Tau El Mundo

La vigésimo segunda lámina, Tau El Mundo, jeroglíficamente expresa el seno, al igual que la Daleth (arc. 4); pero más específicamente es el signo de la reciprocidad, la imagen de la mutualidad y de la reciprocidad. Es el signo de los signos, pues une a los caracteres de Daleth (arc. 4) y a la fuerza de resistencia y de protección de la Teth (arc. 9), la idea de perfección (que es la esencia de su símbolo).
En el primitivo alfabeto hebraico, la teth se presentaba por una cruz (+); es una letra doble y representa astronómicamente al sol.
En el centro una elipse aparece una joven desnuda. En cada mano sostiene una varita. Mantiene las piernas cruzadas, tal como lo hace el ahorcado del arcano 12. En las esquinas de la lámina aparecen, sucesivamente, los cuatro animales citados por los evangelistas y las cuatro formas de la Esfinge: El hombre, el león, el toro y el águila. Este símbolo representa el macrocosmo y el microcosmo, es decir Dios y la creación o la ley del absoluto. Las cuatro figuras representan las cuatro letras del nombre sagrado y también los cuatro símbolos superiores del Tarot.
El Basto o iod = Fuego.
La Copa o he = Agua.
La Espada o vau = Tierra.
El Oro o 2a he = Aire.
Esta relación puede escribirse así:
Entre el nombre sagrado (Dios) y el centro de la figura se ve un círculo y una elipse que representa a la NATURALEZA en su curso regular y fatal, es por esto que Guillermo Postel le da el nombre de “Rota” (rueda). En cuanto al centro de la figura, representa la humanidad ADÁN-EVA, tercer término de la gran serie del absoluto cuya constitución es la siguiente:
El absoluto impenetrable, EN SOPH de los cabalistas, PARABRAHM de los hindúes:
El espíritu del absoluto o Dios: 1° septenario
El alma del absoluto o el hombre: 2° septenario
El cuerpo del absoluto o el universo: 3° septenario
Esta lámina resume nuestro trabajo y prueba el rigor lógico de nuestras deducciones. Una simple figura resume cuanto, dejamos expuesto.
Este símbolo nos da con toda exactitud los elementos de la construcción del Tarot: la figura central reproduce un triángulo (la cabeza y dos brazos extendidos) en cuya parte superior se halla una cruz, es decir, la figura del septenario cuyo vértice superior sostiene una cruz.
Las cuatro esquinas reproducen los cuatro grandes símbolos del Tarot. El centro reproduce la interacción de estos símbolos figurados por los 10 números de los arcanos menores y las 22 letras de los mayores. Por último, el centro mismo, expresa en particular la ley septenaria de los arcanos mayores.. Y dado que este septenario ocupa precisamente el centro de los tres círculos, correspondientes a los tres mundos, queda determinado una vez más el sentido de los 21 arcanos mayores (3 X 7 = 21).
A continuación exponemos las aplicaciones de la lámina 21.
Esta misma lámina nos facilitará las normas de nuestro juego para aplicarlas al año, la filosofía, la cábala, etcétera.
En el origen, el Tarot predica lo ABSOLUTO, indeterminado e indeterminable, el UNO, a la vez consciente e inconsciente, afirmativo y negativo, fuerza y materia, innombrable, incomprensible para el hombre.
La unidad se manifiesta a sí misma mediante tres términos, siendo éstos los más elevados y generales que el entendimiento humano pueda concebir. Dichos términos constituyen el fundamento de todas las teogonías y sirven para explicar ciertos principios invariables, conocidos con nombres muy diversos.
El primero de estos términos simboliza la actividad absoluta en sus diversas acepciones, el origen de cualquier movimiento y de toda fuerza masculina creadora: Dios EL PADRE, OSIRIS, BHAHMA, JÚPITER. El segundo término simboliza el pasivo absoluto en todas sus aplicaciones, el origen del reposo, de cualquier fuerza femenina conservadora (es el principio húmedo de la naturaleza así como el primero constituía el ígneo): Dios EL HIJO, Isis, VICHNOU, JUNO.
El terminó tercero es el más importante de todos, pues es el que sintetiza los anteriores en una sola unidad; por lo tanto, nuestro estudio debería haber comenzado por éste (dado que ningún ser puede ser concebido si no es en forma sintética, y el tercer término es precisamente el origen de toda síntesis); es la unión absoluta en todas sus diversas acepciones, el origen de toda realidad, de todo equilibrio, de cualquier fuerza equilibrante y transformadora; es el principio mercurial de la naturaleza que equilibra a los dos anteriores: Dios EL ESPÍRITU SANTO, HORUS, SlVA, VULCANO.
Con el fin de aclarar lo que sigue, formularemos algunas observaciones de importancia.
Hemos dicho ya que no es posible concebir ser alguno si no es desde el punto de vista sintético. Explicaremos nuestro pensamiento. Tomemos como ejemplo la definición de Saint Martin: “Hay que explicar a la naturaleza por el hombre y no al hombre por la naturaleza”.
Sintéticamente considerado, el hombre se compone de un cuerpo que contiene un alma, y su característica es la movilidad. Si tratamos de imaginarnos este cuerpo aislado del alma y, en consecuencia, sin movimiento, la realidad desaparece de inmediato; ya no es un hombre lo que tenemos por delante sino un fantasma (que podemos analizar y estudiar en sus partes diversas, pero cuya realidad ha quedado inhibida por falta de una idea sintética). Lo mismo ocurrirá al querer abstraer el alma del cuerpo que la aprisiona. Imaginar la vida como independiente de su recipiente es crear una ficción metafísica sin explicación posible. Este es precisamente el argumento usado por los materialistas en contra de los idealistas intransigentes.
La dificultad aumenta cuando nos referimos al principio que obra en este cuerpo: la voluntad, el alma. El análisis no aportaría mayores beneficios, pues resultaría punto menos que imposible concebir el alma fuera de su envoltura física. Podremos imaginárnosla como una pequeña bola, como una cabeza alada, pero nunca tal como ella es considerada individualmente.
Pero si decimos: Un hombre, de inmediato los tres términos que lo constituyen se objetivarán en nuestra mente, pues expresarán una realidad, un ser compuesto de cuerpo, vida y voluntad. Esta síntesis, en virtud de la cual se alcanza la existencia y la realidad es la característica del tercer término. Wronski llama a este término elemento neutro y lo sitúa en el origen de todos sus estudios.
De todo esto resulta que la trinidad formada por los tres términos ya considerados debe ser entendida bajo dos aspectos:
1° Primeramente hay que descubrir la síntesis de esta trinidad, síntesis que constituye la razón de ser de su realidad. El tercer término (Dios el Espíritu Santo) resume en sí estas condiciones;
2° Luego hay que analizar esta síntesis descomponiéndola en sus tres términos constitutivos y determinando la existencia de los dos términos opuestos: activo y pasivo, positivo y negativo. No hay que olvidar que en el transcurso de este análisis la realidad del ser así fraccionado queda destruida.
En consecuencia, cualquier realidad que podamos imaginar se hallará compuesta de tres términos, los cuales se resumen en un todo único. Esta verdad halla su justa aplicación tanto en lo físico como en lo metafísico- Los trabajos de Louis Luca sobre la física y la química, los de Wronski sobre las matemáticas representan un argumento irresistible en contra de los que piensan que un principio filosófico no es El tercer término de nuestra serie teogónica o Dios el Espíritu Santo, representa por lo tanto el cuerpo total de Dios, el cual puede analizarse del modo siguiente:
Resumen y clave general de las cuatro ciencias ocultas
Signa – Thot – Pan
Resumamos ahora toda la ciencia por los principios.
La analogía es la última palabra de la ciencia y la primera de la fe. La armonía está en el equilibrio, y éste subsiste por la analogía de los contrarios.
La unidad absoluta es la razón suprema y última de las cosas. Pero esta razón no puede ser ni una persona, ni tres personas; es una razón, y es la razón por excelencia.
Para crear el equilibrio es preciso separar y unir, separar por los polos y unir por el centro.
Razonar sobre la fe es destruir la fe; hacer el misticismo en filosofía es atentar contra la razón.
La razón y la fe se excluyen mutuamente por su naturaleza y se excluyen por la analogía.
La analogía es el único mediador posible entre lo visible y lo invisible, entre lo finito y lo infinito. El dogma es la hipótesis, ascendente, de una ecuación presumible.
Para el ignorante la hipótesis es la que resulta de la afirmación absoluta y ésta, sin embargo, es la que verdaderamente es la hipótesis. Hay en la ciencia hipótesis necesarias, y el que trata de realizarlas ensancha los dominios de la ciencia, sin restringir la fe; porque del otro lado de la fe, existe el infinito.
Se cree lo que se ignora, pero nada más que lo que admite la razón. Definir el objeto de la fe y circunscribirle, es, por tanto, formular lo desconocido. Las ‘profesiones de fe son fórmulas de la ignorancia y de las aspiraciones del hombre. Los teoremas de la ciencia son los monumentos de sus conquistas.
