Teht El Ermitaño

Teht El Ermitaño

La novena lámina, Teht El Ermitaño, jeroglíficamente representa un “techado”. De aquí las ideas de protección, lugar seguro, etc. Todas las ideas que despierta esta letra derivan de la unión entre la seguridad y la protección, por intermedio de la sabiduría. Astronómicamente corresponde al signo zodiacal Leo. Las ideas que esta lámina debe sugerir, son:

1º Protección.

2° Sabiduría, circunspección.

Un anciano camina apoyándose sobre un bastón; sostiene con la mano derecha una lámpara cuya luz se halla semioculta entre los pliegues del manto que lo cubre.

Este símbolo ocupa un lugar intermedio entre el sexto y el duodécimo arcano. La protección se halla simbolizada en el manto que cubre al anciano. La sabiduría por la lámpara semioculta. El bastón indica que el sabio se halla siempre armado para luchar contra la injusticia y el error. 

Si comparamos esta lámina con la sexta y la duodécima, veremos que el joven imberbe de la sexta lámina se ha decidido por el buen camino. La experiencia adquirida en el diario vivir lo ha convertido en un anciano prudente, y ésta, unida a la sabiduría lo conduce al elevado fin que se ha propuesto (lámina 12). La flecha del genio de la sexta lámina, se ha transformado en su bastón, y la aureola que envolvía a este genio se halla ahora encerrada en la lámpara que guía al iniciado; tal es el resultado de su esfuerzo continuado. (Está bien recordar que una flecha es un arma y representa la espada ósea aíre, y, el aíre es el pensamiento…) La novena lámina del Tarot representa a la tercera, concebida en su sentido “conservador” y “receptor”. Además equilibra la séptima y la octava lámina.

1° La humanidad como función de Dios el Espíritu Santo. La fuerza humana creadora.

EL AMOR HUMANO

Potencia conservadora de la humanidad. Equilibrio entre el padre y la madre.

2º  Equilibrio entre la realización y la justicia. LA PRUDENCIA (Callarse)

3º  La naturaleza como función de la humanidad. Equilibrio entre la luz astral y la existencia elemental.

LA FUERZA CONSERVADORA NATURAL El Fluido Astral

Por lo tanto, el fluido astral representa la conservación universal de las fuerzas que actúan en. la naturaleza. Con esto concluye el primer ternario del septenario de la conservación. Veremos ahora el reflejo de estos términos en el ternario siguiente.

Significados y relaciones: 

JEROGLÍFICO PRIMITIVO: Un techo

CÁBALA: Yesod

ASTRONOMÍA: Leo

MES: Julio

LETRA HEBRAICA: Teth (simple)

La Humanidad como función de Dios,  el Espíritu Santo EL AMOR HUMANO  LA  PRUDENCIA Callarse

La Fuerza Conservadora Natural  EL FLUIDO ASTRAL

LA INICIACIÓN

El iniciado es aquel que posee la lámpara de Trismegisto, el manto de Apolonio y el bastón de los patriarcas. La lámpara de Trismegisto es la razón ilusionada por la ciencia, el manto de Apolonio es la posesión completa de sí mismo, que aísla al sabio de las corrientes instintivas y el bastón de los patriarcas, es el socorro de las fuerzas ocultas y perpetuas de la naturaleza. La lámpara de Trismegisto ilumina el presente, el pasado y el porvenir, muestra al desnudo la conciencia de los hombres, e ilumina los repliegues del corazón de las mujeres. La lámpara brilla con triple llama, el manto se pliega tres veces y el bastón se divide en tres partes.

El número nueve es, por tanto, el de los reflejos divinos; manifiesta la idea divina en toda su potencia abstracta; pero manifiesta también el lujo en la creencia y por consecuencia la superstición y la idolatría. Por esta causa Hermes le ha hecho el número de la iniciación porque el iniciado reina sobre la superstición, y por la superstición puede marchar sólo en las tinieblas, apoyado en su bastón, envuelto en su manto e iluminado por su lámpara. La razón ha sido otorgada a todos los hombres, pero no todos saben hacer uso de ella; es una ciencia que es necesario aprender.

