Shin El Loco Curso de cábala oculta en el Tarot

Shim El Loco

Shin El Loco Curso de cábala oculta en el Tarot
Shin El Loco

La vigésimo primera lámina, Shim El Loco, jeroglíficamente expresa lo mismo que la zaïn y la samech; es una flecha, un objeto que persigue una meta. Mas el movimiento, directo en la zaïn y circular en la samech, adquiere aquí las características de un movimiento rítmico y periódico, tal como ocurre con el péndulo. Por esto la schïn es el signo de la duración relativa y del movimiento alternativo, mientras que la samech expresa el movimiento cíclico y, en consecuencia, la duración absoluta. Esta letra es una de las tres letras madres.

Un hombre de aspecto distraído y cubierto con un bonete de loco, una alforja a la espalda y el traje deshilachado, camina sin preocuparse, al parecer, de que un perro le muerde la pierna. Marcha sin mirar el precipicio que se abre a sus pies y en el cual se halla un cocodrilo dispuesto a devorarlo. Es la imagen de la situación a que arriba el ser humano cuando sus pasiones lo dominan. Desde el punto de vista moral, estos cuatro versos de Eliphas Levi explican magníficamente el simbolismo.

Sufrir es trabajar, es cumplir su tarea. Desgraciado de los perezosos que duermen sobre el camino.

El dolor, como un perro, muerde los talones del cobarde, quien por un solo día perdido, sobrecarga su mañana.

1° Regreso, en forma más activa, al mundo divino. La personalidad se afirma El movimiento de duración relativa

2° La intelectualidad se perfila bajo la influencia de la evolución : La intervención, el instinto.

3° La materia alcanza su máximo de progresión material: El Reino animal.

Relaciones:

JEROGLÍFICO PRIMITIVO: Una Flecha

LETRA HEBRAICA: Schin (una de las tres letras madre)

Significados:

EL MOVIMIENTO DE DURACIÓN RELATIVA

El Instinto

LA INERVACIÓN

EL REINO ANIMAL

La adivinación 

(El Arcano del Loco en todos los libros de Eliphas Levi va marcado con el número 21, 2+1=3 al igual que en cábala es su numeración por letra).

Dentes – Furca – Amens

El autor de este libro ha osado mucho en su vida, y jamás un temor ha tenido su pensamiento cautivo. No es, sin embargo, sin un legítimo terror como llega al final del dogma mágico.

Se trata ahora de revelar, o más bien, de volver sobre el gran Arcano, ese terrible secreto, ese secreto de vida y de muerte, manifestando en la Biblia por aquellas formidables y simbólicas palabras de la serpiente, también simbólica:

I NEQUAQUAN HORIEMINI, II SED ERITIS, III SICUT DII, IV SCIENTES BONUM ET MALUM.

Uno de los privilegios del iniciado en el gran Arcano y aquel que resume todos los demás es el de la Adivinación. Según el sentido vulgar de la palabra, adivinar significa conjeturar lo que se ignora; pero el verdadero sentido de la palabra es inefable a fuerza de ser sublime. Adivinar (divinari) es ejercer la divinidad.

La palabra divinus, en latín significa algo más que la otra palabra divus, cuyo sentido es equivalente a hombre dios. Devin, en francés, contiene las cuatro letras de la palabra Diau (Dios), más la letra N que corresponde por su forma al aleph hebreo y que manifiesta cabalística y jeroglíficamente el gran Arcano, cuyo símbolo en el Tarot, es la figura del batelero.

Aquel que comprenda perfectamente el valor numeral absoluto de multiplicada por N, con la fuerza gramatical de la N final en las palabras ciencia, arte, potencia, adicionando después las cinco letras de la palabra DEVIN, a fin de hacer entrar cinco en cuatro, cuatro en tres, tres en dos y dos en uno, aquel al traducir el número que encuentre en letras hebraicas primitivas, escribirá el nombre oculto del gran Arcano y poseerá una palabra de la que el mismo santo tetragrama no más que el equivalente y como la imagen.