El hombre que niega a Dios es tan fantástico como el que lo define con una pretendida infalibilidad. Se define, ordinariamente, a Dios, diciendo todo lo contrario de lo que es.
El hombre hace a Dios por una analogía del menos al más; de menor a mayor, resultando que la concepción de Dios en el hombre, es siempre la de un hombre infinito que hace del hombre un Dios finito.
El hombre puede realizar lo que cree en la medida de lo que él sabe, y en razón a lo que ignora y hace todo lo que quiere en la medida de lo que cree y en razón de lo que sabe.
La analogía de los contrarios es la analogía de la luz con la sombra, de lo cóncavo con lo convexo, de lo lleno con lo vacío. La alegoría, madre de todos los dogmas, es la substitución de las huellas por los sellos, de las sombras por las realidades. Es la mentira de la verdad y la verdad de la mentira.
No se inventa un dogma, pero se vela una verdad y se produce una sombra en favor de los ojos débiles. El iniciador no es un impostor, es un revelador, es decir, según la expresión de la palabra latina revelare, un hombre que vela de nuevo. Es el creador de una nueva sombra.
La analogía es la clave de todos los secretos de la Naturaleza y la única razón de ser de todas las revelaciones.
He aquí por qué todas las religiones parecen estar escritas en el cielo y en toda la Naturaleza. Esto debe ser así, porque la obra de Dios es el libro de Dios, y en lo que él escribe, debe de verse la expresión de su pensamientos y por consecuencia de su ser, pues que le concebimos como pensamiento supremo.
Desde Volney, no se ha visto más que un plagio en esa espléndida analogía que habría debido conducir a reconocer la catolicidad, es decir, la universalidad del dogma primitivo, único, mágico, cabalístico e inmutable de la revelación por la analogía.
La analogía da al mago todas las fuerzas de la naturaleza; la analogía es la quinta esencia de la piedra filosofal; es el secreto del movimiento continuo; es la cuadratura del circulo; es el templo que reposa sobre las dos columnas JAKIN y BOAS; es la clave del gran Arcano; es la ciencia del bien y del mal.
Encontrar la escala exacta de las analogías en las cosas apreciables para la ciencia, es fijar las bases de la fe y apoderarse también de la varita de los milagros.
En ello existe un principio y una fórmula rigurosa, que es el gran Arcano. Si el sabio no lo busca es porque ya lo ha hallado; pero que el vulgo lo busque, que lo buscará siempre sin hallarlo.
La transmutación metálica se opera espiritual y materialmente por la clave positiva de las analogías.
La medicina oculta no es más que el ejercicio de la voluntad aplicada al manantial mismo de la vida, a esa luz astral cuya existencia es un hecho y cuyo movimiento está conforme a los cálculos, de los que la escala ascendente y descendente es el gran arcano mágico.
Este arcano universal, último y eterno secreto de la alta iniciación, está representado en el Tarot por una joven desnuda que no toca la tierra más que con un pie; tiene una varita imantada en cada mano y parece correr dentro de una corona que soportan un ángel, un águila, un buey y un león.
Esta figura es análoga en cuanto al fondo de las cosas al querube de Jekeskiel, del que ofrecemos el grabado, y al símbolo indio de Addhanari, análogo al Ado-nai de Jekeskiel, a quien llamamos vulgarmente Ezequiel.
La comprensión de esta figura es la clave de todas las ciencias ocultas. Los lectores de mi libro deben comprenderla ya filosóficamente, si se han familiarizado un tanto con el simbolismo de la cábala.
Quédanos ahora por realizarla más importante operación de la gran obra. Encontrar la piedra filosofal ya es algo sin duda. Pero, ¿cómo hemos de triturar a ésta para hacer el polvo de proyección? ¿Cuál es el uso de la varita mágica? ¿Cuál es el poder real de los nombres de la cábala? Los iniciados lo saben y los iniciables lo sabrán también si por las indicaciones tan múltiples como precisas que acabamos de darles, descubren el gran arcano.
¿Por qué estas verdades, tan sencillas y tan puras, están necesariamente ocultas a los hombres? Es que los elegidos de la inteligencia son un pequeño número en la tierra y se parecen, en medio de los imbéciles y de los malvados, a Daniel en la cueva de los leones.
Además, la analogía nos enseña las leyes de las jerarquía, y siendo la ciencia absoluta un poder, debe ser exclusivamente compartido entre los más dignos. La confusión de la jerarquía es el verdadero desfallecimiento de las sociedades, porque entonces los ciegos conducen a los ciegos según la palabra del maestro.
Devuélvase la iniciación a los reyes y a los sacerdotes y el orden surgirá de nuevo. Así, haciendo llamada a los más dignos y aun cuando me exponga a maldiciones que rodean a los reveladores, yo creo realizar una cosa tan útil como grande: ¡Yo dirijo sobre el caos social el aliento del Dios vivo sobre la humanidad y evoco a los sacerdotes y a los reyes para el mundo del porvenir!
Una cosa no es más justa porque Dios la quiera, dijo el ángel de la escuela; sino que Dios la quiere porque es justa. Esto es como si hubiera dicho: Lo absoluto es la razón. La razón existe por sí misma; es porque es, y ¿cómo queréis que exista alguna cosa sin razón? La misma locura no se produce sin razón. La razón es la necesidad, es la ley, es la regla de toda la libertad y la dirección de toda iniciativa. Si Dios existe es por la razón. La concepción de un Dios absoluta fuera o independientemente de la razón, es el ídolo de la magia negra; es el fantasma del diablo.
El demonio es la muerte que se disfraza con las vestiduras usadas de la vida; es el espectro de Hirren Kesept, tronando sobre los escombros de las civilizaciones arruinadas y ocultando su horrible desnudez con los abandonados y olvidados despojos de las encarnaciones de Vishnú. (Blavatsky, se ocupa también de revelar Arcanos del Tarot)
EL libro de Hermes
Llegamos al final de nuestra obra, y es aquí en donde debemos dar la clave universal y decir la última palabra.
La clave universal de las artes mágicas. es la clave de todos los antiguos dogmas religiosos; la clave de la Cábala y de la Biblia, la clavícula de Salomón.
Pues bien, esta clavícula o pequeña clave, que se creía perdida desde hacía siglos nosotros la hemos hallado, y hemos podido abrir con ella todas las tumbas del antiguo mundo, hacer hablar a los muertos, volver a ver en todo su esplendor los monumentos del pasado, comprender los enigmas de todas las esfinges y penetrar en todos los santuarios.
El uso de esta llave entre los antiguos, no estaba permitido más que solo a los grandes sacerdotes, y no se comunicaba el secreto, ni a lo más selecto de los iniciados. Pues bien, ved aquí lo que era esa llave.
Era un alfabeto jeroglífico y numeral, manifestando por caracteres y por números una serie de ideas universales y absolutas; luego una escala de diez números multiplicados por cuatro símbolos, y unidos juntos por doce figuras representando los doce signos del zodíaco, más cuatro genios, los de los cuatro puntos cardinales.
El cuaternario simbólico, figurado en los misterios de Menfis y de Tebas, por las cuatro formas de la esfinge, el hombre, el águila, el león y el toro, correspondían con los cuatro elementos del mundo antiguo, figurados; el agua por la copa que tiene el hombre o el acuario; el aire, por el circulo o nimbo que rodea la cabeza del águila celeste; el, fuego por la madera que le alimenta, por el árbol que el calor de la tierra y el del sol hacen fructificar, por el cetro, en fin, de la realeza, de la que el león es el emblema, la tierra por la espada de Mithra, que inmola todos los años el toro, y hace correr con su sangre, la savia que fructifica todos los frutos de la tierra.
Pues bien, estos cuatro signos, con todas sus analogías, son la explicación de la palabra única oculta en todos los santuarios, de la palabra que las bacantes parecían adivinar en su embriaguez cuando celebraban las fiestas de Iacchos y se exaltaban hasta el delirio para gritar ¡IO EVOHE!
¿Qué significa pues, esta palabra misteriosa?
Era el nombre de las cuatro letras primitivas de la lengua madre la JOD, símbolo de la cepa de la viña o del cetro paternal de Noé; la He, imagen de la copa de las libaciones, signo de la maternidad divina; la VAU que une a las dos precedentes, y tenía por figura en la India, al grande y misterioso lingam. Tal era, en la palabra divina, el triple signo del ternario; después de la letra maternal aparecía una segunda vez, para manifestar la fecundidad de la naturaleza y de la mujer; para formular así el dogma de las analogías universales y progresivas, descendiendo de las causas a los efectos, y ascendiendo de los efectos a las causas. Así la palabra sagrada no se pronunciaba nunca, se separaba y pronunciaba en cuatro silabas, que son las cuatro palabras sagradas: JOD HÉ VAU HÉ.
