Samel El Diablo Curso de cábala oculta en el Tarot

Samek El Diablo

Samel El Diablo Curso de cábala oculta en el Tarot
Samek El Diablo

La decimoquinta lámina, Samek El Diablo, jeroglíficamente expresa las mismas ideas de la Zaïn, es decir una flecha, un arma cualquiera; mas en este caso la idea se completa mediante una nueva concepción: el movimiento circular realizado por la misma, lo que presupone que cualquier objeto en movimiento tendrá como signo representativo a la flecha (si este movimiento es circular). Ahora bien: el límite del círculo es la circunferencia; por lo tanto es la circunferencia la que delimita la superficie o área circunscripta por ella.

Esta idea de una circunferencia, cuyos límites no pueden ser sobrepasados, es lo que ha dado pie al concepto de destino, de fatalidad (superficie del círculo sobre la cual juega libremente la voluntad humana, pero cuya circunferencia señala el dominio del destino). La serpiente que se muerde la cola, es el símbolo que traduce el concepto anterior, al mismo tiempo que la imagen del año (anillo), y de las revoluciones fatales y determinadas de los tiempos.

La samech constituye el lazo (zaïn) reforzado y replegado sobre sí mismo. Como letra simple corresponde al signo zodiacal Sagitario.

En todas las cosmogonías, el diablo representa esa misteriosa fuerza astral cuyo origen revela el jeroglífico que caracteriza a samech. Una observación atenta del símbolo nos permitirá encontrar los mismos datos que hemos hallado ya en diversas láminas del Tarot, pero presentadas bajo un nuevo aspecto. En efecto, colocad al mago al lado del diablo y no tardaréis en descubrir que los brazos de ambos personajes realizan el mismo gesto, mas de una manera invertida. El mago dirige su mano derecha hacia el Universo y la izquierda hacia Dios; el diablo, en cambio, eleva la derecha hacia el cielo y la izquierda hacia la tierra. En lugar de la varita mágica e iniciatriz del mago, el diablo muestra la antorcha encendida, símbolo de la magia negra y de la destrucción.

Al lado del diablo, y equilibrados por él, se hallan dos personajes (que reproducen el mismo símbolo de las dos mujeres del arcano 6 —El enamorado—), y que también se hallan representados por los montantes de la horca del ahorcado (arc. 12).

La fuerza animatriz universal, representada por el arcano 3, se ha transformado aquí en la fuerza destructora universal. El cetro de Venus-Urano se ha transformado en la antorcha del demonio y las alas del ángel en los odiosos alones del Dios del mal.

El arcano 3 simboliza el Espíritu Santo o la providencia de Fabre D’Olivet.

15+3 = 18 ; 18/2 = 9

El arcano 9, término medio entre ambas figuras, simboliza la prudencia o la voluntad humana de Fabre D’Olivet.

El diablo ha materializado sobre su cabeza el fluido universal que envolvía la cabeza del mago, tal como lo demuestra los dos cuernos (los cuales muestran seis puntas cada uno) que lo decoran. Se halla sentado sobre un cubo que descansa sobre una bola, para indicar el dominio de la materia (cubo) sobre el espíritu (la esfera).

Del simbolismo de la 15ª lámina del Tarot se obtienen los siguientes significados:

EL DESTINO (el azar)

LA FATALIDAD, resultado de la “caída” de Adán-Eva.

3° El fluido astral que individualiza.

NAHASH, el guardián del umbral

Relaciones:

Jeroglífico primitivo: La Serpiente

Astronomía: Sagitario

Mes: Noviembre

Letra Hebraica: Samech (simple)

Significados:

EL DESTINO

El azar

LA FATALIDAD

Resultado de la caída de Adán-Eva

NAHASH

El Dragón del umbral

La Magia negra

Samael – Auxiliator

Penetramos en la magia negra. Vamos a afrontar, hasta en su santuario, al dios negro del Sabbat Sábado, al formidable macho cabrío de Mendés. Aquí, aquellos que tengan miedo, pueden dejar de leer , y las personas sujetas a impresiones nerviosas harán bien en distraerse o abstenerse; pero nosotros nos hemos impuesto una tarea y forzoso es llevarla a cabo.

Abordemos, pues, franca y audazmente el asunto: ¿Existe un diablo? ¿Qué cosa es un diablo? A la primera pregunta la ciencia se calla; la filosofía niega, al azar, y sólo la religión responde afirmativamente. A la segunda, la religión dice que el demonio es el ángel caído; la filosofía oculta acepta y explica esta definición. Ya volveremos sobre lo que hemos dicho al respecto; pero, permítasenos aquí una nueva revelación.

El Diablo en magia negra es el gran agente mágico empleado para el mal, por una voluntad perversa. La antigua serpiente de la leyenda no es otra cosa que el agente universal; es el fuego eterno de la vida terrestre; es el alma de la tierra y el foco viviente del infierno.

Ya hemos dicho que la luz astral es el receptáculo de las formas. Evocadas por la razón, esas formas se producen con armonía; evocadas por la locura, se aparecen desordenadas y monstruosas; tal es el origen de las pesadillas de San Antonio y de los fantasmas del aquelarre.

Las evocaciones de la goecia y de la demonomancia, ¿ofrecen o no resultados? Sí, ciertamente; un resultado incontestable y más terrible que cuanto pueden referir las leyendas. Cuando se llama al diablo con las ceremonias requeridas, el diablo acude y se le ve. Para no morir de espanto ante su presencia, para no volverse idiota, es preciso estar loco. Grandier era un libertino por indevoción, y quizá también por escepticismo; Girard había sido depravado y depravador por entusiasmo, por consecuencia del ascetismo y por las cegueras de la fe.