Ser adivino, según la fuerza de la palabra, es, pues, ser divino, y algo más misterioso todavía. Los dos signos de la divinidad humana, o de la humanidad divina, son las profecías y los milagros.

Ser profeta es ver por anticipado los efectos que existen en las causas; es leer en la luz astral; hacer milagros, es obrar valiéndose del agente universal y someterle a nuestra voluntad. Se preguntará al autor de este libro si es profeta y taumaturgo. Que los curiosos averigüen y lean todo cuanto ha escrito antes de ciertos acontecimientos que se han verificado en el mundo. Cuanto a lo que han podido decir y hacer, si lo refiriera, y si en ello hubiera realmente algo maravilloso, ¿se le creería bajo su palabra?

Además, una de las condiciones esenciales de la adivinación, es la de no verse obligado a ella, no someterse nunca a la tentación, es decir, a la prueba. Nunca los maestros de la ciencia han cedido a la curiosidad de nadie. Las sibilas queman sus libros cuando Tarquino rehúsa apreciarlos en su justo valor; el gran Maestro se calla cuando se solicitan de él signos de su misión divina Agrippa muere de miseria antes de obedecer a aquellos que solicitan de él un horóscopo. Dar pruebas de la ciencia a aquellos que dudan de la ciencia misma, es iniciar a indignos, es profanar el oro del santuario, es merecer la excomunión de los sabios y la muerte de los reveladores.

La esencia de la adivinación, es decir, el gran Arcano mágico, está figurado por todos los símbolos de la ciencia, y se liga estrechamente con el dogma único y primitivo de Hermes.

En filosofía da la certeza absoluta, en religión el secreto universal de la fe, en física, la composición, la descomposición, la recomposición, la realización y la adaptación del mercurio filosofal, llamado azoth por los alquimistas; en dinámica, multiplica nuestras fuerzas por las del movimiento continuo; es a la vez místico, metafísico y material con correspondencias de efectos en los tres mundos; procura caridad en Dios, verdad en ciencia y oro en riqueza, porque la transmutación metálica es, a la vez, una alegoría y una realidad, como lo saben bien todos los adeptos de la verdadera ciencia.

Sí, se puede real y materialmente hacer oro con la piedra de los sabios, que es un amalgama de sal, de azufre y de mercurio combinados tres veces en azoth por una triple sublimación y una triple fijación. Sí, la operación es con frecuencia fácil y puede hacerse en un día, en un instante; otras veces requiere meses y aun años. Pero, para tener éxito en la gran obra, es preciso ser divinus, o adivino en el sentido cabalístico de la palabra y es indispensable haber renunciado, por interés personal, a las ventajas de las riquezas, de las cuales se convierte uno, de esa forma, en dispensador de ellas.

Raimundo Lulio enriquecía a los soberanos; sembraba a Europa con sus fundaciones y permanecía pobre; Nicholas Flamel, que está bien muerto, diga cuanto quiera la leyenda, no encontró la gran obra hasta después de haber conseguido, por el ascetismo, un desligamiento completo de las riquezas. Fue iniciado por el saber que le proporcionó repentinamente la lectura del libro de Asch de Mezareph, escrito en hebreo por el cabalista Abraham, el mismo quizá, que redactó el Sepher Jezirah. Ahora bien, ese saber, fue en Flamel, una intención merecida, o más bien posible por las preparaciones personales del adepto. Creo haber dicho bastante.

La adivinación, es, por tanto, una intención y la llave de ella está en el dogma universal y mágico de las analogías. Es por las analogías como el mago interpreta los sueños, como vemos en la biblia que lo hizo el patriarca José, en Egipto, porque las analogías en el reflejo de la luz astral son tan rigurosas como los matices de colores lo son en la luz solar y pueden ser calculadas y explicadas con la mayor exactitud. Únicamente que es indispensable conocer el grado de vida intelectual del soñador quien se revelará a sí mismo por completo, por sus propios sueños, hasta causar en él mismo, el mayor asombro.