El sabio Gaffarel no duda que los Theraphims de los hebreos, por medio de los cuales consultaban los oráculos del Urim y del Thumim, no hayan sido las figuras de los cuatro animales de la Cábala; cuyos símbolos estaban resumidos, como luego veremos, por las esfinges o querubines del Arca. Pero cita a propósito de los Theraphims usurpados de Michas, un curioso pasaje de Philon, el Judio, que es toda una revelación sobre el origen antiguo y sacerdotal de nuestros tarots. He aquí cómo se expresa Gaffarel:
«Dice (Philon, el Judío) hablando de la historia oculta en el capítulo susodicho de los Jueces, que Michas hizo de oro fino y de plata tres figuras de otros mozos jóvenes y de otras tantas terneras, de un león, de un águila, de un dragón y de una paloma, de masera que si alguno iba a buscarle para saber algún secreto referente a sus hijos, por el mozo joven; si por sus riquezas, por el águila; si respecto à la fuerza y por el poder, por el león; si por la fecundidad, por el querube o ternera; si por la longevidad, por el dragón.»
Esta revelación de Philon aun cuando Gaffarel no le dé gran importancia, tiene para nosotros mucha. He aquí en efecto, nuestra clave del cuaternario; he aquí las imágenes de los cuatro animales simbólicos que se encuentran en la vigésima primera clave del Tarot, es decir, en el tercer septenario superpuestos; luego el antagonismo de los colores, manifestado por la paloma y el dragón; el círculo o Rota, formado por el dragón o serpiente para manifestar la longitud de los días; en fin, la adivinación cabalística del Tarot completo, tal como la practicaron más tarde los egipcios bohemios, cuyos secretos fueron adivinados y encontrados por Eteilla.
Se ve en la Biblia que los grandes sacerdotes consultaban al Señor sobre la tabla de oro del arca santa, entre los querubes o esfinges de cuerpos de toro y alas de águila, y que consultaban con el auxilio de los theraphims, por el urim, por el thumim y por el ephod. El ephod era, como es sabido, un cuadrado mágico de doce números y de doce palabras grabadas sobre piedras preciosas.
La palabra Theraphims, en hebreo significa jeroglíficos o signos figurados; el urim y el thumim, era lo alto y bajo, el oriente y el occidente, el sí y el no, y esos signos correspondían a las dos columnas del templo, Jakin y Bohas. Cuando, pues, el gran sacerdote quería hacer hablar al oráculo, tiraba al azar los theraphims, o láminas de oro que llevaban las imágenes de las cuatro palabras sagradas, y las colocaba tres a tres alrededor del racional o el ephod. entre el urim y el thumim, es decir, entre los dos ónices que servían de grapones a las cadenillas del ephod.
El onix de la derecha significaba Gedulah o misericordia y magnificencia; y si, por ejemplo, el signo del león se encontraba cerca de la piedra en donde estaba grabado el nombre de la tribu de Judá del lado izquierdo, el gran sacerdote leía de este modo el oráculo: La verga del Señor está irritada contra Juda. Si el theraphim representaba el hombre o la copa y se encontraba igualmente a la izquierda, cerca de la piedra de Benjamín, el gran sacerdote leía: La misericordia del Señor está enojada por las ofensas de Benjamín, que le ultraja en su amor.
Es por esto por lo que va a verter sobre él la copa de su cólera, etc. Cuando el soberano sacerdote cesó en Israel, cuando todos los oráculos del mundo se callaron en presencia del verbo hecho hombre y hablando por boca del más popular y del más dulce de los sabios; cuando el arca fue perdida, el santuario profanado y el templo destruido, los misterios del ephod y de los theraphims, que no estaban ya trazados sobre oro y piedras preciosas, fueron escritos, o más bien figurados por algunos sabios cabalistas sobre marfil, sobre pergamino, sobre cuero plateado y dorado, últimamente sobre simples cartas, que siempre fueron sospechosas a la iglesia oficial, como encerrando una clave peligrosa en sus misterios.
De aquí proceden esos tarots, cuya antigüedad, revelada al sabio Court de Gebelin, por la misma ciencia de los jeroglíficos y de los números, tanto ejercitó, más tarde, la dudosa perspicacia y la tenaz investigación de Eteilla.

Court de Gebein, en el volumen 8 de su Mundo primitivo, da el grabado de las veintidós claves y de los cuatro ases del Tarot, y demuestra la perfecta analogía con todos los símbolos de las más remota antigüedad; trata de dar seguidamente la explicación y se desvía, naturalmente, porque toma como punto de partida el tetragrama universal y sagrado, el IO EVOHE de las bacantes, el JOD HÉ VAU HÉ del santuario.
Etteilla o Alliette, preocupado únicamente de sus sistema de adivinación y del provecho material que de él podía sacar; Alliette -repetimos- el antiguo peluquero, que jamás aprendió bien el. francés ni la ortografía, pretendió reformar y aun apropiarse también el libro de Thot.
Sobre el tarot que hizo grabar, y que ha hecho extremadamente raro se lee en la carta 28 (el ocho de bastos) este ingenuo reclamo: “Etteilla, profesor de álgebra, renovador de la cartomancia y redactor (sic) de las modernas incorrecciones del antiguo libro de Thot, vive calle de la Oseille, núm. 48, en París.” Etteilla hubiera procedido mejor no redactando las incorrecciones de que habla; sus trabajos han hecho caer en la magia vulgar, entre las echadoras de cartas, el antiguo libro descubierto por Court de Gebelin. Quien quiere probar mucho, no prueba nada, dice un axioma lógico; Etteilla suministra un ejemplo más, y sin embargo, sus esfuerzos le habían conducido a cierto conocimiento de la Cábala, como puede verse en algunos raros pasajes de sus ilegibles obras.
Los verdaderos iniciados, contemporáneos de Etteilla, los Rosacruces, por ejemplo, y los Martinistas que estaban en posesión del verdadero Tarot, como lo prueba un libro de San Martin, en que las divisiones son las del Tarot y este pasaje de uno de los enemigos de los Rosacruces:
«Pretenden tener un volumen en el cual pueden aprender todo cuanto está en los demás libros que hay o que pueda haber. Ese volumen es su razón; en la cual encuentran el prototipo de todo lo que existe por la facilidad de analizarlo, de hacer abstracciones, de formar una especie de mundo intelectual y de crear todos los seres posibles. Ved las canas filosóficas, teosóficas, microcósmicas, etc.
(Conjuración contra la religión católica y los soberanos por el autor de Velo levantado para los curiosos, París, Crapart, 1792)
Los verdaderos iniciados-repetimos- que tenían el secreto del Tarot entre sus mayores misterios, se guardaron bien de protestar contra los errores de Etteilla y le dejaron, no revelarlo, sino velar el arcano de las verdaderas clavículas de Salomón. Tampoco es sin un profundo asombro cómo hemos encontrado intacta e ignorada aún esa clave de todos los dogmas y de todas las filosofías del antiguo mundo.
Digo una clave, y una es verdaderamente, teniendo un círculo de cuatro décadas por anillo, y por fuste o sea por un cuerpo, la escala de los 22 caracteres girando los tres grados del ternario, como lo comprendió Guillaume Postel en su Llave de las cosas ocultas desde el comienzo del mundo, clave que indica el nombre oculto y solo conocido de los iniciados: palabra que puede leerse Rota y que significa la rueda de Ezequiel, o Taro, que entonces es sinónimo del Azoth de los filósofos herméticos. Es una palabra que manifiesta cabalísticamente lo absoluto dogmático y natural; está formada con caracteres del monograma de Cristo, según los griegos y los hebreos.
La R latina, o la P griega, se encuentra en medio, entre el alpha y omega del Apocalipsis; después la Tau sagrada, imagen de la cruz, encierra toda la palabra, cómo lo representamos en esta página de este Ritual.
Sin el Tarot la magia de los antiguos sería un libro cerrado para nosotros y sería imposible penetrar ninguno de los grandes misterios de la Cábala. Solamente el Tarot da la interpretación de los cuadros mágicos de Agrippa y Paracelso, como puede uno convencerse formando esos mismos cuadros con las claves del Tarot y leyendo los jeroglíficos que se hallarán así reunidos.
He aquí los siete cuadrados mágicos de los genios planetarios según Paracelso:
Adicionando cada una de las columnas de estos cuadrados, obtendréis invariablemente el número característico del planeta, y al encontrar la explicación de ese número por los jeroglíficos del Tarot, buscáis el sentido de todas las figuras, sean triangulares, sean cuadradas, sean cruciales, que encontraréis formadas por los números. El resultado de esta operación será un conocimiento completo y profundo de todas las alegorías y de todos los misterios ocultos por los antiguos, bajo el símbolo de cada planeta, o más bien, de cada personificación debas influencias, sean celestes, sean humanas, sobre todos los acontecimientos de la vida.
Hemos dicho que las 22 claves del Tarot son las 22 letras del alfabeto cabalístico primitivo.
He aquí un cuadro de las variantes de ese alfabeto según los diversos cabalistas hebreos.
Aleph- El ser, el espíritu, el hombre o Dios; el objeto comprensible; la unidad madre de los números, la sustancia primera.
Todas estas ideas están expresadas jeroglíficamente por la figura del Batelero. Su cuerpo y sus brazos forman la letra aleph; lleva alrededor de la cabeza un nimbo en forma de infinito, símbolo de la vida y del espíritu universal; ante él están las espadas, las copas y los pantáculos y eleva hacia el cielo la varita milagrosa. Tienen una figura juvenil y los cabellos ensortijados, como Apolo o Mercurio; tiene la sonrisa de la seguridad en los labios y la mirada de inteligencia en los ojos.
