalipsis de San Juan

En el Apocalipsis de San Juan es cuestión de dos testigos o mártires, a los cuales la tradición profética da los nombres de Elías y de Henoch, Elías, el hombre de la fe, del celo y de los milagros, y Henoch, el mismo a quien los egipcios han llamado Hermes, ya quien los fenicios honraban con el nombre de Cadmo, el autor del alfabeto sagrado y de la llave universal de las iniciaciones al Verbo, el padre de la cábala, aquel que, según las alegorías santas, no ha muerto como los demás hombres, sino que ha sido llevado ante que penetra en todas las cosas; ese rayo desprendido del nimbo del cielo para volver al final de los tiempos.

Se decía, poco más o menos, idéntica cosa del mismo San Juan, quien encontró y explicó en su Apocalipsis los símbolos del Verbo de Henoch. Esta resurrección de San Juan y de Henoch, esperaba al final de siglos y siglos de ignorancia, será la renovación de su doctrina por la inteligencia de las claves cabalísticas que abren el templo de la unidad y de la filosofía universal, demasiado tiempo oculta y reservada solamente a los elegidos que el mundo hace morir.

Pero ya hemos dicho que la reproducción de la unidad por el binario conduce forzosamente a la noción y al dogma de los ternarios, y llegamos, por fin, a ese gran número que es la plenitud y el verbo perfecto de la unidad.

El número dos, o la duada. El nombre de la segunda Sephira  es Chokmah sabiduría, una potencia masculina reflejada de Kether. Esta sephira pertenece obviamente a la actividad del Padre, a quien se une la Madre, que es el número 3. Esta segunda sephira está representada por los nombres divinos (IH), Yah, y (IHVH), Yehovah; y las huestedes angelicales Auphanim, las Ruedas (Ezequiel). También se llama (AB-aleph y beth) , el Padre Beth: El juglar con el secreto del universo. La duada, las superficiales derivadas por reflejo del “1”, 1/1, o por la revolución de su línea hasta el fin. El demiurgo. La voluntad divina. El Padre. El ego que piensa “YO”, una falsedad porque al pensar “YO” se niega el “YO NO”, y así se ha creado la duada.

(1) Kether= 1

(2)Chokmah=  1+2= 3

El segundo nombre es Yah:

YOD

Yod, o tetragrammaton unido al YOD; su numeración sefirótica corresponde a Chokmah  (Sabiduría). Simboliza la divinidad como plenitud de ideas y como lo primero que ha sido engendrado, y se atribuye al Hijo. Su influencia se ejerce sobre la esfera de los Querubines (llamados Ophanim por los Hebreos), sobre las Formas o Ruedas y desde allí, sobre el cielo de las estrellas fijas, configurando así muchas imágenes que encierran ideas en su esencia, y esclareciendo de esta forma el caos o confusión de las materias, por acción de su inteligencia específica, denominada Raziel, que fue también la Entidad de Adán.

HÉ (2 Sacerdotisa)

El Yo no puede concebirse sino por oposición al No-Yo; tan pronto como se produce la afirmación del Yo, es preciso concebir una reacción instantánea del Yo-Absoluto sobre sí mismo, de donde será extraída la noción de su existencia mediante una cierta división de la Unidad. Tal es el origen de la dualidad, del Binario y la Oposición, que son una imagen de lo femenino igual que la unidad es símbolo de lo masculino. Así el número 10 se divide al oponerse a sí mismo 10/2= 5, número que corresponderá a la letra Hé, o segunda letra del gran nombre sagrado.

De tal manera, Hé viene a representar el principio pasivo, en forma complementaría a Yod, que simboliza el activo; es en otras palabras, el No-yo relacionado con el Yo, la mujer en relación al hombre, la sustancia en relación a la esencia, la vida en relación al alma, etc.

2 Beth

El segundo nombre divino, correspondiente a esta letra es: Bachour  (claridad, juventud), y  designa los ángeles del segundo orden Ofanim   Formas o ruedas.

Los Querubines (por medio de su ministerio, Dios ordena el caos). Su numeración cabalística corresponde a Chokmah, la sabiduría.

La naturaleza no tiene un centro; cualquier punto que podamos imaginar es el centro de  círculos que se pueden multiplicar hasta el infinito.

La letra beth en hebreo se forma con la unión de dos líneas, una curva, la otra recta horizontal. Estas dos líneas representan el movimiento y la vida.

La línea recta horizontal es la imagen jeroglífica del principio generador pasivo, el substratum, de la materia idealizada. es la exteriorización, la letra, el sujeto del verbo.

La letra beth se representa también a menudo por una figura compuesta por dos líneas rectas horizontales unidas por un segmento de curva para significar que la vida y la materia se reproducen por medio del movimiento.

El nombre de Abba, padre, del que proviene abad, contiene el misterio completo del gran binario, y constituye una exteriorización, una explicación del tetragrama sagrado.

Aleph-Beth explican Jod-Hé. Dé esta palabra, dándole la vuelta, su sombra, Beth-Aleph, y tendremos la palabra Abba.