El sonambulismo, los presentimientos y la segunda vista no son más que una predisposición, sea accidental, sea habitual, a soñar en un sueño voluntario, o en estado de vigilia, es decir, a percibir despierto los reflejos analógicos de la luz astral. Ya explicaremos todo esto en nuestro Ritual, cuando proporcionemos el medio, tan buscado, de producir y dirigir regularmente los fenómenos magnéticos.

Cuanto a los instrumentos adivinatorios son sencillamente un medio de comunicación entre el adivino y el consultante, y no sirven, con frecuencia, más que para fijar las dos atenciones y las dos voluntades, sobre un mismo signo; las figuras vagas, complicadas, móviles, ayudan a ensamblar los efectos de la luz astral, y así es como se ve en el poso del café, en las nubes, en la clara del huevo, etc., etc., formas fatídicas, existentes únicamente en lo translúcido, es decir, en la imaginación de los operadores.

La visión en el agua se opera por desvanecimiento y fatiga del nervio óptico, que cede sus funciones al translucido, y produce una ilusión en el cerebro que toma por imágenes reales los reflejos de la luz astral; así, las personas nerviosas, que tengan la vista debilitada y la imaginación viva, son más propias para este género de adivinación que excede a lo increíble, sobre todo, cuando se realiza por medio de niños.

No se desprecie, por tanto, la función que aquí atribuimos a la imaginación en las artes adivinatorias. Se ve, por la imaginación, sin duda, y esta es la parte natural del milagro; pero se ven cosas verdaderas y en esto es en lo que consiste lo maravilloso de la obra natural. Emplazamos a la experiencia a todos los adeptos. El autor de este libro ha empleado todos los métodos de experimentación y ha obtenido siempre resultados proporcionales con la exactitud de sus operaciones científicas y con la buena fe de los consultantes.

El Tarot, ese libro milagroso, inspirador de todos los libros sagrados de los antiguos pueblos, es, a causa de la precisión analógica de sus figuras y de sus números, el instrumento de adivinación más perfecto. Efectivamente, los oráculos de este libro son siempre rigurosamente verdaderos, por lo menos en un sentido, y cuando no predice nada, revela siempre cosas ocultas y ofrece a los consultantes los más sabios consejos.

Allieue, de peluquero que era, se convirtió en el siglo XVIII en cabalista, después de haber pasado treinta años meditando sobre el Tarot; Alliette, que se llamaba cabalísticamente Etteilla, al leer su nombre como se lee la escritura hebrea sagrada, estuvo a punto de encontrar todo cuanto había de oculto en ese extraño libro; pero, sucedió que, al separar las claves del Tarot, por no haberlas comprendido bien, invirtió el orden y el carácter de las figuras, sin destruir completamente las analogías.

Los escritos de Etteilla, ya muy raros, son fatigosos y oscuros. No todos ellos fueron impresos y los manuscritos de ese padre de los cartómagos modernos permanecen aún en manos de un librero de París, que tuvo la bondad de enseñármelos. Lo más notable que en ello pudo verse, es la pertinacia, la incontestable buena fe del autor, que presintió durante toda su vida la grandeza de las ciencias ocultas y que hubo de morir a la puerta del santuario sin poder penetrar en él y sin lograr descorrer el velo. Apreciaba poco a Agrippa y hacía mucho caso de Juan Belot, y no conocía nada la filosofía oculta de Paracelso; pero, en cambio, poseía una intuición muy ejercitada, una voluntad muy perseverante y más ensueño que juicio. Todo esto le impedía ser mago, pero hacía de él un adivino vulgar muy hábil y, por consiguiente, muy acreditado.

Shin El MagoAl decir, en nuestro Ritual, la última palabra sobre el Tarot, indicaremos el modo completo de leerle y de consultarle, tratando, no sólo de las probabilidades marcadas por el destino, sino también de los problemas de religión y de filosofía, acerca de los cuales da siempre solución exacta y precisa, si se explica uno en el orden jerárquico, las analogías de los tres mundos con tres colores y los cuatro matices que componen el septenario sagrado.

La ciencia de los profetas

Este capítulo está consagrado a la adivinación.

La adivinación, en su sentido más amplio y según la significación gramatical del vocablo, es el ejercicio del poder divino y la realización de la ciencia divina.