En el decimoquinto capítulo de nuestro Ritual, publicaremos todas las evocaciones diabólicas y las prácticas de la magia negra, no para que el lector se sirva de ellas, sino para que las conozca y las juzgue y pueda preservarse de semejantes aberraciones.

Question des espiritsEudes de Mirville, cuyo libro sobre los veladores parlantes ha hecho últimamente tanto ruido, puede estar a la vez contento y descontento de la solución que aquí ofrecemos de los problemas de la magia negra. En efecto, nosotros sostenemos como él la realidad y los maravillosos efectos; nosotros le asignamos, como él, por causa la antigua serpiente, el principio oculto de este mundo; pero no estamos de acuerdo sobre la naturaleza de ese agente ciego, que es al mismo tiempo, pero bajo diversas direcciones, el instrumento de todo bien y de todo mal, el servidor de los profetas y el inspirador de las pitonisas.

En una palabra, el diablo, para nosotros, es la fuerza puesta por un tiempo al servicio del error, como el pecado mortal es, en nuestro concepto, la persistencia de la voluntad en el absurdo. De Mirville tiene a veces razón, por una parte, en tanto que por la otra carece de ella.

Lo que es preciso excluir del reinado de los seres, es lo arbitrario. Nada llega ni por el azar, ni por la autocracia de una voluntad buena o mala. Hay dos cámaras en el cielo, y el tribunal de Satán está contenido en sus desplantes por el Senado de la divina sabiduría.

EL SABBAT DE LOS HECHICEROS

Hemos aquí llegado a este terrible número quince, que, en la clavícula del Tarot, presenta por símbolo a un monstruo, de pie sobre un altar, llevando una mitra y cuernos, con seno de mujer y las partes sexuales de un hombre; una quimera, una esfinge diforme; una síntesis de monstruosidades, y por debajo de esta figura leemos, en inscripción completamente franca, El Diablo.

Si nosotros abordamos aquí el fantasma de todos los espantos, el dragón de todas las teogonías, el Arimán de los persas, el Tifón de los egipcios, el Pitón de los griegos, la antigua Serpiente de los hebreos, la víbora, la tarasca, el mascarón, la gran bestia de la edad media, peor todavía que todo esto: el Baphomet de los Templarios, el ídolo barbudo de los alquimistas, el Dios obsceno de Mendés, el macho cabrío del Sabbat.

Nosotros publicamos a la cabeza de este Ritual la figura exacta de este terrible emperador de la noche, con todos sus atributos y todos sus caracteres.

Digamos ahora para edificación del vulgo, para satisfacción del señor Conde de Mirville, para justificación de Bodin, para mayor gloria de la iglesia, que persiguió a los Templarios, quemó a los Magos, excomulgó a los francmasones, etc., etc.; digamos repito audaz y altamente, que todos los iniciados en ciencias ocultas (hablo de los iniciados superiores y depositarios del gran arcano) han adorado, adoran todavía y adorarán siempre, a lo que está representado por este espantoso símbolo.

Si en nuestra convicción profunda, los maestros reales de la orden de los templarios, adoraban el Baphomet y le hacían adorar a sus iniciados, si han existido y pueden existir todavía, asambleas presididas por esta figura, sentada sobre un trono, con su antorcha ardiendo entre los cuernos, únicamente los adoradores de este signo no piensan como nosotros, que esa sea la representación del diablo, sino más bien la del dios Pan, el dios de nuestras escuelas de filosofía moderna, el dios de los teurgistas de la escuela de Alejandría y de los místicos neoplatonianos de nuestros días, el dios de Espinosa y de Platón, el dios de las primitivas escuelas gnósticas, el dios de Lamartine y de Victor Cousin, el mismo Cristo del sacerdocio disidente.

Esta última calificación, aplicada al macho cabrío de la magia negra, no asombrará a aquellos que estudien las antigüedades religiosas y que han seguido en sus diversas transformaciones las fases del simbolismo y del dogma, sea en la India, sea en el Egipto, sea en la Judea.

Baformet Samek El DiabloEl toro, el perro y el macho cabrío son los tres animales simbólicos de la magia hermética, en la cual se resumen todas las tradiciones del Egipto y de la India. El toro representa a la tierra o la sal de los filósofos; el perro es Hermanubis, el mercurio de los sabios, el fluido, el aire y el agua; el macho cabrío representa el fuego y es, al propio tiempo, el símbolo de la generación.

En Judea se consagraban dos machos cabríos, el uno puro el otro impuro. El puro, era sacrificado en expiación de los pecados; el otros, cargado por impregnaciones de esos mismos pecados, era enviando en libertad al desierto. ¡Cosa extraña, pero de un simbolismo profundo! ¡La reconciliación por la abnegación y la expiación por la libertad! Pues bien; todos los sacerdotes que se han ocupado del simbolismo judío, han reconocido en el macho cabrío inmolado, la figura de aquel que ha tomado dicen ellos la propia forma del pecado. Luego los gnósticos no estaban fuera de las tradiciones simbólicas, cuando daban al Cristo libertador la figura mística del macho cabrío.