Si separamos Beth de Aleph, tendremos la unidad simple. Constituirá el primer número exterior y en lugar de la unidad principio tendremos la unidad número.

Pero es la unidad decapitada, Truncatio regni, como dicen los Cabalistas, y si no la ponemos en relación con Aleph afirmamos el efecto por la causa.

Es así como se produce el mal binario o el culto de la naturaleza sin autor.

Es el crimen de Tifón, que vuelve viuda a Isis y que dispersa a los miembros de Osiris.

La naturaleza misma, Isis, encontrará los miembros de su esposo excepto el órgano reproductor (pene), el Jod inefable que está oculto en la cuna de Moisés y que no puede llegar a ser conocido por la naturaleza más que por la revelación del superior.

También en los jeroglíficos sagrados de Egipto el órgano de Osiris está representado por un ojo abierto, acompañado de los signos de la virilidad, ya que el jod divino es inteligencia y luz y la naturaleza no explica a Dios, sino que concede al hombre un ojo interior que puede abrirse para contemplar la verdad.

Por eso Osiris no es ni un hombre ni un Dios, sino una imagen, una sombra.

Por ello la última palabra de los antiguos misterios era ésta, echada al pasar en el oído del neófito: “Osiris en un Dios negro”. Y lo mismo se aplica a cualquier Dios antropomorfo.

Entre la divinidad y la humanidad sólo existe una alianza posible. Es la unión hipostática del verdadero Dios con un hombre real.

Los manuscritos sánscritos más antiguos sobre Astronomía principian sus series de Nakshatras, los veintisiete asterismos lunares, con el signo de Krittikâ, y esto puede apenas remontar su antigüedad más allá de 2.780 años antes de Cristo. Esto es con arreglo al “Calendario Védico”, aceptado hasta por los orientalistas, aun cuando
resuelven la dificultad diciendo que el referido Calendario no prueba que los indios supieran nada de Astronomía en aquella fecha; y aseguran a sus lectores que, a pesar de los Calendarios, los Pandits indos han podido adquirir sus conocimientos de las casas lunares encabezadas por Krittikâ, de los fenicios, etc.

Como quiera que esto sea, las Pléyades constituyen el grupo central del sistema de la simbología sideral. Están situadas en el cuello de la constelación de Tauro, considerada por Mädler y otros, en Astronomía, como el grupo central del sistema de la Vía Láctea; y en la Kabalah y en el esoterismo Oriental, como el septenario sideral nacido del primer lado manifestado del triángulo superior, el triángulo oculto.

Este lado manifestado es Tauro, el símbolo del UNO (el número 1), o de la primera letra del alfabeto hebreo, Aleph (a) “toro” o “buey”, cuya síntesis es Diez (10) o Yod (y) , la letra y número perfectos. Las Pléyades (especialmente Alcione) son, pues, consideradas, hasta en Astronomía, como el punto central a cuyo alrededor da vueltas nuestro universo de estrellas fijas, el foco desde el cual y en el cual trabaja incesantemente el Aliento Divino, el Movimiento, durante el Manvantara. De aquí que, en los símbolos siderales de la Filosofía Oculta, este círculo, con la cruz de estrellas sobre su faz, sea el que represente el papel principal.

La Doctrina Secreta

La Doctrina Secreta nos enseña que todo en el Universo, así como el Universo mismo, se forma (se “crea”), durante sus manifestaciones periódicas, por el MOVIMIENTO acelerado puesto en actividad por el ALIENTO del Poder por Siempre desconocido –desconocido para la humanidad presente, en todo caso– dentro del mundo fenomenal. El Espíritu de la Vida y dé la Inmortalidad era simbolizado en todas partes por un círculo, de aquí que la serpiente mordiéndose la cola represente el Círculo de la Sabiduría en el Infinito; como sucede con la cruz astronómica, la cruz dentro del círculo, y el globo con el aditamento de dos alas, el cual se convertía entonces en el Escarabajo sagrado de los egipcios, siendo su mismo nombre una indicación de la idea secreta que representaba.

Pues el Escarabajo es llamado en los papiros egipcios, Khopirron y Khopri, del verbo khopron, “devenir”; y por esto se ha hecho de él un símbolo y un emblema de la vida humana y de los sucesivos “devenires” del hombre a través de las diversas peregrinaciones y metempsicosis, o reencarnaciones, del alma libertada. Este símbolo místico muestra claramente que los egipcios creían en la reencarnación, y en las vidas y existencias sucesivas de la Entidad Inmortal. Como ésta, sin embargo, era una Doctrina Esotérica, revelada solamente en los Misterios por los Sacerdotes–hierofantes y los Reyes–iniciados a los Candidatos, era conservada secreta.