Beth- La casa de Dios y del hombre, el santuario, la ley, la gnosis, la cábala, la iglesia oculta, el binario, la mujer y la madre.
Jeroglífico del Tarot, LA PAPISA; una mujer coronada con una tiara, mostrando los cuernos de la luna o de Isis la cabeza está rodeada de un velo la cruz solar sobre el pecho, y en sus rodillas tiene un libro que oculta con su manto.
El autor protestante de una pretendida historia de La Papisa Juana, ha encontrado y hecho servir cual bien cual mal a sus tesis dos curiosas y antiguas figuras que han encontrado de La Papisa o soberana sacerdotisa del Tarot.
Estas dos figuras dan a La Papisa todos los atributos de Isis; en una de ellas tiene y acaricia a su hijo Horus; en la otra tiene largos cabellos sueltos; está sentada entre las dos columnas del binario, lleva sobre el pecho un sol de cuatro rayos; coloca una mano sobre el libro y hace con la obra el signo del esoterismo sacerdotal, es decir, que abre solamente tres dedos y mantiene los otros plegados en señal de misterio; por detrás está velada su cabeza, y a cada lado de su asiento hay un mar, sobre el cual se esparcen flores de loto. Debo, pues, enmendarla plana vigorosamente al desdichado erudito que no ha querido ver en este símbolo antiguo más que un retrato monumental de su pretendida Papisa Juana.
El verbo, el ternario, la plenitud, la fecundidad, la naturaleza, la generación en los tres mundos.
Símbolo, LA EMPRERATRIZ: una mujer alada, coronada, sentada y teniendo en el extremo de su cetro el globo del mundo; tiene por signo un águila, imagen del alma y de la vida.
Esta mujer es la Venus Urania de los griegos, y ha sido representada por San Juan en su Apocalipsis, por la mujer revestida del sol, coronada por doce estrellas y teniendo la luna bajo sus pies. Es la quinta esencia mística del ternario; es la espiritualidad; es la inmortalidad; es la reina del cielo.
Daleth- La puerta o el gobierno entre los orientales, la iniciación, el poder, el tetragrama, el cuaternario, la piedra cúbica o su base.
Jeroglífico, EL EMPERADOR; un soberano cuyo cuerpo representa un triángulo recto, y las piernas una cruz, imagen del Atanor de los filósofos.
Hé-Indicación, demostración, enseñanzas, ley, simbolismo, filosofía, religión.
Jeroglífico, EL PAPA o el gran hierofante. En los Tarots más modernos este signo está reemplazado por la imagen de Júpiter. El gran hierofante, sentado entre las dos columnas de Hermes y de Salomón, hace el signo del esoterismo y se apoya sobre la cruz de tres travesaños, de una forma triangular. Ante él, dos ministros inferiores están de rodillas, de modo que, teniendo encima de él los capiteles de dos columnas y debajo las dos cabezas de los ministros, él es el centro del quinario y representa el divino pentagrama, del que él da el mudo completo.
Efectivamente, las columnas son la necesidad o la ley, las cabezas son la libertad o la acción y de cada columna a cada cabeza se puede trazar una línea, y dos líneas de cada columna a cada una de las dos cabezas.Se obtendrá un cuadrado cortado en cuatro triángulos por una cruz, y en medio de esta cruz estará el gran hierofante, diremos que como la araña en medio de su tela, si esta imagen pudiera convenir a cosas de verdad, de gloria y de luz.
Vau- Encadenamiento, gancho, lingam, enlazamiento, unión, estrechamiento, lucha, antagonismo, combinación, equilibrio.
Jeroglífico, el hombre entre el Vicio y la Virtud. Encima de él irradia el sol de la verdad, y en ese sol el Amor tiende su arco amenazando al Vicio con su flecha. En el orden de las diez sefirotas, este símbolo corresponde a TIPHERETH, es decir, al idealismo y a la belleza. El número seis representa el antagonismo de los dos ternarios, es decir, de la negación absoluta y de la absoluta afirmación. Es, pues, el número del trabajo y de la libertad; es por lo que también se refiere a la belleza moral y a la gloria.
Zain-Arma, glava, espada reluciente del querube, septenario sagrado, triunfo, realeza, sacerdocio.
Jeroglífico, un carro cúbico de cuatro columnas, con cortinajes azulados con estrellas. En el carro, entre las cuatro columnas, un triunfador coronado de un circulo, sobre el cual se elevan e irradian tres pentagramas de oro. El triunfador lleva sobre su coraza tres escuadras superpuestas; tiene sobre los hombros el urim y el thumin del soberano sacrificio, figurados por las dos crecientes de la luna en Gédulah y en Géburah tiene en la mano un cetro terminado por un globo un cuadrado y un triángulo su actitud es altiva y tranquila.
Al carro van enganchados una doble esfinge o dos esfinges, echadas sobre el bajo vientre cada una de ellas tira de un lado pero una vuelve la cabeza y ambas miran hacia el mismo lado La esfinge que vuelve la cabeza es negra, la obra blanca. Sobre el cuadrado que forma la delantera del carro, se ve el lingam indio sobremontado por la esfera volante de los egipcios Este jeroglífico del cual ofrecemos el grabado es el más bello quizá, y el más completo de todos cuantos componen la clavícula del Tarot.
Heth- Balanza, atracción y repulsión, vida, espanto, promesa y amenaza.
Jeroglífico, LA JUSTICIA con su clava y su balanza.
Teth- El bien, el horror del mal, la moralidad, la sabiduría.
Jeroglífico, un sabio apoyado sobre su bastón y llevando delante de sí una lámpara; se envuelve completamente en su manto. Su inscripción es el EREMITA O EL CAPUCHINO, a causa de la capucha de su manto oriental; pero su verdadero nombre es LA PRUDENCIA, completando así las cuatro virtudes cardinales, que han parecido dos parejas a Court de Gebelin y Etteilla.
Yod- Principio manifestación, alabanza, honor viril, falo, fecundidad viril, cetro paternal.
Jerogiffico, LA RUEDA DE LA FORTUNA, es decir, la rueda cosmogónica de Ezequiel, con un Hermanubis ascendiente a la derecha, un Typhón descendiente a la izquierda, y una esfinge encima, en equilibrio, teniendo la espada entre sus garras de león. Símbolo admirable, desfigurado por Etteilla quien ha reemplazado a Typhón por un hombre, a Hermanubis por un ratón y a la esfinge por un mono, alegoría bien digna de la cábala de Etteilla.
Caph-La mano en el acto de tomar y retener.
Jeroglífico, LA FUERZA, una mujer coronada del infinito vital y que cierra tranquilamente, sin esfuerzos, las fauces de un león furioso.
Lamed- Ejemplo, enseñanza, lección pública.
Símbolo, un hombre que está colgado por un pie y cuyas manos están atadas a la espalda, de modo que su cuerpo forma un triángulo con la punta hacia abajo y sus piernas una cruz por encima del triángulo. La potencia tiene la forma de una tau hebrea; los dos árboles que la sostienen tienen cada uno seis ramas cortadas. Hemos explicado en otra parte este símbolo del sacrificio y de la obra realizada; no volveremos aquí a repetirlo.
Mem- El cielo de Júpiter y de Marte; dominación y fuerza; renacimiento, creación y destrucción.
Jeroglífico, LA MUERTE, que siega cabezas coronadas, en un prado en donde se ven crecer hombres.
Nun- El cielo del sol, temperaturas, estaciones, movimientos, cambios de la vida siempre nueva y siempre la misma.
Jeroglífico, LA TEMPERANCIA. Un ángel que tiene el signo del sol en la frente, y en el pecho el cuadrado y el triángulo del septenario, vierte de una copa en otra las dos esencias que componen el elixir de vida.
Samek- El cielo de Mercurio, ciencia oculta, magia, comercio, elocuencia, misterio,fuerza moral.
Jeroglífico, EL DIABLO, el macho cabrío de Mendés o el Baphomet del templo con todos sus atributos panteístas. Este jeroglífico es el único que Etteilla ha comprendido perfectamente y convenientemente interpretado.
Aïn- El cielo de la luna, alteraciones, subversiones, cambios, debilidades.
Jeroglífico, una torre fulminada por el rayo, probablemente la de Babel. Dos personajes, Nermod, sin duda, y su falso profeta o su ministro, se ven precipitados desde arriba hasta el fondo de las ruinas. Uno de los personajes, al caer, representa perfectamente la letra, gnain.
Pé-El cielo del Alma, efusiones del pensamiento, influencia moral de la idea sobre las formas, inmortalidad.
Jeroglífico, la estrella brillante y la juventud eterna. Ya hemos ofrecido en otra parte la descripción de esta figura.
Tsade-Los elementos, el mundo visible, la luz reflejada, las formas materiales.
Jeroglífico, la luna, el rocío, un cangrejo en el agua remontando hacia tierra, un perro y un lobo aullando a la luna y detenidos al pie de dos torres; un sendero que se pierde en el horizonte, y que está sembrado de gotas de sangre.