Toda la Cábala y toda la Magia, se dividen, en efecto, entre el culto del macho cabrío sacrificado y del macho cabrío emisario. Hay, pues, la magia del santuario y la del desierto, la iglesia blanca y la iglesia negra, el sacerdocio de las asambleas públicas y el sanhedrín del sábado. El macho cabrío que está representado en el frontispicio de esta obra y aquí reproducimos, lleva sobre la frente el signo del pentagrama, con la punta hacia arriba, lo que basta para considerarle como símbolo de luz; hace con ambas manos el signo del ocultismo y muestra en alto la luna blanca de Chesed y en bajo la luna negra de Géburah.

.Este signo expresa el perfecto acuerdo de la misericordia con la justicia. Uno de sus brazos es femenino y el otro masculino, como en el andrógino de Khunrath, atributos que hemos debido reunir con los de nuestro macho cabrío, puesto que es un solo símbolo. La antorcha de la inteligencia, que resplandece entre sus cuernos, es la luz mágica del equilibrio universal; es también la figura del alma elevada por encima de la materia, aunque teniendo la materia misma, como la antorcha tiene la llama.

La repugnante cabeza del animal manifiesta el horror al pecado, cuyo agente material, único responsable, es el que debe llevar por siempre la pena; porque el alma es impasible en su naturaleza, y no llega a sufrir más que cuando se materializa. El caduceo que tienen en vez de órgano generador, representa la vida eterna; el vientre, cubierto de escamas, es el agua; el círculo, que está encima, es la atmósfera; las plumas que vienen de seguida, son el emblema de lo volátil; luego la humanidad está representada por los dos senos y los brazos andróginos de esa esfinge de las ciencias ocultas. He aquí disipadas las tinieblas del santuario infernal; he aquí la esfinge de los terrores de la edad media, adivinada y precipitada de su trono; ¿quomodo cecidisti, Lucifer?

El terrible Baphomet no es ya, como todos los ídolos monstruosos, enigma de la ciencia antigua y de sus sueños, sino un jeroglífico inocente y aun piadoso. ¿Cómo podría el hombre adorar a la bestia, cuando ejerce sobre ella un soberano imperio? Digamos en honor de la humanidad, que jamás ha adorado a los perros y a los machos cabríos, más que a los corderos y a los pichones.

El punto a jeroglíficos, ¿por qué no un macho cabrío lo mismo que un cordero? En las piedras sagradas de los cristianos gnósticos de la secta de Basilio, se ven representaciones del Cristo, bajo las diversas figuras de los animales de la Cábala; tan pronto es un toro, como un león; tan pronto una serpiente con cabeza de león, como otra serpiente con cabeza de toro; por todas partes lleva, al mismo tiempo, los atributos de la luz, como nuestro macho cabrío, que su signo del pentagrama prohíbe tomar por una de las fabulosas figuras de Satán.

Digamos muy alto, para combatir los restos de maniqueísmo, que todavía se advierten a diario en nuestros cristianos, que Satán, como personalidad  superior y como potencia, no existe. Satán, es la personificación de todos los errores, de todas las perversidades y, por consiguiente, también de todas las debilidades. Si puede definirse a Dios, diciendo “aquél que existe”, ¿no puede definirse a su antagonista y enemigo como “aquel que necesariamente no existe?” 

La afirmación absoluta del bien implica la negación absoluta de mal; así en la luz la misma sombra es luminosa. Así es, también, como los espíritus extraviados son buenos por lo que tienen de ser y de verdad. No hay sombras sin reflejos, ni noches sin luna, sin fosforescencias y sin estrellas. Si el infierno es una justicia, es un bien. Nadie ha blasfemado jamás de Dios. Las injurias y las burlas que se dirijan a sus desfiguradas imágenes no le alcanzan. Acabamos de nombrar el maniqueísmo, y es por esa monstruosa herejía como podemos explicarnos las aberraciones de la magia negra.

El dogma de Zoroastro, mal comprendido, la ley mágica de las dos fuerzas que constituyen el equilibrio universal, han hecho imaginar a algunos espíritus ilógicos una divinidad negativa, subordinada, pero hostil a la divinidad activa. Es así como se forma el binario impuro. Se ha tenido la locura de dividir a Dios; la estrella de Salomón fue separada en dos triángulos, y los maniqueos imaginaron una trinidad de la noche. Ese Dios malo, nacido en la imaginación de los sectarios, se convirtió en el inspirador de todas las locuras y de todos los crímenes.

Se le ofrecieron sangrientos sacrificios; la idolatría monstruosa reemplazó a la verdadera religión; la magia negra hizo calumniar la alta y luminosa magia de los verdaderos adeptos, y hubo en las cavernas y en lugares desiertos horribles conventículos de brujos y vampiros, porque la demencia se cambia pronto en frenesí, y de los sacrificios humanos a la antrofagia, no hay nada más que un paso.

Los misterios del sabbat han sido diversamente referidos; pero figuran siempre en los grimorios y en los procesos de magia. Pueden dividirse todas las revelaciones que se han hecho a este respecto en tres series: 1, los que se refieren a un sabbat fantástico e imaginario; 2, las que traicionan los secretos de las asambleas ocultas de los verdaderos adeptos; 3, las revelaciones de las asambleas locas y criminales, teniendo por fin las prácticas de la magia negra. 