La libertad ha sido ofrecida a todos, pero no todos pueden ser libres; es un derecho que es preciso conquistar. La fuerza es para todos, pero no todos saben apoyarse en la fuerza; es un poder del que es necesario apoderarse. No llegamos a nada que nos cueste más de un esfuerzo. El destino del hombre es el de enriquecerse con lo que gane y que de seguida tenga como Dios, la gloria y el placer de la dádiva.

La ciencia mágica se llamaba en otro tiempo el arte sacerdotal y el arte real, porque la iniciación daba al sabio el imperio sobre las almas y la aptitud para gobernar las voluntades. La adivinación es también uno de los privilegios del iniciado, pues la adivinación no es otra cosa que el conocimiento de los efectos contenidos en las causas y la ciencia aplicada a los hechos del dogma universal de la analogía.

Las acciones humanas no se escriben solamente en la luz astral; dejan también sus huellas sobre el rostro, modifican el porte y el continente y cambian el acento de la voz.

Cada hombre lleva consigo la historia de su vida, legible para el iniciado. Porque el por venir es siempre la consecuencia del pasado y las circunstancias inesperadas no cambian casi nada de los resultados racionalmente esperados.

Puede, pues, predecirse a cada hombre su destino. Se puede juzgar de toda una existencia por un solo movimiento; un solo defecto presagia toda una serie de desgracias. César fue asesinado porque le avergonzaba de ser calvo; Napoleón murió en Santa Elena porque le gustaban  las poesías de Osián; Luis Felipe debía abandonar el trono, como lo abandonó, porque tenían un paraguas. Estas no son más que paradojas para el vulgo, que no saben las relaciones ocultas de las cosas; pero son motivos para el iniciado, que todo lo comprende y de nada se asombra.

La iniciación preserva de las falsas luces del misticismo; da a la razón humana su valor relativo y su infalibilidad proporcional, uniéndola a la razón suprema por medio de la cadena de las analogías.

El iniciado no tiene, pues, ni esperanzas dudosas, ni temores absurdos porque no poseen creencias irrazonables; sabe lo que puede y nada le cuesta osar. Así, para él, osar es poder. He aquí, pues, una nueva interpretación de los atributos del iniciado; su lámpara representa el saber; el manto en que se envuelve representa su discreción y su bastón es el emblema de su fuerza y de su audacia.

Sabe, osa y se calla. Sabe los secretos del porvenir, osa en el presente y se calla acerca del pasado. Sabe las debilidades del corazón humano, y osa servirse de ellas para realizar su obra y se calla sobre sus proyectos. Sabe la razón de todos los simbolismos y de todos los cultos, osa practicarlos o abstenerse sin hipocresía y sin impiedad y se calla sobre el dogma único de la alta iniciación. Sabe la existencia y conoce la naturaleza del gran agente mágico, osa realizar los actos y pronunciar las palabras que le someterán la voluntad humana y se calla sobre los misterios del gran arcano.

Escultura a Ramon Llull, de Pere de Sant Joan (1398). En la iglesia de San Miguel de Palma.

Así podéis verle con frecuencia triste, pero nunca abatido ni desesperado; con frecuencia pobre, pero nunca envilecido ni miserable; con frecuencia perseguido, pero nunca rechazado ni vencido. Se acuerda de la viudez y del asesinato de Orfeo, del exilio y de la muerte solitaria de Moisés, del martirio de los profetas, de las tortugas de Apolonio, de la cruz del Salvador; sabe en qué abandono murió Agrippa, cuya memoria todavía es calumniada; sabe a qué fatigas sucumbió el gran Paracelso y todo cuanto debió sufrir Ramon Llul para llegar, finalmente, a su sangrienta muerte.

Se acuerda de Sweden-borg haciéndose el loco, o aun perdiendo verdaderamente la razón, a fin de hacerse perdonar su ciencia; de San Martin, que se ocultó toda la vida; de Cagliostro, que murió abandonado en los calabozos de la inquisición; de Cazotte, que subió al cadalso. Sucesor de tantas víctimas, no por eso osa menos, pero comprende, cada vez más, la necesidad de callar. Imitemos su ejemplo, aprendamos con perseverancia; cuando sepamos, osemos y callémonos.

La ciencia se conserva por el silencio y se perpetúa por la iniciación. La ley del silencio no es absoluta e inviolable más que para las muchedumbres. la ciencia no puede transmitirse más que por la palabra. Los sabios deben, pues, hablar algunas veces.