Qof- Los mistos, la cabeza, la cima, el principio del cielo.
Jeroglífico, un sol radiante y dos niños desnudos se dan la mano en un recinto fortificado. En otros tarots, es una hilandera adivinando los destinos; en otros, también, un niño desnudo monta en un caballo blanco y despliega un estandarte color escarlata.
Resch- Lo vegetativo, la virtud generadora de la tierra, la vida eterna.
Jeroglífico, EL Juicio. Un genio toca la trompeta y los muertos salen de sus tumbas; estos muertos que reviven, son un hombre y una mujer y un niño; el ternario de la vida humana.
Shin- Lo sensitivo, la carne, la vida material.
Jeroglífico, El Loco: un hombre vestido de loco, marcha al azar, cargado con una saca que lleva a la espada y que, sin duda, está llena de sus ridiculeces y de sus vicios; sus ropas en desorden dejan al descubierto lo que debiera ocultar, y un tigre que le sigue, le muerde sin que él trate de evitarlo o de defenderse.
Tau-El microcosmos, el resumen de todo en todo.
Jeroglífico, el Kether, o la corona cabalística entre los cuatro animales misteriosos; en medio de la corona se ve a la verdad, teniendo en cada mano una varita mágica.
Tales son las 22 claves del Tarot que explican todos los números. Así, el batelero, o clave de las unidades, explica los cuatro ases con su cuádruple significación progresiva en los tres mundos y en el primer principio. Así, el as de oros o de los círculos, es el alma del mundo; el de espadas, la inteligencia militante; el de copas, la inteligencia amante, y el de bastos, la inteligencia creadora; éstos son, también, los principios del movimiento, del progreso, de la fecundidad y del poder. Cada número, multiplicado por una clave, da otro número que, explicado a su vez por las claves, completa la revelación filosófica y religiosa, contenida en cada signo.
Ahora bien, cada una de las 56 cartas puede multiplicarse por las 22 claves, turno por turno, de aquí resulta una serie de combinaciones, ofreciendo los más sorprendentes resultados de revelación y de luz. Es una verdadera máquina filosófica que impide que el espíritu se extravíe, siempre dejándole su iniciativa y su libertad; son las matemáticas aplicadas a lo absoluto; es la alianza de lo positivo con lo ideal; es una lotería de pensamientos rigurosamente justos como los números; es, en fin, quizá lo mejor que el genio humano haya concebido jamás, siendo a la vez, lo más sencillo y lo más grande.
El modo de leer los jeroglíficos del Tarot es disponiéndolos, sea en cuadrado, sea en triángulo colocando los números pares en antagonismo y conciliándolos por medio de los impares. Cuatro signos manifiestan siempre lo absoluto en un orden cualquiera, y se explican por un quinto. Así, la solución de todas las cuestiones mágicas, es la del pentagrama, y todas las autonomías se explican por la armoniosa unidad.
Dispuesto de este modo, el Tarot es un verdadero oráculo y responde a todas las preguntas posibles con mayor claridad y infalibilidad que el Androide de Alberto el Grande; de manera que un prisionero sin libros, podría, en algunos años, si tuviera solamente un Tarot del que supiera servirse, adquirir una ciencia universal y hablaría de todo con una doctrina sin igual y con una elocuencia inagotable. Esta rueda, en efecto, es la verdadera clave del arte oratorio y del gran arte de Ramon Llull; es el verdadero secreto de la transmutación de las tinieblas en luz; es el primero y el más importante de todos los arcanos de la gran obra.
Por medio de esta clave universal del simbolismo, todas las alegorías de la Indias, de Egipto y de in Judea, se hacen claras; el Apocalipsis de San Juan es un libro cabalístico, cuyo sentido está rigurosamente indicado por las figuras y por los números del urim y del thumin, de los theraphims y del ephod, todos resumidos y completados por el Tarot. Los antiguos santuarios no tienen ya misterios, y se comprende, por vez primera, la significación de los objetos del culto de los hebreos. ¿Quién no ve, en efecto, en la tabla de oro, coronada y soportada por querubines, que cubría el arca de la alianza y servía de propiciatoria, los mismos símbolos que en la veintiuna clave del Tarot?
El arca era un resumen jeroglífico de todo el dogma cabalístico; contenía el jod o el bastón florido de Aarón, el he, o la copa, el gomor, conteniendo el maná, las dos tablas de la ley, símbolo análogo al de la clave de la justicia, y el maná contenido en el gomor, cuatro cosas que traducen maravillosamente las letras del tetragrama divino.
Gaffarel ha probado sabiamente que los querubines o querubes del arca tenían la figura de terneras; pero lo que él ha ignorado, es que en lugar de dos había cuatro, dos en cada extremidad, como lo dice expresamente el texto, mal entendido en este pasaje por la mayor parte de los comentaristas.
Así, en los versículos 18 y 19 del éxodo, es preciso traducir el texto hebreo de este modo:
“Tú harás dos vacas o esfinges de oro, trabajadas al martillo, de cada lado del oráculo.” “Y tú las colocarás, la una vuelta de un lado, y la otra del otro.”
Los querubes o esfinges estaban efectivamente acoplados de a dos a cada lado del arca, y sus cabezas se volvían hacia los cuatro rincones del propiciatorio, al que cubrían con sus alas redondeadas en forma de bóveda, sombreando también la corona de la mesa de oro que sostenían sobre sus espaldas y se miraban el uno al otro, por parejas, al mirar al propiciatorio (véase el grabado).
El arca tenía también tres partes o tres pisos, representando a Aziluth, Jezirah y Briah, los tres mundos de la Cábala; la base del cofre, al cual estaban adaptadas las cuatro argollas de las dos palancas, análogas a las columnas del templo JAKIN y BOAS; el cuerpo del arca, sobre la cual resaltaban en relieve el de las esfinges y la cubierta, sombreada por las alas de las esfinges. La base representaba el reino de la sal, para hablar en el lenguaje de los adeptos de Hermes; el cofre, el reino del mercurio o del ázoe, y la tapa o cobertera, el del azufre o del fuego. Los demás objetos del culto, no eran menos alegóricos; pero sería precisa una obra especial para descubrirlos y explicarlos.
San Martin, en su “Tabla natural de las relaciones que existen entre Dios, el hombre y la naturaleza”, ha seguido, como ya hemos dicho, la división del Tarot y da sobre las 22 claves un comentario místico bastante extenso; pero se guarda muy bien de decir de dónde ha tomado el plan de su libro y de revelarlos jeroglíficos que comenta. Postel ha tenido la misma discreción, y al nombrar solamente el Tarot en la figura de su clave de los arcanos, le designa en el resto del libro bajo el nombre de Génesis de Enoc. Este personaje, autor del primer libro, es, en efecto, idéntico al de Thot entre los egipcios, Cadmo entre los fenicios y Palamedo entre los griegos.
Hemos encontrado, de una manera bastante extraordinaria, una medalla del siglo XVI, que es una clave del Tarot. Nosotros no sabríamos decir que esta medalla, y el lugar en donde hubimos de hallarla, nos había sido exhibida en sueños por el divino Paracelso; sea lo que fuere, la medalla está en poder nuestro. Representa, de un lado el batelero, en traje alemán del siglo XVI, teniendo en una mano su cinturón y en la otra el pentagrama; tiene ante sí, sobre la mesa, entre un libro abierto y una bolsa cerrada, diez dineros o talismanes, dispuestos en dos líneas de tres cada uno y en un cuadrado de cuatro; las patas de la mesa forman dos (Heth)y los del batelero dos (Daleth) invertidos de esta manera L7 . El reverso de la medalla contiene las letras del alfabeto, dispuestas en cuadrado mágico de este modo:
Puede advertirse que este alfabeto no tiene más que 22 letras, puesto que la V y la N están dos veces, y que está compuesto por cuatro quinarios y un cuaternario por clave y por base. Las cuatro letras finales son dos combinaciones del binario y del temario, leídas cabalísticamente forman la palabra AZOTH, dando a las configuraciones de las letras su valor en hebreo primitivo y tomando N por , Z por lo que ella es en latín, V por la vau hebrea que se pronuncia O entre dos vocales o letras que tienen de ella el valor y la X por la tau primitiva que tenía exactamente esa figura. Todo el Tarot está, pues, explicado en esta maravillosa medalla, digna, en efecto, de Paracelso, y que nosotros ponemos a disposición de los curiosos.
Las letras dispuestas por cuatro veces cinco, tienen por suma la palabra HVZA, análoga a las de HVHY de INRI, y conteniendo todos los misterios de la Cábala.
Teniendo el Tarot tan alta importancia científica es de desear que no se le alterase más. Hemos recorrido en la Biblioteca imperial, la colección de antiguos Tarots, siendo en ella en donde hemos recogido todos los jeroglíficos, de los cuales ofrecemos la descripción. Resta un trabajo importante por realizar; es el de hacer grabar y publicar un Tarot rigurosamente completo y cuidadosamente ejecutado. Quizá lo emprendamos muy pronto.