Para un gran número de desdichados y de desdichadas, entregados a estas locas y abominables prácticas, el sabbat no era más que una amplia pesadilla en la que los sueños parecían realidades, y que ellos mismos se procuraban por medio de brebajes, fricciones y fumigaciones narcóticas. Porta, a quien ya hemos señalado como un mistificador, da en su Magia natural, la pretendida receta del ungüento de las brujas, por medio del cual se hacían transportar al sabbat.

Se compone la de mantequilla de niño, de acónito hervido con hojas de álamo y algunas otras drogas; después quiere que todo eso se mezcle con hollín de chimenea, lo que debe hacer poco atractiva la desnudez de las brujas que acuden al aquelarre frotadas con esa pomada.

He aquí otra receta más seria, ofrecida igualmente por Porta y que la transcribimos en latín para dejarle íntegro su sabor a Grimorio:

Recipe: suim, acorum vulgare, pentaphyllon vespertillionis sanguinem, solanum somniferum et oleum;

Todo hervido e incorporado junto hasta la consistencia de un ungüento. Pensamos que las composiciones opiáceas, la médula del cáñamo verde, la datura stramonium, el laurel, la almendra y otros opiáceos, entrarían con no menos éxito en semejantes composiciones. La mantequilla o la sangre de ciertas aves nocturnas, junto con esos narcóticos y con las ceremonias de la magia negra, pueden atacar a la imaginación y determinar la dirección de los sueños.

Es en los sabbats soñados de esta manera, a los que hay que atribuir las historias de machos cabríos que salen de un cántaro y entran después de la ceremonia, de polvos infernales recogidos detrás del mismo macho cabrío, llamado maestro Leonardo, festines en donde se comen fetos abortados, hervidos sin sal, con serpientes y sapos, o danzas en las que figuran animales monstruosos, u hombres y mujeres de formas imposibles, de orgías desenfrenadas, en las que los incubos reparten un esperma frío.

Sólo la pesadilla puede producir semejantes cosas y sólo ella puede explicarlas. El desgraciado cura Gaufridy y su perversa penitente Magdalena de la Palaud, se volvieron locos por semejantes sueños y se comprometieron por sostenerlos hasta en la hoguera. Es preciso leer en su proceso las declaraciones de esos pobres enfermos para comprender hasta qué aberraciones puede conducir una imaginación enferma.

Pero, el sabbat, no ha sido siempre un sueño y ha existido realmente; aun existen asambleas secretas y nocturnas, en donde se han practicado o se practican los ritos del antiguo mundo; de esas asambleas, las unas tienen un carácter religioso y un fin social, no siendo las otras más que conjuraciones u orgías. Es desde este doble punto de vista, como vamos a considerar y a describir el verdadero sabbat, sea de la magia luminosa, sea de la magia de las tinieblas.

Cuando el cristianismo proscribió el ejercicio público de los antiguos cultos, los partidarios de las otras religiones se vieron reducidos a reunirse en secreto para la celebración de sus misterios. Estas reuniones eran presididas por iniciados, quienes establecieron entre los diversos matices de esos cultos perseguidos, una ortodoxia que la verdad mágica les ayudaba a establecer, con tanta mayor facilidad cuanto que la proscripción reunía las voluntades y apretaba los lazos de la confraternidad entre los hombres.

Así, pues, los misterios de Isis, de Ceres, Eleusina, de Baco, se reunieron a los de la buena diosa y a los del druísmo primitivo. Las asambleas se verificaban ordinariamente entre los días de Mercurio y de Júpiter, o entre los de Venus y Saturno; se ocupaban en ellas de los ritos de la iniciación, se cambiaban signos misteriosos, se entonaban himnos simbólicos, y se unían en banquetes, formando sucesivamente la cadena mágica por la mesa y por la baile; luego se separaban, no sin antes haber renovado sus juramentos ante los jefes y de haber recibido de ellos instrucciones.

El recipiendario del sabbat debía ser llevado a la asamblea, o mejor dicho, conducido con los ojos cubiertos por el manto mágico, en el cual se le envolvía por completo; se le pasaba sobre grandes hogueras y se hacía en su derredor ruidos espantosos. Cuando se le descubría el rostro se hallaba rodeado de monstruos infernales, y ante la presencia de un macho cabrío colosal, a quien se le obligaba a adorar. Todas estas ceremonias eran pruebas de su fuerza de carácter y de la confianza que le inspiraban sus iniciadores.

La última prueba, especialmente, era decisiva, porque se presentaba primero al espíritu del recipiendario, alguna cosa que tenía algo de humilde y ridículo; se trataba de besar respetuosamente el trasero del macho cabrío y la orden se comunicaba sin contemplación ni respecto al neófito. Si rehusaba, se le cubría la cabeza y se le transportaba lejos de la asamblea con tal velocidad, qué más podía creer que había sido transportado por una nube; si aceptaba, se le hacía girar alrededor del ídolo simbólico y allí encontraba no un objeto repulsivo y obsceno, sino el joven y gracioso rostro de una sacerdotisa de Isis o de Mala, que le daba un ósculo maternal, siendo luego admitido al banquete.

Cuanto a las orgías que, en muchas asambleas de este género, seguían al banquete, preciso es no creer que hayan sido generalmente admitidas en estos ágapes secretos, pero se sabe que muchas sectas gnósticas las practicaban en sus conventículos, desde los primeros siglos del cristianismo.