Sí; los sabios deben hablar, no para decir, sino para conducir a los otros a encontrar. Noli iri, fac venire, era la divisa de Rabelais, quien poseyendo todas las ciencias de su época no podía ignorar la magia.

Vamos a revelar aquí los misterios de la iniciación.

El destino del hombre es, como ya lo hemos dicho, hacerse o crearse a sí mismo, y será el hijo de sus obras en el tiempo y en el espacio.

Todos los hombres están llamados a concurrir; pero el número de los elegidos, es decir, de los que alcanzan éxito, es relativamente restringido; en otras términos, los hombres deseosos de ser algo son muchos, pero los hombres selectos muy pocos, muy raros.

Pues bien; el gobierno del mundo pertenece de derecho a los hombres selectos, y cuando un mecanismo o una usurpación cualquiera impide que no les pertenezca de hecho, se opera un cataclismo político o social.

Los hombres que son dueños de sí mismos se hacen fácilmente amos de los otros; pero pueden mutuamente labrase obstáculos, sino se reconocen por las leyes de una disciplina y una jerarquía universal.

Para someterse a una misma disciplina es preciso estar en comunión de ideas y de deseos, no pudiendo llegarse a esa comunión más que por una religión común fundada sobre las mismas bases de la inteligencia y de la razón.

Esta religión ha existido siempre en el mundo y es la única que puede ser llamada una, infalible, indefectible y verdaderamente católica, es decir, universal.

Esta religión, de la que las demás han sido los velos y las sombras, es la que demuestra el ser por el ser, la verdad par la razón, la razón por la evidencia y el sentido común.

Es la que prueba por las realidades, la razón de ser de las hipótesis y que no permite razonar sobre hipótesis independientemente y fuera de las realidades.

Es la que tiene por base el dogma de las analogías universales, pero que no confunde nunca las cosas de la ciencia con las de la fe. No puede dar fe de que dos y uno son más o menos de tres; que el contenido en física sea más grande que el continente; que un cuerpo sólido, en tanto que lo sea, pueda comportarse como un cuerpo fluido o gaseoso; que un cuerpo humano, por ejemplo, pueda pasar a través de una puerta cerrada sin operar ni solución ni apertura.

Decir que se cree en semejante cosa es hablar como un niño o como un loco; pero, no es menos insensata definir lo desconocido y razonar de hipótesis en hipótesis hasta negar, a priori, la evidencia, para afirmar suposiciones temerarias. El sabio afirma lo que sabe y no cree lo que ignora más que según la medida de las necesidades razonables y conocidas de la hipótesis. Pero esta religión razonable no podría ser la de las multitudes a las cuales les hacen falta fábulas, mitos, misterios, esperanzas definidas y terrores materialmente motivadas. Por esto es por lo que el sacerdocio se ha establecido en el mundo. Pues bien; el sacerdocio se recluta por iniciación.

Las formas religiosas perecen cuando la iniciación cesa en el santuario, sea por divulgación, sea par negligencia y olvido de los misterios sagrados.

Las divulgaciones gnósticas, por ejemplo, alejaron de la Iglesia cristiana las altas verdades de la Cábala, que contiene todos los secretos de la teología transcendental. Así, los ciegos se convirtieron en lazarillos de otros ciegos, y se produjeron grandes oscurecimientos, grandes caídas y deplorables escándalos; luego, los libros sagrados, cuyas claves son esencialmente cabalísticas, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, se hicieron tan inteligibles para los cristianos, que los pastores tuvieron, con razón, que prohibir la lectura a los sencillos fieles.

Tomados como lo demostró perfectamente la escuela de Voltaire, más que un inconcebible tejido de absurdos y de escándalos.

Lo propio sucede con todos los dogmas antiguos, con sus brillantes teogonías y sus poéticas leyendas. Decir que los antiguos creían en Grecia, en los amores de Júpiter, o adoraban, en Egipto, el cinocéfalo y el gavilán como los dioses vivos y reales, es ser tan ignorante o de tan mala fe, como lo sería el que sostuviera que los cristianos adoran a un triple Dios, compuesto de un anciano, de un supliciado y de un pichón. La inteligencia de los símbolos es siempre calumniadora. Por esto hay que guardarse bien de burlarse de cosas que se ignoran, cuando su sola enunciación parece suponer un absurdo, o aun una singularidad cualquiera; esto sería tan poco sensato, como admitirla sin discusión y sin examen.