Se encuentran vestigios del Tarot en todos los pueblos del mundo. El Tarot juliano es, como lo hemos dicho, el mejor conservado y el más fiel; pero se podría perfeccionarle aún, con preciosos datos tomados a los juegos de naipes españoles; el dos de copas, por ejemplo, en los Naibi , es completamente egipcio, y en ellos se ven dos vasos antiguos en que los ibis forman las asas, superpuestas por encima de una vaca; se encuentra en las mismas cartas un licornio en medio del cuatro de oros; el tres de copas representa la figura de Isis saliendo de un vaso, en tanto que de los otros dos vasos salen dos ibis, llevando el uno una corona para la diosa, y el otro, al parecer, ofreciéndole una flor del loto.
Los cuatro ases, llevan la serpiente hierática y sagrada y, en algunos juegos, en medio del cuatro de oros, en vez del unicornio simbólico, se encuentra el doble triángulo de Salomón.
Los Tarots alemanes están más alterados y no se encuentra en ellos más que apenas los nombres de las claves, estando muy recargados de figuras bizarras y pantagruélicas. Hemos tenido en la mano un Tarot chino y se encuentran en la Biblioteca imperial algunas muestras de un juego semejante. M. Boiteau, en su notable obra sobre las cartas de luego, ha publicado ejemplares muy bien hechos. El Tarot chino conserva todavía muchos emblemas primitivos; se distinguen muy bien los oros y las espadas, pero sería más difícil encontrar las copas y los bastos.
En las épocas de la herejías gnósticas maniqueas, fue cuando el Tarot debió perderse para la iglesia, y es en la misma época cuando el sentido del divino Apocalipsis se ha, igualmente, perdido para ella. No ha comprendido que los siete sellos de este libro cabalístico son otros tantos pantáculos, de los que publicamos el grabado, y que se explican por las analogías de los números, de los caracteres y de las figuras del Tarot.
Así, la tradición universal de la religión única se vio un instante interrumpida; las tinieblas de la duda se esparcieron por toda la tierra y ha parecido a la ignorancia, que el verdadero catolicismo, la revelación Universal, había desaparecido. La explicación del libro de San Juan, por los caracteres de la Cábala, será, pues, toda una revelación nueva, que han presentido ya muchos magistas distinguidos. He aquí cómo se expresa uno de ellos,M. Augustín Chaho:
“El poema del Apocalipsis supone en el joven evangelista un sistema completo y tradiciones desarrolladas por él sólo.
“Está escrito en forma de visión, y encierra en un cuadro desvanecedor de poesía, toda la erudición, todo el pensamiento del africano civilizador.
“Bardo inspirado, el autor recorre una serie de hechos dominantes; traza, a grandes rasgos, la historia de la sociedad, de un cataclismo a otro y aun más allá.
“Las verdades que revela son profecías procedentes de arriba y de lejos, de las que se hace sonoro eco.
“Es la voz que grita, la voz que canta las armonías del desierto y prepara el camino de la luz.
“Su palabra resuena con imperio y ordena a la fe, porque viene para aportar a los bárbaros los oráculos de IAO y desvelar a la admiración de las futuras civilizaciones el primer nacido de los soles.
“La teoría de los cuatro ángeles se encuentra en el Apocalipsis, como en los libros de Zoroastro y en la Biblia.
“El restablecimiento gradual de las federaciones primitivas y del reinado de Dios en los pueblos franqueados del yugo de los tiranos y del bando del terror, está claramente profetizada para el final de la cuarta edad y la renovación del, cataclismo demostrada, en principio a lo lejos, en la consumación de los tiempos.
“La descripción del cataclismo y de su duración; el mundo nuevo, desprendido de la onda y aparecido bajo el cielo con todos sus encantos; la gran serpiente, amarrada por un ángel en el fondo del abismo por un tiempo; la aurora, en fin, de este tiempo que vendrá, profetizada por un verbo, que se aparece al apóstol desde el comienzo de su poema.
“Su cabeza y sus cabellos eran blancos, sus ojos chispeantes, sus pies se parecían al fino estaño cuando sale del homo y su voz igualaba el ruido de las grandes aguas.
“Tenía en su diestra mano, siete estrellas, y de su boca salía una glava de dos filos, muy bien afiladas. Su rostro era tan brillante como el sol en toda su fuerza.
“He aquí a Ormud, Osiris, Chur, el Cordero, el Cristo, el anciano de los días, el hombre del tiempo y del río cantado por Daniel.
“Él es el primero y el último, aquel que ha sido y que debe de ser, el alfa y el omega, el comienzo y el fin.
“Tiene en su mano la llave de los misterios; abre el gran abismo del fuego central en donde reposa la muerte, bajo un pabellón de tinieblas, en donde duerme la gran serpiente esperando el despertar de los siglos.”
El autor aproxima esta alegoría de San Juan a la de Daniel, en la que las cuatro formas de la esfinge están aplicadas a los grandes períodos de la historias, y en donde el hombre-sol, el verbo-luz, consuela e instruye al vidente.
“El profeta Daniel ve un mar agitado en sentido contrario por los cuatros vientos del cielo.
“Y bestias muy diferentes unas de otras, salieron de las profundidades del Océano.
“De allí salieron cuatro.
“La primera bestia, símbolo de la raza solar de los videntes vino del lado de África; se parecía a un león y llevaba alas de águila; le fue dado un corazón de hombre.
“La segunda bestia, emblema de los conquistadores del Norte, que reinaron por el hierro durante la segunda edad, era parecida a un oso
“Tenía en las fauces tres hileras de dientes agudos, imagen de las tres grandes familias conquistadoras, y se le dijo: Levantaos y hartaos de matanza.
“Después de la aparición de la cuarta bestia, se elevaron tronos, y el anciano de los días, el Cristo de los videntes, el cordero de la primera edad, se mostró sentado.
“Su vestido era de una blancura deslumbrante; su cabeza lanzaba rayos de luz; su trono, de donde chisporroteaban llamas vivas, era llevado por ruedas ardientes; una llama de fuego muy viva salía de su rostro y miríadas de ángeles o estrellas brillaban a su alrededor.
“El juicio se verificó; los libros alegóricos fueron abiertos.
“El Cristo nuevo vino en una nube llena de relámpagos y se detuvo ante el anciano de los días; obtuvo en reparto el poder, el honor y el reinado sobre todos los pueblos, todas las tribus y todos los idiomas.
“Daniel se aproximó entonces a uno de los que estaban presentes y le preguntó la verdad de las cosas.
Y él le respondió que los cuatro animales eran cuatro potencias que reinarían sucesivamente sobre la tierra ”
Chaho explica seguidamente muchas imágenes cuyas analogías son asombrosas y que se hallan en casi todos los libros sagrados. Sus palabras son muy notables.
“En todo verbo primitivo, el paralelismo de las relaciones físicas y de las relaciones morales, se establece sobre los mismos radicales.” Cada palabra lleva consigo su definición material y sensible y ese lenguaje viviente es también perfecto y verdadero cuanto más sencillo y natural es el hombre creador.
“Que el vidente manifieste con la misma palabra, ligeramente modificada, el sol, el día, la luz, la verdad, y que aplicando un mismo epíteto al blanco sol y aun cordero, se dice cordero o Cristo, en vez del sol y sol en lugar de verdad, luz, civilización, no habrá alegoría, sino relaciones de verdad, tomadas y manifestadas con inspiración.
“Pero cuando los hijos de la noche dicen en su dialecto incoherente y bárbaro, sol, día, luz, verdad, cordero, la relación sabia, tan claramente manifestada por el verbo primitivo, se borra y desaparece y por la simple traducción el cordero y el sol se convierten en seres alegóricos, en símbolos.
“Advertid, en efecto, que la palabra alegoría significa en definición céltica, cambio de discurso, traducción.
“La observación que acabamos de hacer se aplica rigurosamente a todo el lenguaje cosmogónico de los bárbaros.
“Los videntes se servían del mismo radical inspirado para manifestar el alimento y la instrucción. ¿No es, acaso, la ciencia de la verdad el alimento del alma?
“Así, el rollo de papyrus o de biblos devorado por el profeta Ezequiel; el pequeño libro que el ángel hace comer al autor del Apocalipsis; los festines del palacio mágico de Asgard, a los cuales Gangles está convidado por Har el sublime; la maravillosa multiplicación de siete panecillos, contada por los evangelistas del Nazareno; el pan viviente que Jesús-Sol hace comer a sus discípulos, diciéndoles: Este es mi cuerpo y otros muchos rasgos semejantes, son una repetición de la misma alegoría; la vida de las almas que se alimentan con la verdad la verdad que se multiplica sin disminuir nunca y que por el contrario, aumenta a medida que uno se alimenta de ella.
“Que exaltado por un noble sentimiento de nacionalidad, desvanecido por la idea de una revolución inmensa, se erija en un revelador de cosas ocultas y que trate de popularizar los descubrimiento de la ciencia antigua entre hombre groseros, ignorantes, desprovistos de las nociones más elementales y más sencillas:
“Que diga, por ejemplo: La tierra gira; la tierra es redonda como un huevo.