Es el sacerdocio del mago.

Pero la adivinación en concepto general se refiere más especialmente al conocimiento de las cosas ocultas.

Conocer los pensamientos más secretos de los hombres penetrar los misterios del pasado y del porvenir, evocar de siglo en siglo la revelación rigurosa de los efectos por la ciencia exacta de las causas, he aquí a lo que se llama universalmente adivinación.

De todos los misterios de la naturaleza, el más profundo es el del corazón del hombre; y, sin embargo, la naturaleza no permite que esa profundidad sea inaccesible A pesar del más profundo disimulo a pesar de la política más hábil, traza por sí misma y deja observar en las formas del cuerpo, en la luz de las miradas en los movimientos en el modo de andar en la voz, en fin, mil indicios reveladores.

El perfecto iniciado no tiene necesidad ni aun de esos indicios; ve la verdad en la luz, siente una impresión que le manifiesta al hombre de cuerpo entero, atraviesa los corazones con su mirada y debe aun fingir ignorar, para desarmar así el miedo o el odio de los malvados, a quienes conoce por completo.

El hombre que no tiene o tiene mala conciencia, cree siempre que se le acusa, que se sospecha de él; se reconoce al decir cualquiera sátira que sea colectiva, pues la considerará hecha expresamente para él, y dirá que se le calumnia.

Siempre desconfiado, pero siempre tan curioso como tímido, está ante el mago como el Satán de la parábola, o como los escribas que le interrogaban para tentarle. Siempre testarudo y siempre débil, lo que teme por encima de todo, es reconocer sus injusticias. El pasado le inquieta, el porvenir le espanta; querría transigir consigo y creerse un hombre de bien y de fáciles condiciones.

Su vida es una lucha continua entre buenas aspiraciones y malas costumbres; se cree filósofo, a la manera de Arístipo o de Horacio, aceptando toda la corrupción de su siglo como una necesidad que hay que sufrir; después se distrae en algún pasatiempo filosófico y se otorga de buen grado la sonrisa protectora de Mecenas, para persuadirse de que no es sencillamente un explotador del hambre en complicidad con Verrés, o un complaciente de Trimalción. Semejantes hombres son siempre explotadores aunque realicen buenas obras. Han resuelto ofrecer un donativo a la asistencia pública y aplazan su dádiva para obtener el descuento.

Este tipo sobre el cual me he detenido, de intento, no es el de un particular; es el de toda una clase de hombres, con los cuales el mago está expuesto, especialmente en nuestro siglo, a encontrarse en frecuente relación. Que se encierra en la desconfianza de que ellos le darán bien pronto ejemplo, porque encontrará siempre en ellos sus más comprometedores y peligrosos enemigos.

El ejercicio público de la adivinación no podría convenir hoy con el carácter de un verdadero adepto, por cuanto en muchas ocasiones tendría que apelar a la farsa y al escamoteo para maravillar a su público y conservar su clientela. Los adivinos y las adivinadoras acreditados, tienen siempre una policía secreta que les informa de continuo respecto a la vida y costumbre de sus clientes consultantes.

En la antecámara está establecida toda una telegrafía de señales con el gabinete de consultas, se da un número al cliente que no se conoce todavía y acude por primera vez, se le indica un día y se le hace seguir, se obliga a hablar a las porteras, a los criados y aun a los vecinos, llegando de este modo a conocer ciertos detalles de la vida íntima, que no pueden menos de maravillar al consultante sencillo, y que proporciona al charlatán la estimación que sería preciso reservar para la verdadera y concienzuda adivinación.

La adivinación de los acontecimientos del porvenir, no es posible más que para aquellos en quienes la realización está ya contenida, de algún modo, en su causa.

El alma, mirándola a través de todo el aparato nervioso en el círculo de la luz astral que influencia a un hombre y recibe una influencia de él, el alma del adivinador repetimos puede abarcar en una sola intuición todo cuanto ese hombre ha levantado alrededor de sí, de odios o de amores; puede leer sus intenciones en su pensamiento preverlos obstáculos que encontrará en su camino la muerte violenta que quizá le espera pero no puede prever sus determinaciones privadas voluntarias caprichosas instantes después de terminada la consulta a menos que la astucia del adivino no prepare por sí mismo el cumplimiento de una determinada profecía.