Antes de que exista una cosa que nos agrade o que nos desagrade, hay una verdad, es decir, una razón, y es por esa razón como nuestras acciones deben regularse a nuestro agrado, si queremos crear en nosotros la inteligencia, que es la razón de ser la inmortalidad y la justicia que es la ley.

El hombre, que verdaderamente sea hombre, no puede querer más que lo que debe y puede hacer razonablemente y sea justo. Debe imponer también silencio a los apetitos y al temor para no escuchar más que a la razón.

Semejante hombre es un rey natural y un sacerdote espontáneo para las multitudes errantes. A esto se debe que a las antiguas iniciaciones se las llamará indiferentemente arte real o arte sacerdotal.

Las antiguas asociaciones mágicas eran seminarios de sacerdotes y de reyes, y los neófitos no lograban ser admitidos, sino después de obras verdaderamente sacerdotales y reales, es decir, que estuvieran muy por encima de las debilidades naturales.

No repetiremos aquí lo que por todas partes se ha escrito sobre las iniciaciones egipcias, perpetuadas, aunque atenuadas, en las sociedades secretas de la edad media. El radicalismo cristiano fundado en la falsa inteligencia de esta frase: «No tenéis más que un padre y una madre, y todos sois hermanos», dio un golpe terrible a la jerarquía sagrada. Desde entonces las dignidades sacerdotales, han sido el resultado de la intriga o del azar; la mediocridad activa ha venido a suplantar a la superioridad modesta, y por consiguiente desconocida, y, sin embargo, siendo la iniciación una ley esencial de la vida religiosa, una sociedad instintivamente mágica, se ha formado a espaldas del poder pontifical reconcentrando en sí sola todo el del cristianismo, porque sólo ella comprendió, bien que vagamente, el poder jerárquico por las pruebas de la iniciación y el todo poderoso de la fe en la obediencia pasiva.

¿Qué hacía el recipiendario (Sacerdotisa( 2) ) en las antiguas iniciaciones? Abandonaba completamente su libertad y su vida a los maestros de los templos de Menfis o de Tebas; avanzaba presuntamente a través de espantosos peligros que hasta podría hacerle suponer un atentado premeditado contra él mismo; atravesaba hogueras, pasaba a nado torrentes de agua e hirviente, se suspendía sobre básculas de mecanismo desconocido, pendientes de abismos sin fondo… ¿No era esto la obediencia ciega en toda la fuerza de este vocablo? Abjurar momentáneamente de su libertad para llegar a una elevada emancipación, ¿no es el más perfecto ejercicio de la misma libertad?

Pues bien; he aquí lo que han hecho y lo que siempre hacen aquellos que aspiran al Sanctum regnum de la omnipotencia mágica. Los discípulos de Pitágoras se condenaban a un riguroso silencio de muchos años; los mismos sectarios de Epicuro, no comprendían la soberanía del placer, más que por la sobriedad adquirida y por la templanza calculada. La vida es una batalla en la que hay que someterse a pruebas para alcanzar un grado; la fuerza no se concede: hay que conquistarla.

La iniciación por la lucha y por las pruebas es, pues, indispensable para llegar a la ciencia práctica de la magia. Y hemos dicho cómo puede triunfarse de las cuatro formas elementales; volveremos sobre esto, recomendando al lector que quiera conocer las ceremonias de las iniciaciones antiguas, las obras del barón de Tschoudy, autor de la «Estrella flamígera de la masonería adonhiramita» y de otros muchos opúsculos masónicos y muy estimables.

Debemos insistir aquí en una reflexión: en que el caos intelectual y material en que perecemos, tiene por causa la negligencia de la iniciación, de sus pruebas y de sus misterios.

Los hombres en quienes el celo era más fuerte que la ciencia, impresionados por la máxima populares del Evangelio, creyeron en la igualdad primitiva y absoluta de los hombres. Un célebre alucinado, el elocuente e infortunado Rousseau, ha propagado con toda la magia de su estilo la paradoja de que sólo la sociedad es la que deprava a los hombres, lo mismo que podría haber dicho que sólo la emulación en el trabajo hace a los obreros perezosos.