Que la carne haya tenido sus protestantes en siglos de ascetismo y compresión de los sentidos, no debe asombramos; pero no hay que acusar a la alta magia de desórdenes que jamás autorizó. Isis, es casta en su viudez; la Diana Pantea, es virgen; Hermanubis, teniendo ambos sexos no puede satisfacer ninguno; la Hermafrodita hermética, es casta. Apolonio de Tiana no se abandona jamás a las seducciones del placer; el emperador Juliano, era de una castidad severa; Plotino de Alejandría, era riguroso en sus costumbres como un asceta.

Paracelso, era tan extraño a las locuras del amor, que se creyó pertenecía a un sexo dudoso; Ramon Llull no fue iniciado en los últimos secretos de las ciencias, más que cuando un amor desesperado le hizo casto para siempre.

Es también una tradición de alta magia, que los pantáculos y los talismanes pierden toda su virtud, cuando el que los lleva penetra en una casa de prostitución, o comete adulterio. El sabbat orgíaco no debe, pues, ser considerado como el de los verdaderos adeptos.

Cuando al nombre de sabbat, se ha pretendido hacerle descender del de Sabasius; algunos han imaginado otras etimologías. La más sencilla, en nuestro concepto, es la que hace proceder la palabra Sabbat, del sábado judaico; puesto que es cierto que los judíos, los depositarios más fieles de los secretos de la Cábala, han sido casi siempre en magia los maestros más en boga en la edad media. El sabbat era, pues, el domingo de los cabalistas, el día de su fiesta religiosa, o más bien la noche de su asamblea regular. Esta fiesta, rodeada de misterios, tenía por salvaguardia el espanto mismo de las gentes, y escapaba a la persecución por el terror.

Cuando al sabbat diabólico de los nigromantes, era una falsificación del de los magos, y una asamblea de malhechores, que explotaba a los idiotas y a los locos. Se practicaban en ella ritos horribles y se componían abominables mixturas. Los brujos y las brujas, hacían en ella su policía, informándose los unos a los otros para sostener mutuamente su reputación de profecía y de adivinación, porque los adivinos eran entonces generalmente consultados y ejercían una profesión lucrativa y poderosa. 

Estas asambleas de brujas y brujos no podían tener y no tenían ritos regulares; todo dependía del capricho de los jefes y del vértigo de los asambleístas. Lo que contaban los que habían podido asistir a ellas, servía de tipo a todas las pesadillas de los sonadores, y es una mezcla de realidades imposibles y de ensueños demoníacos, descendientes de las extravagantes historias del sabbat que figuran en los procedimientos de magia y en los libros de Spranger, Delancre, Delrio y Bodin.

Los ritos del sabbat gnóstico se transmitieron a Alemania a una asociación que tomó el nombre de Mopses; reemplazaron el macho cabrío cabalístico por el perro hermético, y cuando había recepción de candidato o de candidata (porque la orden admite damas) se le conduce a la asamblea con ojos vendados; se hace alrededor de él o de ella un ruido infernal, que ha hecho dar el nombre de sabbat a todos los inexplicables rumores; se le pregunta: si tiene miedo del diablo, y después se le propone bruscamente la elección, entre besar el trasero del gran maestro o besar el de Mopse, que es una figura de perro recubierta de seda y sustituida del gran ídolo del macho cabrío de Mendés.

Los Mopses tienen por signo de reconocimiento una mueca ridícula, que recuerda las fantasmagorías del antiguo sabbat y las caretas de los asistentes. Por lo demás, su doctrina se resume en el culto del amor y de la libertad. Esta asociación se inició cuando la iglesia romana persiguió a la masonería. Los masones afectaban no reclutarse más que en el catolicismo y habían sustituido el juramento de recepción por una solemne promesa por el honor, de no revelar los secretos de la asociación. Era más que un juramento y la religión no tenían nada que decir.

Demonio piedra luna sol Samek El diabloEl Baphomet de los Templarios, es un nombre que debe leerse cabalísticamente, en sentido inverso, y está compuesto de tres abreviaturas:

TEM OHP AB, Templi omnium hominum pacis abbas, el padre del templo, paz universal de los hombres; el Baphomet era, según unos, una cabeza monstruosa; según otros, un demonio en forma de macho cabrío. Últimamente fue desenterrado un cofre esculpido de las ruinas de un antiguo templo, y los anticuarios observaron en él una figura baphomética, conforme en cuanto a los atributos, a nuestro macho cabrío de Mendés y a la andrógina de Khunrath. Esta figura es barbuda, con cuerpo entero de mujer; tiene en una mano el Sol y en otra la Luna, atados a unas cadenas. Es una hermosa alegoría que esa cabeza viril atribuya solo al pensamiento el principio iniciador y creador.

La cabeza aquí, representa el espíritu, y el cuerpo de mujer, la materia. Los astros encadenados a la forma humana y dirigidos por esa naturaleza, en la que la inteligencia es la cabeza, ofrecen también una hermosa alegoría. El signo en su conjunto, no ha dejado de ser considerado obsceno y diabólico por los sabios que los examinaron. Nadie se asombre después de esto, ver acreditarse en nuestros días todas las supersticiones de la edad media. Una sola cosa me sorprende, y es que, creyendo en el diablo y en sus acólitos, no se enciendan las hogueras. M. Venillot lo quería, y es preciso honrar a los hombres que tienen el valor de sus opiniones.

Prosigamos nuestras curiosas investigaciones y lleguemos a los más horribles misterios del grimorio, a los que se refieren a las evocación de los diablos y a los pactos con el infierno.