Ejemplo decís a una mujer que desea encontrar un marido iréis tal o cual día a tal o cual espectáculo y en él hallaréis un hombre que os agradara Ese hombre no saldrá de allí sin haberse fijado en vos y, por un concurso de circunstancias, resultará más tarde un matrimonio. Podéis estar seguro de que la dama irá al espectáculo indicado y esperará un próximo matrimonio. Si el matrimonio no se realiza eso no os desacreditará ante sus ojos porque ella no querrá perder la esperanza de una nueva ilusión, sino que, por el contrario, irá con mayor frecuencia a consultaros.

Hemos dicho que la luz astral es el gran libro de la adivinación; aquellos que tienen aptitud para leer en ese libro, tienen toda suerte de ventajas a su favor. Hay, pues, dos clases de videntes; los instintivos y los iniciados. Por esto es por lo que los niños, los ignorantes, los pastores, los mismos idiotas tienen mayores disposiciones para la adivinación natural que los sabios y los pensadores. David, simple pastor, era profeta, como lo fue después Salomón, el rey de los cabalistas y de los magos. Las percepciones del instinto son con frecuencia tan seguras, como las de la ciencia; los menos clarividentes en luz astral son aquellos que más razonan.

El sonambulismo es un estado de puro instinto; así, los sonámbulos tienen necesidad de ser dirigidos por un vidente de la ciencia; los escépticos y los razonadores no pueden hacer otra cosa que desviarlos.

La visión adivinatriz, no se opera más que en estado de éxtasis, y para llegar a ese estado es preciso hacer imposibles la ilusión y la duda, encadenando o durmiendo el pensamiento.

Los instrumentos de adivinación no son, pues, otros que los medios de magnetizarse a sí mismo y de distraerse de la luz exterior, para estar atentos únicamente a la luz interna. Es por esto por lo que Apolonio se envolvía por completo en un manto de lana, y fijaba, en la oscuridad, sus miradas sobre su ombligo. El espejo mágico de du Potet, es un medio análogo al de Apolonio. La hidromancia y la visión en la uña del pulgar, bien igualada y ennegrecida, es una variedad del espejo mágico.

Los perfumes y las evocaciones aletargan el pensamiento; el agua o el color negro absorben los rayos visuales; prodúcese entonces un desvanecimiento, un vértigo que va seguido de lucidez en los sujetos que tienen para esto una aptitud natural y que están convenientemente predispuestos.

La cartomancia y la geomancia son otros medios para llegar a los mismos fines; las combinaciones de símbolos y de nombres, siendo a la vez fortuitos y necesarios, dan una imagen bastante verdadera de las probabilidades que ofrece el destino, para que la imaginación pueda ver las realidades a través de los símbolos. Cuanto más excitado está el interés, más grande es el deseo de ver y mayor la confianza en la intuición, y también más clara la visión. Arrojar al azar los puntos de geomancia, o echar las cartas a la ligera, es jugar, como los niños, a quien saca la carta más bonita. Las cartas no son oráculos más que cuando están magnetizadas por la inteligencia y dirigidas por la fe.

De todos los oráculos el Tarot es el más sorprendente por sus respuestas, porque todas las combinaciones posibles de esta clave universal de la Cábala, dan por soluciones oráculos de ciencia y de verdad. El Tarot era el libro único de los antiguos magos; es la Biblia primitiva, como lo probaremos en el capítulo siguiente, y los antiguos le consultaban como los primeros cristianos consultaron más tarde la Suerte de los Santos, es decir, versículos de la Biblia, sacados al azar y determinados por el pensamiento de un número.