La ley esencial de la naturaleza, la de la iniciación por las obras y del progreso laborioso y voluntario, ha sido fatalmente desconocida; la masonería ha tenido sus desertores como el catolicismo ha tenido los suyos. ¿Qué ha resultado de ello? El nivel del acero, substituido por el nivel intelectual y simbólico. Predicar la igualdad al que está abajo sin indicarle los medios de cómo debe elevarse, ¿no es colocarle en las vías del descenso? Así se ha descendido y pudo haber el reinado de la carmañola, de los descamisados y de Marat.

Para volver a elevar a la sociedad tambaleante o caída, es preciso restablecer la jerarquía y la iniciación. La tarea es difícil, pero todo mundo inteligente está en el deber de emprenderla.

¿Será preciso para esto, que el mundo tenga que sufrir un nuevo diluvio? Deseamos que no suceda así y este libro, la más grande quizá de todas nuestras audacias, aunque no la última, es una llamada a todo el que está vivo todavía, para reconstituir la vida en medio de la misma descomposición y de la muerte.

Hemos terminado nuestros estudios sobre el octonario, y hemos llegado al perfecto novenario que es la multiplicación del ternario por si mismo. El número 9 representa la verdad completa, la iniciación perfecta, y por ello se le ha colocado como signo jeroglífico del alto poder intelectual y moral coronando el lituus

pontifical y la cruz de nuestros obispos. Nueve representa también lo que los teólogos católicos llaman la circuncisión de las personas divinas, Circum in sessio, propiedad de recibir al rededor de los unos y de los otros y los unos en los otros, sin confusión de nociones. Así pues, el padre y el Espíritu Santo están en el hijo y alrededor del hijo, etc.; utilizando otros términos, el hijo lleva en su corazón al padre y al Espíritu Santo y se reviste de ellos como un manto de gracia y de justicia.

Imagine para comprender esto que el hijo es el verbo o la palabra, que la palabra lleva en ella el sentido o el pensamiento (el padre), que lleva a la acción o al amor (el Espíritu Santo) y que se reviste de forma análoga a este mismo pensamiento y a este mismo amor (digo análogo utilizando el verbo de los hombres, pero en el verbo de Dios, todo es idéntico a Dios. Las analogías solamente comienzan con la creación que emana del verbo). Es así como se explican con una gran simplicidad los más profundos misterios de la fe. Y volvemos a encontrar esta circuncisión en los Sepiroth que explican la trinidad según los hebreos.

Llegaremos pronto a darnos cuenta de que la actividad cristiana no es más que un matrimonio del Kether-Chokmah-Binah de Abraham, con el diespiter, el logos o el demiourgos de Platón, y el pneuma de los sofistas griegos, y que hay que depurar definitivamente nuestro dogma de todos estos elementos de paganismo e idolatría. hay que depurar nuestro dogma, volviendo a la concepción primitiva de los misterios, pero sin cambiar nada a los términos y a las fórmulas definitivamente establecidas por la Iglesia en su obra de las primeras épocas.

Los términos provenientes de la mitología o de la filosofía de los paganos prueban la tendencia a una síntesis universal. No hay que rechazarlos, sino explicarlos en un sentido que no sea ni el de los sofistas del helenismo ni el de los pedantes de la Edad Media. Esta nueva comprensión del viejo dogma, solamente será admitida al principio, por algunos espíritus de élite y no pienso que pueda vulgarizarse jamás.

En 1620 fue quemado en Toulouse, después de haberle arrancado previamente la lengua con unas tenazas al rojo, un sacerdote italiano cuyo nombre era Lucilio Vanini. Era un hombre de ciencia, lleno de elocuencia y de celo. Pero se le condenó como ateo y como impío, por haber dicho: hay que demostrar la verdadera religión universal por sus armonías con la naturaleza y no por las leyendas de los monjes y los sofismas de los doctores. Que toda la naturaleza proclama la existencia del principio creador, que todos los razonamientos sobre la existencia de Dios son ridículos y miserables. Que la Magia es una ciencia divina, etc. Cuando lo conducían al suplicio, se hizo un alto ante una iglesia y se le recomendó que pidiera perdón a Dios, al rey y a la justicia. Respondió de viva voz:

“no creo en vuestro Dios, no he ofendido a vuestro rey y pienso que es inútil pedir perdón a vuestra justicia, ya que es como el diablo que adoráis, que no perdona”.