Después de haber atribuido una existencia real a la negación absoluta del bien; después de haber entronizado el absurdo y creado un dios de la mentira, restaba a la locura humana invocar a ese ídolo imposible y esto es lo que hicieron los insensatos.

Se nos escribió últimamente que el respetable P. Ventura, antiguo superior de los theatinos, examinador del obispos, etc., etc., después de haber leído nuestro Dogma, había declarado que la Cábala, en su concepto, era una invención del diablo y que la estrella de Salomón era otra astucia del mismo diablo, para persuadir al mundo de que él, el diablo, no era más que uno con Dios. ¡Y he aquí lo que enseñan seriamente los que son maestro en Israel! ¡El ideal de la nada y de las tinieblas inventando una sublime filosofía, que es la base universal de la fe y la bóveda maestra de todos los templos! ¡El demonio poniendo su firma al lado de la de Dios!

Mis venerables maestros en teología, vosotros sois más brujos que lo que se piensa y en cuanto vosotros mismos pensáis; y aquel que ha dicho: El diablo es embustero así como su padre, había podido, quizá, volvernos a decir algunas cosas sobre las decisiones de vuestras paternidades.

Los evocadores del diablo deben, ante todo, ser de la religión del P. Ventura y comprenderla como él. Para dirigirse a una potencia, es preciso creer. Dado un firme creyente en la religión del diablo, he aquí cómo deberá proceder para corresponder con su seudo-dios:

AXIOMA MÁGICO

En el circulo de su acción, todo verbo crea lo que afirma.

CONSECUENCIA DIRECTA

Aquel que afirma el diablo, crea o hace al diablo. Lo que hay que hacer para lograr éxito en las evocaciones infernales:

1 Una pertinacia invencible.

2 Una conciencia a la vez endurecida en el crimen y muy inaccesible a los remordimientos y al miedo.

3 Una ignorancia afectada o natural.

4 Una fe ciega en todo lo que no es creíble.

5 Una idea completamente falsa de Dios.

Hace falta seguidamente:

Primeramente, profanar las ceremonias del culto en que se crea, y pisotear los signos más sagrados. En segundo término, hacer un sacrificio sangriento. En tercer lugar, procurarse la horquilla mágica. Esta es una rama de un solo brote de avellano o de almendro, que es necesario cortar de un solo tajo con el cuchillo nuevo que debe de haber servido para el sacrificio; la varita debe terminar en forma de horquilla; será necesario herrar esta horquilla de madera con una horca de hierro o de acero, hecha con la misma hoja de cuchillo con que se haya cortado. 

Sería preciso ayunar durante quince días, no haciendo más que una sola comida en el día, sin sal, después de la puesta del sol; esta comida consistirá en pan negro y sangre sazonada con especies, sin sal o de habas negras y hierbas lechosas y narcóticas. Cada cinco días, embriagarse, después de la puesta del sol, con vino en el cual se habrá puesto en infusión durante cinco horas, cinco cabezas de adormideras negras y cinco onzas, o sea 144 gramos de cañamones triturados, todo esto contenido en un lienzo que haya sido hilado por una mujer prostituida (en rigor, el primer lienzo que se tenga a mano podrá servir). La evocación puede hacerse, sea en la noche del lunes al martes, sea en la del viernes al sábado.

Es necesario escoger un sitio solitario y abandonado, tal y como un cementerio frecuentado por los malos espíritus, una casa ruinosa en medio del campo, la cripta de un convento abandonado, el lugar en donde se ha cometido un asesinato, un altar druídico o un antiguo templo de ídolos.

Es preciso proveerse de un sayo negro, sin costuras y sin mangas, de un capacete de plomo, constelado con los signos de la Luna, de Venus y de Saturno, de dos velas de sebo humano, colocadas en candeleros de madera negra, tallados en forma de media luna, de dos coronas de Verbena, de una espada mágica de mango negro, de la horquilla negra, de un vaso de cobre que contenga la sangre de la víctima, de un pebetero para los perfumes, que serán: incienso, alcanfor, áloes, ámbar gris y estoraque, todo esto triturado y hecho pastillas, que se amasarán con sangre de macho cabrío, de topo y de murciélago.

También será necesario tener cuatro clavos arrancados del ataúd de un supliciado, la cabeza de un gato negro, alimentado con carne humana durante cinco días, un murciélago ahogado en sangre, los cuernos de un macho cabrío cum quo puella concubuerit, y el cráneo de un parricida.

Grimonio diabólico Samek El DiabloTodos estos objetos horribles y muy difíciles de conseguir, una vez reunidos, he aquí cómo se disponen: Se traza un círculo perfecto con la espada, reservándose, sin embargo, una ruptura para salir, o un camino de salida; en el círculo se inscribe un triángulo, se colora con la sangre el pantáculo trazado con la espada; después, en uno de los ángulos se coloca el trípode, que también debemos contar entre los objetos indispensables; en la base opuesta del triángulo se hacen tres pequeño círculos, para el operador y sus dos ayudantes, y detrás del círculo del operador, se traza, no con la sangre de la víctima, sino con la misma sangre del operador, la propia insignia del lábaro, o el monograma de Constantino. El operador, o sus acólitos deben tener los pies desnudos y la cabeza cubierta.