La señorita Lenormand, la más célebre de nuestras modernas adivinadoras, ignoraba la ciencia del Tarot, o apenas, la conocía por Etteilla, cuyas explicaciones son sombras arrojadas sobre la luz. No sabía nada, ni de alta magia, ni de cábala, y tenía la cabeza repleta de una erudición mal digerida; pero era intuitiva por instinto y éste la engañaba raramente. Las obras que nos ha legado son un galimatías legitimista, esmaltado por citas clásicas; pero sus oráculos, inspirados por la presencia y por el magnetismo de los consultantes, ofrecían con frecuencia motivos de sorpresa.

Era una mujer en quien el humorismo de la imaginación y la divagación del espíritu sustituyeron siempre a las afecciones naturales de su sexo. Vivió y murió virgen, como las antiguas druidesas de la isla de Sayne. Si la naturaleza la hubiera dotado de alguna belleza, habría desempeñado fácilmente, en época remotas con los galos, el papel de una Melusina o de una Velleda.

Y Cuantas mayores son las ceremonias que se emplean en el arte de la adivinación, tanto más se excita la imaginación de los consultantes y la del operador. El conjuro de los cuatro, la oración de Salomón, la espada mágica para apartar los fantasmas, pueden ser empleados con éxito; debe evocarse; también el genio del día y de la hora en que se opera y ofrecerle su perfume especial; después se coloca en relación magnética e intuitiva con la persona que consulta preguntándole qué animal le es simpático y cual otro le es antipático; qué flor le gusta y qué color prefiere. Las flores, los colores y los animales, se refieren en clasificación analógica a los siete genios de la cábala.

Aquellos que gustan de azul, son idealistas y soñadores; los que prefieren el rojo materialistas y coléricos los que aman el amarillo fantásticos y caprichosos; los que ponen su complacencia en el color verde, tienen frecuentemente un carácter mercantil o astuto; los amigos del negro están influenciados por Saturno; el rosa, el color de Venus, etc. Aquellos que gustan del caballo son laboriosos, nobles de carácter y, por consiguiente, flexibles y dóciles; los amigos del perro son amantes y fieles; los del gato son independientes y libertinos.

Las personas francas tienen miedo de las arañas; a las almas bravas les es antipática la serpiente; las personas probas y delicadas no pueden sufrir las ratas ni los ratones; los voluptuosos tienen horror al sapo, porque es frío, solitario, triste y repugnante. Las flores producen simpatías análogas a las de los animales y de los colores, y como la magia es la ciencia de las analogías universales, un solo gusto, una sola disposición de una persona hace adivinar todos los demás. Esta es una aplicación a los fenómenos de orden moral de la anatomía analógica de Cuvier. La fisonomía del rostro y del cuerpo, las arrugas de la frente, las líneas de la mano suministran igualmente al magista, indicios preciosos.

La metoposcopia y la quiromancia han llegado a ser ciencias apartes, cuyas observaciones, a menudo arriesgadas y puramente conjeturales, han sido comparadas, discutidas y después reunidas en un cuerpo de doctrina por Goglenius, Belot, Romphile, Indagine y Taisnier. La obra de este último es la más considerable y la más completa, y reúne y comenta las observaciones y las conjeturas de las demás.

Un observador moderno, el caballero D´Arpentigny, ha dado a la quiromancia un nuevo grado de certeza por sus anotaciones acerca de las analogías que realmente existen entre los caracteres de las personas y forma, sea total, sea detallada, de sus manos. Esta nueva ciencia ha sido desarrollada y precisada después, por un artista, que es, al propio tiempo, un literato, lleno de originalidad y de finura. El discípulo excedió al maestro, y se cita ya como un verdadero mago en quiromancia al amable y espiritual Desbarrollés, uno de los viajeros de quienes place rodearse en sus novelas cosmopolitas nuestro gran novelista Alejandro Dumas.

Es preciso también interrogar al consultante acerca de sus habituales sueños. Los sueños son los reflejos de la vida, sea interior, sea exterior. Los filósofos antiguos les prestaban una gran atención; los patriarcas veían en ellos revelaciones ciertas, y la mayoría de las revelaciones religiosas fueron hechas en sueños. Los monstruos del infierno son pesadillas del cristianismo, y como lo advierte espiritualmente el autor de Smarra, nunca el pincel o el buril habrían reproducido semejantes horrores, sino hubieran sido vistos en sueño.