Un grito de horror escapó de todas las gargantas, ahogó aquella voz tan generosa como imprudente, y fue arrastrado hasta el suplicio, como un blasfemo endurecido, ¡San Lucilio Vanini, sacerdote y mártir! Noél! natalis dies. Hoy es el aniversario del nacimiento de la humanidad. ¡Emmanuel! Dios está con nosotros. El Dios vivo en la humanidad, la humanidad divina, la divinidad humana, he aquí lo que nos revela esta jornada 1863 veces bendita, y los hombres lo único que han sabido sacar en conclusión es una religión inhumana y una humanidad condenada. El buey, el asno y los pastores del pesebre( fijaros bien en la carta 22, es un pesebre…) son los únicos que adivinaron por instinto al redentor de la naturaleza.

Los magos venidos para adorarle, guiados por el pentagrama divino, que es el gran arcano del hombre-dios, debieron volverse por otro camino para evitar la furia de Herodes y las acechanzas de los sacerdotes. De este modo la ciencia antigua, que venía por sí misma a la cuna del Cristianismo, fue proscrita y como desviada por la persecución. La estrella, dice una leyenda, cayó en un pozo cerca de Belén. “Deberíamos buscar en ese pozo —añade Voltaire—, ya que seguramente la verdad está ahí.”

Jamás el gran burlador había dicho algo tan acertado sin saberlo. Sí, el pozo de la estrella es el pozo de la verdad; ¿pero cuándo la buscarán los sabios de este mundo?

Los magos son además reyes, ya que son verdaderos iniciados. Son tres, es el número sagrado y por otro lado representan los tres mundos. Baltasar, el desinteresado que busca el verdadero tesoro, el hombre de la paz profunda, ya que su nombre significa todas estas prerrogativas, es el embajador de la jerarquía suprema, el representante de los verdaderos elegidos y el que ofrece el incienso de la humanidad nueva al recién nacido. Melchor, el rey de la ciudad, el príncipe de la luz, viene en nombre de los hijos de la ciencia y ofrece oro. Finalmente, Gaspar, o mejor Kathzar, el jefe de los hombres, el que ofrece la mirra para embalsamar a los muertos, que representa la esperanza de la inmortalidad.

Dios ha extendido un velo sobre su gloria y sobre este velo ha bordado la forma típica de las cosas. La vida contempla y copia según las leyes de la precisión, del mismo modo que los obreros de los Gobelins copian cuadros con trozos de lana numerados. Este velo es el mediador plástico universal; es la luz, etérea en el espacio, astral en los astros, vital y magnética en los seres vivos. Las imágenes se identifican entre ellas y se producen según los impulsos precisos de las fuerzas. De este modo, un idiota en éxtasis puede leer en esta luz cosas sublimes.

Es así como los médiums tocan a veces las cuerdas del gran instrumento cuya música no conocen. Pero si está presente un ser más equilibrado, por lo tanto necesariamente equilibrante, su intuición se vuelve más difícil y su lucidez se debate entre las angustias de una especie de aborto. Esta es la razón por la que instintivamente les lanza injurias al mismo tiempo que les hacen homenajes voluntarios.

Si tiene el libro del señor de Mirville, ¿sería mucho pedirle que me copiara el pasaje o los pasajes en los que habla de mí? Si su escrito merece una refutación, ésta encontrará un espacio en La Ciencia de los Espíritus, que no se parecerá en nada, espero, a la ignorancia del diablo y a los libros que el susodicho diablo inspira a sus defensores y amigos.

También hay otro libro del señor Gougenot des Mousseaux en el que debo ser atacado de forma divertida. El tal señor Gougenot des Mousseaux es el cómico del drama diabólico.

Es el bufón de ese charlatán de más o menos buena fe, llamado Marqués de Mirvifie. Creo que su libro se titula: La Magia, sus medios» su medio, sus sabios, etc. Debe haber en él maravillosas tonterías y si tuviera tiempo me daría el gusto de leerlo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu!, es decir, bienaventurados los pobres que tienen espíritu. ¡Hay tantos que son ricos con estupidez! La Sagrada Ciencia acaba de sufrir una gran pérdida con el fallecimiento del señor Louis Lucas , vecino y amigo mío, químico de los más ilustres, iniciado en los secretos de Hermes e inventor de un aparato al que llamaba biómetro, que demostraba rigurosamente la verdad de nuestras teorías sobre el magnetismo o la imantación especial de los seres vivos.