“Qué puede hacer el bárbaro que escucha sino creer? ¿No es evidente que toda proposición de este género se convierte para él en un dogma elevado, en un artículo de fe?
“Y el velo de una alegoría sabia, ¿no basta para hacer de ella un misterio?
“En las escuelas de videntes, el globo terrestre estaba representado por un huevo de cartón o de madera, pintado, y cuando se preguntaba a los niños:¿Qué es este huevo? Ellos respondían: Es la tierra. “Niños grandes, los bárbaros que habían oído esto, repitieron con los hijos de los videntes: El mundo es un huevo.
“Pero ellos comprendían por esto el mundo físico, material, y los videntes el mundo geográfico, ideal, el mundo imagen, creado por el espíritu y el verbo.
“En efecto, los sacerdotes de Egipto representaban al espíritu, la inteligencia, a Kneph, con un huevo colocado sobre los labios, para mejor manifestar que el huevo no era más que una comparación, una imagen, un modo de hablar.
“Choumountou, el filósofo del Ezour-Veda, explica de la misma manera al fanático Biache, lo que hay que entender por el huevo de oro de Brahma.”
No hay que desesperar completamente de que llegue una época en que todavía se ocupen de investigaciones sabias y razonables; así, pues, es con un gran consuelo, con una gran satisfacción, como acabamos de citar las páginas de Chao. No es esta, no, la crítica negativa y desesperante de Volney y de Dupuis. Es una tendencia a una sola fe, a un solo culto que debe unir todo el pasado con todo el porvenir; es la rehabilitación de todos los grandes hombres, falsamente acusados de idolatría y de superstición; es, en fin, la justificación del mismo Dios, ese sol de las inteligencias, que no está jamás velado para las almas rectas y para los corazones puros.
“Es grande el vidente, el iniciado, el elegido de la naturaleza y de la suprema razón -exclama una vez más el autor que acabamos de citar.
“A él sólo le pertenece un Verbo perfecto de conveniencia, de propiedad, de flexibilidad, de riqueza, creado por reacción física, anomía del pensamiento; del pensamiento, cuyas palpitaciones, todavía independientes del lenguaje, reflejan siempre la naturaleza, exactamente reproducida en sus impresiones, bien juzgada, bien manifestada en sus relaciones.
“A él sólo le pertenece la luz, la ciencia, la verdad, porque la imaginación, limitada a su papel pasivo secundario, no domina nunca la razón, la lógica natural que resulta de la comparación de las ideas; que estas nacen, se multiplican, se extienden en las misma proporción que sus necesidades y que el círculo de sus conocimientos se ensanche también por grados, sin mezcla de juicios falsos de errores.
“Para él sólo una luz infinitamente progresiva, porque la multiplicación rápida de la población, según las renovaciones terrestres, combina en pocos siglos la sociedad nueva en todas las relaciones imaginables de su destino, sean morales, sean políticas.”
Y nosotros podríamos agregar, luz absoluta.
“El hombre de nuestro tiempo es inmutable en sí; no cambia más que la naturaleza en que está ordenado.
“Las condiciones sociales en que se halla colocado determinan por sí solas el grado de su perfeccionamiento, la santidad del hombre y su felicidad en la ley?”
¿Se nos preguntará, aun después de semejantes puntos de vista, que para qué sirven las ciencias ocultas? ¿Tratarán con desdén de misticismo y de iluminismo a estas matemáticas vivas, a estas proporciones de ideas y de formas, a esta revelación permanente de la razón universal, a esta liberación del espíritu, a esta base inquebrantable dada a la fe, a esa omnipotencia revelada a la voluntad? Niños que buscáis prestigios, ¿estáis descorazonados porque sólo os ofrecemos maravillas? Un hombre no dijo un día: Haced aparecer al diablo y os creeré; nosotros le respondimos: Pedís demasiado poco; nosotros queremos no hacerle aparecer, sino que desaparezca del mundo entero; hacerle desaparecer de nuestros sueños.
¡El diablo es la ignorancia; son las tinieblas, son las incoherencias del pensamiento; es la fealdad! ¡Despertaos, pues, durmientes de la edad media! ¿No veis que ya es de día? ¿No veis cómo la luz de Dios llena ya toda la naturaleza? ¿Quién, pues, osaría a estas fechas mostraros al príncipe caído de los infiernos?
Nos resta ahora ofrecer nuestras conclusiones y determinar el fin y el alcance de esta obra en el orden religioso y en el orden filosófico, así como también en el orden de las realizaciones materiales y positivas.
En el orden religioso, primero hemos demostrado que las prácticas de los cultos no podrían ser indiferentes, que la magia de las religiones estriba en sus ritos, que su fuerza moral reside en la jerarquía ternaria y que la jerarquía tiene por base, por principio y por síntesis, la unidad.
Hemos demostrado la unidad y la ortodoxia, universales del dogma, revestido sucesivamente de muchos velos alegóricos, y hemos seguido la verdad salvada por Moisés de las profanaciones de Egipto, conservada en la Cábala de los profetas, emancipada por la escuela cristiana de la servidumbre de los fariseos, atrayendo así todas las aspiraciones poéticas y generosas de las civilizaciones griega y romana, protestando contra un nuevo fariseísmo, más corrompido que el primero, con los grandes santos de la edad media y los audaces pensadores del renacimiento.
Hemos demostrado -repito-esa verdad siempre universal, siempre una, siempre viva que sólo concilia la razón y la fe, la ciencia y la sumisión; la verdad del ser, demostrada por el ser mismo, la armonía demostrada por la misma armonía, y la razón manifestada por la propia razón.
Al revelar por primera vez al mundo los misterios de la magia, no hemos querido resucitar prácticas sepultadas bajo las ruinas de antiguas civilizaciones, sino que hemos querido decir a la humanidad actual que ella también está llamada a crearse inmortal y todopoderosa por sus obras.
La libertad no se da sino que se toma, ha dicho un escritor moderno; lo propio sucede con la ciencia, y es por esto por lo que la divulgación de la verdad absoluta no es jamás útil al vulgo. Pero en una época en que el santuario ha sido devastado y sepultado entre ruinas y han arrojado la clave del mismo a través de los campos, sin provecho para nadie, he creído deber recoger esa clave y ofrecérsela a los que sepan tomarla; porque ese será a su vez, un doctor de las naciones y un libertador del mundo.
Son precisos y lo serán siempre, las fábulas y los andadores para los niño; pero hay que pensar un solo instante en que aquellos que han de manejarlos andadores sean tan niños como los que quieren andar y escuchar fábulas.
Que la ciencia más absoluta y la razón más elevada sea el patrimonio de los jefes del pueblo; que el arte sacerdotal y el arte real vuelvan a empuñar el doble cetro de las antiguas iniciaciones, y el mundo saldrá una vez más del caos.
No quememos las santas imágenes; no demolamos los templos; son necesarias a los hombres tanto aquéllas como éstos; pero arrojemos a los vendedores de la casa en que no debe hacerse otra cosa que orar; no permitamos que los ciegos se conviertan en lazarillos de otros ciegos; reconstituyamos la jerarquía de la ciencia y de la santidad y reconozcamos únicamente aquellos que saben cómo doctores de aquellos que creen.
Nuestro libro es católico; y si las revelaciones que contiene son de naturaleza que alarmen la conciencia de las personas sencillas, nuestro consuelo consistirá en pensar que no lo leerán. Escribimos para los hombres sin prejuicios y no tratamos de adular a la irreligión ni al fanatismo.
Porque ¿qué cosa hay que en mundo que sea más inviolable y libre que la creencia? Es preciso por la ciencia y por la persuasión, desviar de lo absurdo a las imaginaciones descarriadas, pues sería dar a sus errores toda la dignidad y toda la verdad del martirio, amenazándolos o contradiciéndolos.
La fe no es más que una superstición y una locura si no tiene como base a la razón, y no puede suponerse lo que se ignora más que por la analogía con lo que se sabe. Definir lo que no se sabe, es una ignorancia presuntuosa; afirmar positivamente lo que se ignora, es sencillamente mentir.
Así, pues, la fe es una aspiración y un deseo. Así sea; yo deseo que sea así, tal es la última palabra de todas las profesiones de fe. La fe, la esperanza y la caridad, son tres hermanas de tal modo inseparables, que muy bien pudiera confundírselas, o tomar a la una por la otra. Pues bien, la religión ortodoxa universal y hierática, restauración de los templos en todo su esplendor, restablecimiento de todas las ceremonias, en su pompa primitiva; enseñanza hierática del símbolo, misterios, milagros, leyendas para los niños, luz para los hombres maduros, que se guardarán muy bien de escandalizar a los niños en la sencillez de su creencia. He aquí en religión toda nuestra utopía, y este es también el deseo y la necesidad de la humanidad.
Vengamos a la filosofía.
La nuestra es la del realismo y la del positivismo.
El ser está en razón del ser cosa que nadie duda. Todo existe para nosotros por la ciencia.