Las inteligencias Incorpóreas (los Espíritus Planetarios, o Poderes Creadores) eran siempre representados bajo la forma de círculos. En la primitiva Filosofía de los
Hierofantes, estos círculos invisibles eran las causas prototípicas y constructores de
todos los orbes celestes, que eran sus cuerpos visibles o cubiertas, cuyas almas eran
ellos. Ésta era, ciertamente, una enseñanza universal en la antigüedad. Según dice
Proclo:

Antes de los números matemáticos, hay números animados; antes que las cifras aparentes, las cifras vitales, y antes de producir los mundos materiales que se mueven en un círculo, el Poder Creador produjo los círculos invisibles.

“Deus enim et circulus est”

dice Ferecides en su Himno a Júpiter. Éste era un axioma hermético, y Pitágoras prescribía esta postración y colocación circular, durante las horas de contemplación. “El devoto debe imitar tan bien como le sea posible la forma de un círculo perfecto”, prescribe el Libro Secreto. Numa intentó vulgarizar la misma
costumbre entre la gente, dice Pierius a sus lectores; y Plinio dice:

Durante nuestro culto, arrollamos nuestros cuerpos, por decirlo así, formando un anillo totum corpus circumaginur.

Ezequiel

La Visión del profeta Ezequiel hace recordar forzosamente este misticismo del círculo, cuando contempló un “torbellino” del que salió “una rueda sobre la Tierra”, cuyo trabajo “era, como si dijéramos, una rueda en medio de una rueda”; “pues el espíritu de la criatura viviente estaba en las ruedas”. “[El Espíritu] da vueltas continuamente , y… retorna otra vez con arreglo a su circuito” (dice Salomón), a quien se hace en la traducción inglesa hablar del “viento”, y en el texto original se refiere tanto al espíritu como al sol. Pero el Zohar, la única glosa verdadera del predicador kabalista –explicando este versículo, que es quizás algún tanto oscuro y difícil de comprender– dice:

Parece decir que el sol se mueve en circuitos, mientras que se refiere al Espíritu bajo el sol, llamado el Espíritu Santo, que se mueve en sentido circular, hacia ambos lados, a fin de unirse (Él y el sol) en la misma Esencia.

El “Huevo de Oro” brahmínico, del cual surge Brahmâ, la Deidad Creadora, es el “Círculo con el Punto Central” de Pitágoras, y su símbolo apropiado. En la Doctrina Secreta, la Unidad oculta (ya la represente Parabrahman, o el “Gran Extremo” de Confucio, o la Deidad oculta por Phtah, la Luz Eterna, o hasta el Ain Soph judío), se ve siempre simbolizada por un círculo o el “cero”, (la No–Cosa y Nada absolutos, porque es lo Infinito y el TODO), mientras que el Dios–manifestado (por sus obras) se menciona como el Diámetro de ese Círculo.

Esto hace evidente el simbolismo de la idea subyacente: la línea recta que pasa por el centro de un círculo tiene longitud en el sentido geométrico, pero no tiene ancho ni espesor; es un símbolo imaginario y femenino, que cruza la eternidad, y hecho para descansar sobre el plano de existencia del mundo fenomenal. Tiene dimensiones, mientras que su círculo no tiene ninguna; o, usando un término algebraico, él es la dimensión de una ecuación. Otro modo de simbolizar la idea se ve en la Década sagrada Pitagórica, que sintetiza en el número dual Diez (el uno y un círculo o cero), el TODO Absoluto, manifestándose en el Verbo o Poder Generador de la Creación.

Lo mismo que los que florecieron en los días de Psamético, los filósofos contemporáneos “alzan el velo de Isis” porque Isis es el símbolo de la naturaleza; pero sólo ven formas físicas y el alma interna escapa a su penetración. La Divina Madre no les responde. Anatómicos hay que niegan la existencia del alma, porque no la descubren bajo las masas de músculos y redes de nervios y substancia gris que levantan con la punta del escalpelo.

Tan miopes son éstos en sus sofismas como el estudiante que bajo la letra muerta de la cábala no acierta a descubrir el vivificador espíritu. Para ver el hombre real que habitó en el cadáver extendido sobre la mesa de disección, necesita el anatómico ojos no corporales; y de la propia suerte, para descubrir la gloriosa verdad, cifrada en las escrituras hieráticas de los papiros antiguos, es preciso poseer la facultad de intuición, la vista del alma, como la razón lo es de la mente.

↓  En este video entenderemos bien que es la materia y acordaros, que Einstein dice que no existe la materia; es la frecuencia más lenta que percibimos con nuestros sentidos.

No perdáis la oportunidad de saber más y apuntaros al Curso de cábala oculta en el Tarot donde aprenderéis a interpretar todo esto, su simbología, el número pitagórico, alquimia, física cuántica y mucho más.

→   Ver la siguiente carta 3 Ghimel La Emperatriz

Esta información esta hilada de las siguientes Obras:

  • La Cábala tradición secreta de occidente (Papus)
  • Curso de filosofía oculta sobre la cábala y los números (Eliphas Levi)
  • Dogma y ritual de alta magia 1 y 2 ( Eliphas Levi)
  • El Tarot de los Bohemios ( Papus)
  • Gematria dogma cabalístico (Aleister Crowley)

Ana Suero Sanz

 

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