Se habrá llevado también la piel de la víctima inmolada; esta piel, cortada en tiras, se colocará en el círculo, se formará con ella otro círculo interno, que se fijará en los cuatro rincones con los cuatro clavos del supliciado; cerca de los cuatro clavos, y fuera del círculo, se colocará la cabeza del gato, el cráneo humano, o más bien, inhumano, los cuernos del macho cabrío y el murciélago; se les aspergerá con una rama de abedul empapada en la sangre de la víctima; después se encenderá un fuego de madera de chopo y de ciprés; las dos velas mágicas se colocarán a derecha e izquierda del operador, en las coronas de verbena. 

Pronunciaránse entonces las fórmulas de evocación que se encuentran en los elementos mágicos de Pedro de Apono o en los grimorios, sean manuscritos sean impresos. El del Gran grimorio, repetido en el vulgar Dragón Rojo, ha sido voluntariamente alterado al imprimirlo. He aquí tal y como hay que leerla:

«Por Adonaï Eloïm, Adonal, Jehová, Adonaï Sabaoh, Matraton, On Agla, Adonaï, Mathon, verbum pythonicum, mysterium salamandæ, conventus sylphorum, anisa gnomorum, dæmonia Coeli, Gad, Almousin, Gibor, Jehosua, Evam, Zariatnatmik, veni, veni, veni.»

La gran llamada de Agrippa, consiste solamente en estas palabras: Dies Mies Jeschet Boenedoesef Douvema Enitemaus. Nosotros no nos vanagloriamos de comprender el sentido de estas palabras, que quizá no lo tengan, por lo menos no deben tener ninguno que sea razonable, puesto que ellas tienen el poder de evocar al diablo, que es la soberana sinrazón. Pico de la Mirándola, sin duda por el mismo motivo, afirma que en magia negra las palabras más bárbaras y las más absolutamente ininteligibles, son las más eficaces y las mejores.

Las conjuraciones se repiten elevando la voz y con imprecaciones, amenazas, hasta que el espíritu responde. Acude, ordinariamente precedido de un viento fuerte, que parece estremecer todo el campo. Los animales domésticos tiemblan entonces y se esconden; los asistentes sienten un soplo en su rostro y los cabellos, humedecidos por un sudor frío, se erizan.

Firmas comprobadas jurídicamente (¡jurídicarnente! ¡ Oh, señor conde de Mirvillel) y

conservadas en los archivos judiciarios, como piezas de convicción en el proceso del desgraciado Urbano Grandier.

Firmas demonio Samek El Diablo

Estas signaturas, o firmas, están puestas en la parte baja de un pacto del cual Collin de Plancy dio el facsímile en el atlas de su Diccionario Infernal, y que lleva este apostillado: «La minuta está en el infierno, en el gabinete de Lucifer», dato bastante precioso acerca de un sitio mal conocido y de una época nada remota con relación a la nuestra, pero anterior, sin embargo, al proceso de los jóvenes Labarre y d.Etalonde, quienes, como todo el mundo lo sabe, fueron contemporáneos de Voltaire.

La evocaciones iban con frecuencia seguidas de pactos que se escribían en pergamino de piel de macho cabrío, con una pluma de hierro, empapada en sangre, que debía extraerse del brazo izquierdo. El pacto se hacía por duplicado, llevándose una copia el maligno y quedando la otra en poder del réprobo voluntario. Los compromisos recíprocos eran: para el demonio, servir al brujo durante un cierto número de años, y para el brujo, pertenecer al demonio después del tiempo determinado.

La iglesia, en sus exorcismo, ha consagrado la creencia en todas estas cosas, y puede decirse, que la magia negra y su príncipe tenebroso, son una creación real, viviente, terrible, del catolicismo romano; son, asimismo, su obra especial y características, porque los sacerdotes no inventan tampoco a Dios. También los verdaderos católicos tienden a la conservación, y hasta a la regeneración de la gran obra, que es la piedra filosofal del culto oficial y positivo.

Se dice que en el lenguaje carcelario, los malhechores llaman al diablo el panadero. Todo nuestro deseo, y conste que aquí no hablamos como mago, sino como niño entregado al cristianismo y a la iglesia, a la cual debemos nuestra primera educación y nuestros primeros entusiasmos; todos nuestros deseos repetimos consisten en que el fantasma de Satán, no pueda también ser llamado el panadero de los ministros de la moral y de los representantes de la más elevada virtud. ¿Se comprenderá nuestro pensamiento y se nos perdonará la audacia de nuestras aspiraciones a favor de nuestra abnegación y de la sinceridad de nuestra fe?

La magia creadora del demonio, esa magia que ha dictado el grimorio del papa Honorio , el Enchirindion del Papa Leon III, los exorcismos del Ritual, las sentencias de los inquisidores, las requisitorias de Laubardemont, los artículos de los hermanos Veuillot, los libros de los Sres. Falloux, de Montalembert, de Mirville, la magia de los brujos y de los hombres piadosos, que no son tales, es algo verdaderamente condenable en los unos y de infinitamente lamentable en los otros. Es, del espíritu humano, la idea fundamental a que obedece la publicación de nuestro libro. ¿Puede servir al éxito de esta obra santa?

Pero todavía no hemos mostrado esas obras impías en toda su deleznable torpeza y en toda su monstruosa locura; es preciso remover el sangriento fango de las supersticiones pasadas, es necesario compulsar los anales de la demonomancia, para percibir ciertos sucesos sucedidos que la imaginación no inventaría por sí sola. El cabalista Bodin, israelita por convicción y católico por necesidad, no ha tenido otra intención en su denomonomancia de la brujería, que atacar al catolicismo en sus obras y de cogerle los dedos por decirlo así en el más grande de todos los abusos de su doctrina.