Este aparato consiste en una brújula neutralizada, insensible a la electricidad gracias a la electricidad misma y la cual se pone en comunicación con los consultantes por medio de un cable igualmente neutro e insensible al fluido eléctrico ordinario. Las personas que tocan este cable revelan inmediatamente su potencia como imanes y le imprimen un mayor o menor equilibrio vital.

Unos producen en la aguja un movimiento lento y moderado, otros le comunican oscilaciones desiguales, otros un movimiento desordenado que llega incluso a veces a hacer bailar y dar vueltas la aguja de la brújula, y hay un hecho extremadamente notable  que consiste en que por el solo acto interior de la voluntad se puede detener o hacer girar en sentido contrario la aguja indicadora del biómetro.

Me he procurado los tres enormes volúmenes del malvado M. de Mirville y me he maravillado de su conversión a nuestras doctrinas. Salutem ex inimicis nostris. ¡He aquí un nuevo médium comparable al abogado de Chambéry, que profetiza, como lo hizo Balaam con Israel, acercándose para maldecirla! Así pues, la catolicidad universal tiene un nuevo apóstol. Apóstol, es verdad, a pesar de él, y muy encolerizado contra este bueno de Eliphas, como se permite llamarlo el bueno de Mirville.

Así pues, el verbo de verdad se adoraba bajo las figuras de Thoth, Osiris y Helios, así como la gran Mata, Devaki e Isis de los antiguos santuarios eran lo mismo que María. De este modo Dios se manifiesta a la humanidad entera y el Papa puede bendecir a todos los pueblos presentes, pasados y futuros. Puede abrir el tesoro de las indulgencias para que los adoradores de Brahma, los luciferianos, los ofitas. shivaitas, los seidas de Bouvani y los discípulos del señor de Mirville no sigan adorando, o por lo menos no teman, al dios de la sombra. Satán se retracta, abdica. El oscurantismo rinde pleitesía a la luz.

Es un verdadero milagro. Admiré la terrible cólera de ese pobre hombre al que conseguí hacer caminar a pesar de él y que olvidando seguidamente que me ha tratado de loco y de farragoso, cita los excelentes estudios (es él el que habla), y amontona montañas de erudición para probar que yo tengo razón y que él no. Le agradezco el haberme hecho leer estos tres volúmenes, ya que gracias a su recomendación los he comprado. Podemos dejar al excelente señor de Mirville su diablillo negro, si este polichinela le divierte. Ya que admira la magna luz, dejémosle que se guarde su rincón de sombra, no vamos a envidiarle por ello.

El número nueve representa, como ya les he dicho, el dogma teológico de la circuncisión de las personas divinas. Este dogma explica la Trinidad de forma completamente cabalística. Ya que, si las tres personas están en cada una de ellas, las hipóstasis son indivisibles la una de la otra y las personas, aunque distintas, son inseparables; de este modo el único Dios sigue siendo uno en tres concepciones personales. Si solamente se afirmara en él una persona, esto sería idolatría, ya que representaría obligatoriamente una idea individual y numerable, si es que puedo expresarme así.

Pero el Dios único, que si fuera impersonal se convertiría, en nuestra concepción, en una abstracción, en una cosa, un sueño, una idea sin forma, es tripersonal, es decir, omnipersonal, ya que la concepción del ternario contiene cualquier idea de vida y de personalidad.

Es uno, es tres y tres veces tres, porque cada unidad del ternario es inseparable de las demás. No hay, sin embargo, tres padres, tres hijos y tres espíritus santos, sino que hay el padre en el hijo, el hijo en el padre y el espíritu santo en los dos, y es siempre el mismo padre, el mismo hijo y el mismo espíritu santo, pero bajo tres nociones distintas y diferentes de personalidad. Así pues tenemos al padre, al hijo y al espíritu santo o a Kether, Chokmah y Binah en Atziluth; padre, hijo y espíritu santo en Briah o Guédulah, Guéburah y Tiphareth; padre, hijo y espíritu santo en Yetsirah o Netsah, Hod y Jesod. Ya que Tiphareth es el Schechinah de Kether y Jesod, la luz visible de Schechinah. 1 en 3, 3 en 9 y 9 en 1.

El número 9 representa los tres grandes misterios del Cristianismo que se explican por el ternario.