Saber, es ser. La ciencia y su objeto se identifican en la vida intelectual de aquel que sabe. Dudar, es ignorar. Pues bien lo que ignoramos no existe aun para nosotros. Vivir intelectualmente es aprender.
El ser se desarrolla y se amplía por la ciencia. La primera conquista de la ciencia es el resultado primero de las ciencias exactas es el sentimiento de la razón. Las leyes de la naturaleza son álgebra pura. Así la única fe razonable es la de la adhesión del estudiante a los teoremas de los que ignoran toda la exactitud que consigo llevan pero cuyas aplicaciones y resultados le son suficientemente demostrados.
El verdadero filósofo cree en lo que es y no admite a posteriori, más que todo lo que es y es razonable. Cuanto más charlatanismo haya en filosofía mayor será el empirismo y más grande el sistema. ¡El estudio del ser y de sus realidades comparadas! ¡Una metafísica de la naturaleza! Pues ¡atrás el misticismo! Nada de sueños en filosofía; la filosofía no es poesía, sino las matemáticas puras de las realidades, sean físicas, sean morales. Dejemos a la religión la libertad de sus aspiraciones infinitas, pero que ella deje, a su vez, a la ciencia las conclusiones rigurosas del experimentalismo absoluto.
El hombre es hijo de sus obras; es lo que quiere ser; es la imagen de Dios la que él se forma; es la realización de su ideal. Si su ideal carece de base, todo el edificio de su inmortalidad se derrumba. La filosofía no es el ideal, sino es ella la que debe servir de base al ideal. Lo conocido es para nosotros la medida de lo desconocido; lo visible nos hace apreciar lo invisible; las sensaciones son a los pensamientos, lo que los pensamientos a las aspiraciones. La ciencia es una trigonometría celeste; uno de los lados del triángulo absoluto, es la naturaleza sometida a nuestras investigaciones; el otro, es nuestra alma que abraza y refleja la naturaleza; el tercero, es lo absoluto, en el cual se agranda nuestra alma.
Nada de ateísmos posibles en adelante, aun cuando no tengamos la pretensión de definir a Dios. Dios es, para nosotros, el más perfecto y el mejor de los seres inteligentes y la jerarquía ascendente de los seres, nos demuestra lo bastante que existe. No pidamos más; pero para comprenderle siempre mejor, perfeccionémonos subiendo hacia él.
¡Nada de ideologías! El ser es lo que es y no se perfecciona más, que siguiendo las leyes reales del ser. Observemos, no prejuzguemos; ejercitemos nuestras facultades, no las falseemos; ensanchemos el dominio de la vida; ¡veamos la verdad en la verdad! Todo es posible a aquel que quiere solamente lo que es verdadero. Permaneced en la naturaleza, estudiad, sabed y, después, osad; osad querer, ¡osad, obrar y callaos!
Nada de odios contra nadie. Cada cual cosechará lo que siembre. El resultado de las obras es fatal, y es a la razón suprema a la que corresponde juzgar y castigar a los malvados. Aquel que se mete por un callejón sin salida, o tendrá que volver sobre sus pasos o morir. Advertidle dulcemente, por si puede aún oíros; después dejadle que obre; es necesario que la libertad humana siga su curso.
Nosotros no somos jueces unos de otros. La vida es un campo de batalla No dejemos de combatir, por causa de los que caen en la lucha; pero sí evitemos marchar por encima de ellos. Después viene la victoria y los heridos de ambas partes, convertidos en hermanos por el sufrimiento y por razones de humanidad, se reunirán en las ambulancias de los vencedores.
Tales son las consecuencias del dogma filosófico, de Hermes; tal ha sido en todo tiempo, la moral de los verdaderos adeptos; tal es la filosofía de los Rosa-cruz, herederos de todos los sabios de la antigüedad; tal es la doctrina secreta de las asociaciones a que calificaban de subversivas del orden público, y a las que siempre se les acuso de conspiradoras contra los tronos y los altares.
El verdadero adepto, lejos de turbar el orden público, es su más firme sostén. Respeta demasiado la libertad para desear la anarquía; hijo de la luz, ama la armonía y sabe que las tinieblas producen la confusión. Acepta todo lo que es, y niega únicamente lo que no es.
Quiere la religión verdadera, práctica, universal, creyente, palpable, realizada en la vida entera; la quiere con un sabio y poderoso sacerdocio, rodeado de todas las virtudes y todos los prestigios de la fe. Quiere la ortodoxia universal, la catolicidad absoluta, jerárquica, apostólica, sacramental, incontestable e incontestada. Quiere una filosofía experimental, real, matemática, modesta en sus conclusiones, infatigable en sus investigaciones, científica en sus progresos.
¿Quién puede marchar contra nosotros, si Dios y la razón está con nosotros? ¿Qué importa que se nos prejuzgue y se nos calumnie? Nuestra completa justificación está en nuestros pensamientos y en nuestras obras. Nosotros no venimos, como Edipo a matar a la esfinge del simbolismo tratamos por el contrario de resucitarla. La esfinge no devora más que a los intérpretes ciegos, y aquel que le da muerte es porque no ha sabido adivinarla es preciso domarla encadenarla y obligarla a que nos siga. La esfinge es el palladium viviente de la humanidad es la conquista del rey de Tebas habría sido la salvación de Edipo si Edipo hubiera adivinado todo su enigma.
En el orden positivo material, ¿qué hay que concluir de esta obra? ¿La magia es una fuerza que la ciencia puede abandonar al más audaz o al más malvado? ¿Es una farsa y una mentira del más hábil para fascinar al ignorante y al débil? ¿El mercurio filosofal es la explotación de la credulidad por la astucia? Aquellos que nos han comprendido saben ya como responder a estas preguntas.
La magia no puede ser en nuestros días el arte de las fascinaciones y de los prestigios; no se engaña ahora más que a aquellos que quieren ser engañados. Pero la incredulidad estrecha y temeraria del siglo último, recibe diariamente mentís y mas mentís de la propia naturaleza.
Vivimos rodeados de profecías y de milagros; la duda negaba todo esto en otros tiempos con temeridad; la ciencia, hoy día, los explica. No, señor conde de Mirville, ¡no le es dable a un espíritu caído turbar el imperio de Dios!; no, las cosas desconocidas no se aplican más que como cosas imposibles; no es dado a seres invisibles engañar, atormentar, seducir y aun matar a las criaturas vivientes de Dios, los hombres, antes tan ignorantes y tan débiles, y a quienes cuesta tanto trabajo defenderse contra sus propias ilusiones. Aquellos que hayan dicho esto en vuestra infancia, os han engañado, señor conde, y si habéis sido bastante niño para escucharlos, sed ahora bastante hombre para no creerlo.
El hombre es, por sí mismo, el creador de su cielo y de su infierno, y en éste no hay otros demonios que nuestras propias locuras. Los espíritus a que la verdad castiga, son corregidos por el castigo, y no piensan en turbar el mundo. Si Satán existe, no puede ser sino el más desdichado, el más ignorante, el más humillado y el más impotente de los seres.
La existencia de un agente universal de la vida, de un fuego viviente, de una luz astral, no está demostrado por los hechos. El magnetismo nos hace comprender, hoy día, los milagros de la magia antigua; los hechos de segunda vista, las inspiraciones, las curaciones repentinas, instantáneas, la penetración de los pensamientos, son ahora cosas familiares, aun a nuestros hijos.
Pero se había perdido la tradición de los antiguos; se creía en nuevos descubrimientos, se buscaba la última palabra de los fenómenos observados, las cabezas se enardecían ante manifestaciones incomprensibles, ose sufrían fascinaciones sin comprenderlas. Nosotros hemos venido a decir a los que se dedican a hacer moverlos trípodes: esos prodigios no son nuevos; aún podéis operar otros mayores, si estudiáis las leyes secretas de la naturaleza. ¿Y qué resultará del nuevo conocimiento de estos poderes?
Un nuevo campo, una nueva vida abierta a la actividad y a la inteligencia del hombre; el combate de la vida organizado de nuevo con armas más perfectas, y la posibilidad, devuelta a las inteligencias selectas, de volver a ser dueños de todos los destinos, dando al mundo del porvenir verdaderos sacerdotes y grandes monarcas.
22 Tau. El Universo es el Hexagrama.
Nombre divino: Teshinad (Poseedor de Gracia), equivale al Microcosmos (Kircher) y al tercer principio divino que origina todo cuanto existe en el reino mineral. Esta letra es también el símbolo del hombre viene a ser el fin y la culminación de toda la creación.
Y aquí termina mi trabajo de intentar hilar este telar numeral y simbólico.
No perdáis la oportunidad de saber más y apuntaros al Curso de cábala oculta en el Tarot donde aprenderéis a interpretar todo esto, su simbología, el número pitagórico, alquimia, física cuántica y mucho más.
Este trabajo está hilado de las siguientes obras:
- La Cábala tradición secreta de occidente (Papus)
- Curso de filosofía oculta sobre la cábala y los números (Eliphas Levi)
- Dogma y ritual de alta magia 1 y 2 (Eliphas Levi)
- El Tarot de los Bohemios (Papus)
- Gematria dogma cabalístico (Aleister Crowley)