La obra de Bodin, es profundamente maquiavélica y hiere en pleno corazón a las instrucciones y a los hombres, a quienes parece defender. Difícilmente se imaginaría, sin haberle leído, todo cuanto ha recogido y amontonado, en cuanto se refiere a vergonzosas y repugnantes historias, actos de superstición que asquean, decretos y ejecuciones de una ferocidad estúpida ¡Quemadlo todo!, parecían decir los inquisidores; Dios reconocerá perfectamente a los suyos…! Pobres locos, mujeres histéricas, idiotas, todo, todo era quemado, sin misericordia, por el delito de magia; pero, también, ¡cuántos grandes culpables escapaban a tan injusta y sanguinaria justicia.

Esto es lo que Bodin nos hace saber cuando nos refiere anécdotas del género de la que atribuye a la muerte del rey Carlos IX. Es una abominación poco conocida y que no ha tentado todavía, al menos que lo sepamos, aun en las épocas de las más febriles y desoladoras literaturas, el verbo de ningún novelista. Atacado de un mal que ningún médico podía descubrir la causa, ni explicarse a los espantosos efectos y síntomas, el rey Carlos IX iba a morir.

La reina madre, que le dominaba por completo y que podía perder toda su influencia bajo otro reinado; la reina madre, a quien se suponía causante de esa misma enfermedad, aun en contra de sus propios intereses, porque esa mujer era capaz de todo, de ocultas astucias y de intereses desconocidos, consultó primero a sus astrólogos respecto al Rey, recurriendo luego a las más detestables de las magias. El estado del enfermo empeoraba de día en día, hasta el punto de hacerse desesperado.

En vista de esta situación quiso consultar el oráculo de la cabeza sangrienta, y he aquí cómo se procedió a esta infernal operación: Se buscó un niño, hermoso de rostro e inocente de costumbre; se le hizo preparar en secreto para su primera comunión por un limosnero de palacio; cuando llegó el día, mejor dicho, la noche del sacrificio, un fraile jacobino, apóstata y entregado al ejercicio oculto de la magia negra, al comenzar la media noche, en la propia alcoba del enfermo y en presencia únicamente de Catalina de Médicis y de sus fieles, se procedió a decir lo que entonces se llamaba la misa del diablo.

Esta misa, celebrada ante la imagen del demonio, teniendo bajo sus pies una cruz invertida, el hechicero consagró dos hostias, una negra y otra blanca. La blanca fue servida al niño, a quien se le condujo vestido como para un bautismo y a quien se degolló sobre las mismas gradas del altar, inmediatamente que hubo comulgado. Su cabeza, separada del cuerpo de un solo tajo, fue colocada, completamente palpitante, sobre la gran hostia negra, que cubría el fondo de la patena, y después llevada encima de una mesa, en la que ardían dos misteriosas lámparas.

Entonces comenzó el exorcismo y el demonio hubo de ser colocado en situación de pronunciar un oráculo y de responder por la cabeza y la boca de esa cabeza, a una pregunta secreta que el rey no osaba hacer en voz alta y que ni siquiera había confiando a nadie. Entonces una voz débil, una voz extraña que no tenía nada de humana, salió de la pobre y sangrienta cabecita del pequeño mártir. «Soy a ello forzado», decía esa voz en latín: Vim parior. A esta respuesta, que anunciaba sin duda el enfermo que el infierno no le protegía ya, un temblor horrible se apoderó de él y sus brazos se retorcieron… Luego gritó con voz ronca: «¡Alejad esa cabeza, alejad esa cabeza! », y hasta que exhaló su último suspiro no se le oyó decir otra cosa.

Aquellos de sus servidores, que no habían sido confidentes del afrentoso secreto, creyeron que el rey se hallaba perseguido por el fantasma de Coligny, y que creía ver constantemente la cabeza del ilustre almirante; pero lo que agitaba al moribundo, no era ya un remordimiento, sino un espanto sin esperanza y un infierno anticipado.

Esta negra leyenda mágica de Bodin recuerda las abominables prácticas y el suplicio bien merecido, de Gilles de Laval, Señor de Raíz, que pasó del escepticismo a la magia negra, y se entregó para captarse la protección de Satán, a los más asquerosos y criminales sacrificios. Este loco declaró en su proceso que Satán se le había aparecido con frecuencia, pero que le había engaitado siempre, prometiéndole tesoros, que no le entregó nunca. De las informaciones jurídicas resultó que muchos centenares de infortunados niños habían sido víctimas de las concupiscencias y de la locuras de este asesino.

  1. (IH), Jah (Yah), uno de los Nombres inefables. El Padre y la Madre Unidos. el número Místico de Geburah: 1+2+3+4+5.

Nombre divino: Samek (Fúlgido, firme), que es el 8º nombre de Dios; su esfera es la de Mercurio, cuya primera inteligencia se denomina Mikael.

El bosco 1 El bosco 2

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→    Ver la siguiente carta 16 Aïn La Torre

 

Los he hilado de las siguientes obras:

  • La Cábala tradición secreta de occidente (Papus)
  • Curso de filosofía oculta sobre la cábala y los números (Eliphas Levi)
  • Dogma y ritual de alta magia 1 y 2 ( Eliphas Levi)
  • El Tarot de los Bohemios ( Papus)
  • Gematria dogma cabalístico (Aleister Crowley)

Ana Suero Sanz

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