Hay que desconfiar de las personas que generalmente sueñan cosas feas monstruosas.

El temperamento se manifiesta también por los sueños, y como el temperamento ejerce sobre la vida una influencia continua, es necesario reconocerle bien para conjeturar con certeza los destinos de la persona. Los sueños de sangre, de placer y de luz son indicios de un temperamento sanguíneo; los de agua, fango, lluvia, lágrimas son el resultado de disposiciones más flemáticas; el fuego nocturno, las tinieblas, los terrores, los fantasmas, pertenecen a los biliosos y a los melancólicos.

Synesius, uno de los más grandes obispos cristianos de los primeros siglos, discípulos de la bella y pura Hypatia, que fue martirizada por fanática después de haber sido la gloriosa maestra de esa magnífica escuela de Alejandría, de la que el cristianismo debía compartirla herencia; Synesius, poeta lírico, como Pindaro y Calímaco, religioso como Orfeo, cristiano como Spiridión de Tremithonte, ha dejado un tratado de los sueños, que nos ha sido dado a conocer por Cardam.

En la actualidad ya nadie se ocupa de esas magnificas investigaciones del espíritu, porque los fanatismos sucesivos han casi forzado a mundo a desesperar del racionalismo científico y religioso. San pablo quemó a Trismegisto; Omar quemó a los discípulos de Trismegisto y de San Pablo. ¡Oh, perseguidores! ¡Oh, incendiarios! ¿Cuándo habrá terminado vuestra obra de tinieblas y de destrucción?

Trithemo, uno de los más eximios magos del período cristiano, abad irreprochable de un monasterio de benedictinos, sabios teólogo y maestro de Agrippa, ha dejado entre sus inapreciadas e inapreciables obras, un tratado que se titula: De septem secundeis, id est intelligentiis sive spiritibus orbes post Deum moventibus. Es una clave de todas las antiguas y nuevas profecías y un medio matemático, histórico y fácil de exceder a Isaías y a Jeremías en la previsión de todos los acontecimientos del porvenir. El autor bosqueja a grandes rasgos la filosofía de la historia y divide la existencia de todo el mundo entre los siete genios de la Cábala.

Es la mayor y más amplia interpretación que se ha hecho nunca de esos siete ángeles del Apocalipsis, que aparecen sucesivamente con trompetas y copas para repartir el verbo y la realización del verbo en el mundo El reinado de cada ángel es de 354 años y cuatro meses. El primero es Orifiel el ángel de Saturno que ha comenzado su reinado el 13 de marzo del año primero del mundo (porque el mundo, según Trithemo, ha sido creado en 13 de marzo) su reinado ha sido el del salvajismo y la noche primitiva. Después vino el imperio de Anael el espíritu de Venus que comenzó el 24 de junio del año del mundo 354 entonces el amor comenzó a ser el preceptor de los hombres, él creó la familia, y la familia condujo a la asociación y a la ciudad primitiva.

Los primeros civilizadores

Fueron los poetas inspirados por el amor después la exaltación de la poesía condujo la religión el fanatismo y la crápula que, más tarde debían producir el diluvio. Y todo esto duró hasta el año del mundo 708 en el octavo mes es decir hasta el 25 de octubre y entonces comenzó el reinado de Zachariel, el ángel de Júpiter, bajo el cual los hombres comenzaron a conocer y a disputarse la propiedad de los campos y de las habitaciones. Esta fue la época de la fundación y la guerra fueron las consecuencias. Luego se hizo sentir la necesidad del comercio, y fue entonces cuando, en el año del mundo 1063, el 24 de febrero, comienza el reinado de Raphael, el ángel de Mercurio, el ángel de la ciencia y del verbo, el ángel de la inteligencia y de la industria, entonces fue cuando se inventaron las letras.