Así pues, en la víctima se encuentran el ofensor y el ofendido. En el hombre-dios se encuentran Dios y el hombre. En el espíritu santo se encuentran el padre y el hijo. Lo mismo se puede afirmar de los otros tres términos de estos tres ternarios, y viceversa. Además, la Trinidad es el misterio del padre, la Encarnación el misterio del hijo y la Redención el misterio del Espíritu Santo. Así pues, los nueve están en tres y las tres veces tres dan tres veces nueve o veintisiete, cuyas cifras sumadas nos dan nueve también.

Tales son las profundidades inefables del novenario. Además, este número resume y representa toda la sabiduría representada en el Tarot por un viejo en cuya frente se encuentra el signo sagrado de Jod dentro de un doble círculo, una linterna en la mano, es decir una luz preservada, una luz oculta, y en la otra mano un bastón en el que se apoya y con el que tantea el terreno; está envuelto con un manto de la cabeza a los pies, símbolo de la discreción y de la prudencia. Comparen esa imagen a la del loco y remarquen todos los contrastes: el loco está vestido y deja ver su desnudez; lleva dos bastones, uno de los cuales le pesa y el otro le entorpece, etc.

El novenario es Jesod, el fundamento o el principio de la existencia, ya que es el ternario en toda su fecundidad. Jesod es también el fundamento o la base de toda verdad, es decir, el criterio de certidumbre, como se dice en la escuela, ya que es un triple silogismo cuyos tres términos están completamente equilibrados y equilibrándose entre sí, de forma que la menor y la conclusión están contenidas en la mayor y lo mismo sucede con los demás términos.

Es también la correspondencia perfecta entre la razón y la autoridad, procedente de la razón autorizada, autoridad razonable, armonía o autoridad de la razón que constituye la razón de la autoridad o el orden perfecto de la armonía. Todo sale de esta raíz fecunda y la naturaleza regulada por los números nos da también el tres para representar a Dios, tres para representar al hombre, tres para representar la materia sometida al hombre, cuyas modificaciones y productos están contenidos en los tres reinos. También la luz es tres veces triple: Luz gloriosa en Atziluth, y Briah Yetsirah; Luz vital, universal, astral y magnética; Luz visible, celeste, terrestre e ígnea. Estos son los misterios de Jesod que encontramos en todo lo que existe según las leyes del ternario, que es, como saben, el compás por el cual se mide la existencia de todos los seres.

Aquí termina el análisis de los números que seguiremos viendo de decena en decena, es decir, de síntesis en síntesis. Aquí  están a punto de terminan nuestros estudios sobre el novenario y llegamos al denario, que es el reino de Dios.

El número 9.

Estas 2 producen a Yesod (ISVD), la Fundación o la Base, representado por (SHDI), Shadai: y entre los ángeles por (ASHIM), Aishim, las Flamas (Salmo,4), conformando la tercera Trinidad de los Sephiroth.

  1. Ella que rige la Fuerza Oculta del Universo (Arcano 2).

La Eneada, estabilidad en el cambio. Derivado del 2 y el 3 por multiplicación nueve=tres elevado al cubo.

El hijo degradado a la vida animal. Ser animal. El Ser inconsciente del hombre Normal. Acciones reflejas de un profundo estudio, circulación, respiración, digestión, etc…todo pertenece a aquí.

Nueve corresponde al nombre Tehor, (Mundo de lo puro), y al 9º orden de los ángeles, que antecede al nacimiento de los hombres (por su ministerio, Dios bajo su aspecto de Sadai Elhoi envía ángeles guardianes a los hombres).

Atributo en el Árbol de la vida: Yesod, Fundamento.

No perdáis la oportunidad de saber más y apuntaros al Curso de cábala oculta en el Tarot donde aprenderéis a interpretar todo esto, su simbología, el número pitagórico, alquimia, física cuántica y mucho más.

→  Ver siguiente carta 10 Yod La Rueda de la Fortuna

Este trabajo está hilado de las siguientes obras:

  • La Cábala tradición secreta de occidente (Papus)
  • Curso de filosofía oculta sobre la cábala y los números (Eliphas Levi)
  • Dogma y ritual de alta magia 1 y 2 (Eliphas Levi)
  • El Tarot de los Bohemios (Papus)
  • Gematria dogma cabalístico (Aleister Crowley)

Ana Suero Sanz

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