El primer idioma

Fue jeroglífico universal, y el monumento que nos queda de él es el libro de Henoch, de Cadmus, de Thot o de Palamedo, la clavícula cabalística adoptada más tarde por Salomón, el libro místico de los Theraphims de Urim y de Thumim, la Génesis primitiva del Sohar y de Guillaume Postel, la rueda mística de Ezequiel, la rota de los cabalistas, el Taro de los magistas y de los bohemios. Entonces se inventaron también las artes y la navegación fue ensayada por vez primera; las relaciones se extendieron, las necesidades se multiplicaron y pronto llegó, es decir, el 26 de junio del año del mundo 1417, el reinado de Samael, el ángel de Marte, época de la corrupción de todos los hombres y del diluvio universal.

Después de un largo desfallecimiento el mundo se esforzó por renacer bajo el imperio de Gabriel, el ángel de la luna, que comenzó su reinado el 28 de marzo del año del mundo 1771, entonces la familia de Noé se multiplica y repuebla todas las partes de la tierra, después de la confusión de Babel, hasta el reinado de Michael, el ángel del Sol, que comienza el 24 de febrero del año del mundo 2126.

Es en esta época en la que hay que cargar en cuenta el origen de las primeras dominaciones el imperio de los hijos de Nemrod el nacimiento de las religiones y de las ciencias sobre la tierra y los primeros conflictos del despotismo y de la libertad Trithemo prosigue este estudio curiosísimo, a través de las edades y muestra en las mismas épocas la vuelta a las ruinas, luego la civilización renaciente por la poesía y por el amor, los imperios restablecidos por la familia, engrandecidos por el comercio, destruidos por la guerra, reparados por la civilización universal y progresiva, luego absorbidos por otros grandes imperios, que son las síntesis de la historia.

El trabajo de Trithemo, desde ese punto de vista, es más universal y más independiente que el de Bossuet y es una clave absoluta de la filosofía de la historia. Sus cálculos rigurosos le conducen hasta el mes de noviembre de 1879, época del reinado de Michael y de y de la fundación de un nuevo reinado universal. Este reinado había sido preparado por tres siglos y medio de angustias y otros tres siglos y medio de esperanzas; épocas que coinciden precisamente con el XVI, XVII, XVIII y XIX por crepúsculo y la esperanza ; con los XIV, XIII, XII Y XI por las pruebas, la ignorancia, las angustias y los azotes de todo género.

  1. La resurrección se encuentra oculta en la muerte. La existencia, un título de Kether. Observar 3×7 =21. También (IHVH), las tres primeras letras activas del IHVH. El número Místico de Tiphereth.

Shim 21.

Nombre divino:

Shadai (omnipotente), que significa también Dios Todopoderoso y se atribuye al segundo principio divino (los seres animados), todo aquello que tiene vida (Kircher) y que constituye el germen de todas las sustancias vegetales.

Deberíais preguntaros porque hay tres letras madres, a saber, El Loco, El Mago, La Muerte. Una trinidad a resucitar desde luego.

El Loco: Letra Madre, significado primitivo, Flecha diente.

El Mago: Letra Madre, significado primitivo, El Hombre.

La Muerte: Letra Madre, significado primitivo, La Mujer.

En el Arcano 7 ( y 7 es transición..) Su significado primitivo es la Flecha al igual que el Loco.

Yo lo veo como un huevo, la cascara o corteza, la clara y la yema. Si la fecundas con el esperma y el ovulo, algo debe nacer en esa transición del 7…

El sombrero del loco me recuerda al de los reyes de Egipto.

No perdáis la oportunidad de saber más y apuntaros al Curso de cábala oculta en el Tarot donde aprenderéis a interpretar todo esto, su simbología, el número pitagórico, alquimia, física cuántica y mucho más.

→    Ver la siguiente carta 22 Tau El Mundo

 

Este trabajo está hilado de las siguientes obras:

  • La Cábala tradición secreta de occidente (Papus)
  • Curso de filosofía oculta sobre la cábala y los números (Eliphas Levi)
  • Dogma y ritual de alta magia 1 y 2 ( Eliphas Levi)
  • El Tarot de los Bohemios ( Papus)
  • Gematria dogma cabalístico (Aleister Crowley)

Ana Suero Sanz

 

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